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Cervelas, Bratwurst… “Tengo morriña de Suiza”

Una mujer de espaldas mira los productos en un mercadillo
Luis tiene un puesto en varias localidades de la provincia de La Coruña: Vimianzo (jueves), Laxe (viernes), Camariñas (sábado), y Cee (domingos). Antonio Rodríguez, swissinfo.ch

En los mercadillos gallegos, es posible encontrar salchichas Cervelas entre otros productos típicos de Suiza. Están destinados a una clientela específica: los emigrantes que regresaron a Galicia tras pasar varios años o casi una vida en Suiza.

Dos parejas madrileñas avanzan por el mercadillo de Vimianzo, en la Costa da Morte gallega, cuando unos productos exóticos, por llamarlos así, les llaman la atención. En medio de los chorizos, de las orejas de cerdo y una multitud de quesos españoles, descubren un par de salchichas Cervelas, al lado de paquetes de Bratwurst y diferentes productos alimenticios desconocidos para Yolanda y sus amigos que veranean en Galicia. “Son de Suiza”, les explica el comerciante Luis Ferreiro para mayor sorpresa de los turistas que no acaban de entender por qué las salchichas y el café suizos tienen tanto éxito a unos 2 000 kilómetros de su país de origen.

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Homenaje a la salchicha suiza

Este contenido fue publicado en En Suiza hay centenares de tipos de salchichas, pero ninguna tan notoria como la cervelas. Podría decirse que todo mundo en este país tiene recuerdos de infancia relacionados con este alimento que aparece casi en todos los asadores. El arte es hacerle incisiones en forma de cruz en cada extremidad e insertarlo en un palito…

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Lo que tampoco comprenden, por cierto, es que los clientes estén dispuestos a pagar elevados precios por estos productos. “Pedir 2,95 euros por un sobre de salsa en polvo me parece algo caro”, sostiene Yolanda que vuelve a poner la Bratensauce [salsa para asado] de Knorr allí dónde la ha hallado, entre todos los productos suizos que Luis ofrece cada semana por los mercadillos de la Costa da Morte. 

Y es que las Cervelas no están destinadas a los madrileños de paso por Galicia, sino a una clientela tan específica como numerosa: los emigrantes que regresaron a Galicia tras pasar unos años y algunos casi una vida en Suiza. Ellos son los que compran los productos de Luis el jueves en Vimianzo, el viernes en Laxe y el sábado en Camariñas, donde predominan los clientes que hablan francés, y los domingos en Cee, donde los que han vivido en la Suiza alemana son más numerosos.   

La morriña no tiene precio

“Tengo morriña de Suiza”, confiesa Lola que sí paga los 2,95 euros por el sobre de Bratensauce y también los 95 céntimos que Luis pide por cada chocolatina suiza. Lola vivió 27 años en Basilea y volvió hace veinte a Galicia, pero sigue echando de menos el sabor de las comidas que preparaba para la familia en Suiza. Menos mal que está Luis para aplacar esa “morriña al revés”, esa que sienten los emigrantes cuando regresan a su tierra. 

“Vengo a buscar aquí principalmente la Bratensauce para acompañar la carne asada o unas costillas”, explica Laura. Un sabor que le recuerda, sin duda, aquellos tiempos en los que iba a comprar los sábados por mañana a los supermercados Migros o Coop y cocinaba la carne el domingo para compartirla con la familia y los amigos. Esa morriña no tiene precio.

El saborcito de allá

“A veces, pico”, reconoce Magdalena que recorre el mercadillo con sus amigas Elsa y Ana. Ella pasó 22 años de su vida en Delémont, una de las ciudades suizas que atrajo más emigrantes de la Costa da Morte a partir de los años 60. “De vez en cuando me compro un par de Cervelas a tres euros”, a pesar de que en francos suizos –el precio figura ostensiblemente en el embalaje original– es casi la mitad. 

Pero la clientela de Luis entiende esa diferencia. Hay que incluir los gastos de transporte y sobre todo tener en cuenta la exclusividad. Es imposible encontrar esos productos en los supermercados habituales. La globalización no ha llegado hasta ellos. “Los que se encuentran por aquí no son los mismos”, comenta Magdalena. “En el Lidl, venden Cervelas y Bratwurst, pero son alemanas y no tienen el mismo sabor”. Además, “como dice mi hijo, que volvió de Suiza cuando tenía veinte años, estas Cervelas aún tienen el saborcito de allá”.

Desde luego, para los emigrantes retornados, las Cervelas o una taza de Chicco d’oro saben a mucho más que a salchicha o a café. Algo que no entiende Elsa. Ella todavía vive en Rapperswil y no padece los mismos ataques de morriña que sus compañeros que regresaron a Galicia. “Me sorprende un poco encontrar estos productos por aquí”, dice y descarta rotundamente la posibilidad de comprar una fondue de queso para saborearla con unos amigos durante sus vacaciones en la costa.

Como muchos emigrantes que viven en Suiza, Elsa busca los productos típicos gallegos que tanto le cuesta encontrar en Rapperwil. Al igual que ellos tiene morriña de la “terriña” a la que cantaba Julio Iglesias [Un canto a Galicia] y le cuesta imaginarse que algún día, si regresa a Galicia, podría ser una de las primeras en precipitarse hacia el puesto de Luis para comprar un par de Cervelas tan cotizadas como el pescado fresco de la ría.

Cervelas, Bratwurst y café

“Todo empezó a raíz de la emigración”, explica el comerciante que lleva años abasteciendo con productos suizos a los retornados. “Ellos van pidiendo y yo se los traigo”, aunque reconoce que no dispone siempre de todos los productos como este jueves en Vimianzo. “Esta semana, mi viajante no ha ido a Suiza y no tengo todos los productos disponibles”, lamenta, sin dar más detalles sobre su manera de abastecerse en productos suizos. “Lo que más vendo son las Cervelas y las Bratwurst”, comenta Luis. “Y después viene el café”.

En la Costa da Morte, los suizos de paso podrían quedar asombrados de ver que sus alimentos llegan hasta es zona conocida antiguamente como el fin del mundo (Cabo Finisterre) y que los emigrantes retornados se han convertido en embajadores de la gastronomía helvética.

Una región con lazos muy estrechos con Suiza

La Costa da Morte, a pesar de encontrarse a más de 2 000 kilómetros de Suiza, mantiene lazos muy estrechos con el país alpino. Esa relación es fruto de la numerosa emigración gallega que comenzó en los años 60 y se multiplicó en los 70 y 80. 

A partir de los años 90, muchos emigrantes regresaron a casa tras jubilarse o para trabajar en su país que disfrutaba entonces de una bonanza económica. A partir de la crisis de 2008, muchos volvieron a Suiza, incluso una nueva generación de emigrantes.

Hay vuelos directos varios días a la semana entre Santiago de Compostela y Suiza, pero también taxistas que recorren los 2 000 kilómetros cada semana llevando y trayendo emigrantes y probablemente también algún que otra Cervelas para responder a la demanda de los retornados.

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