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Los campesinos se ven entre la espada y la pared

Sonja y Andreas Hofer frente a su granja de 1860 en la región del Emmental. swissinfo.ch

Algunos agricultores suizos recurren a asesores para hacer frente a un cúmulo de cargas financieras –y psicológicas– cada vez más pesadas. Son algunos de los efectos secundarios que se derivan de la creciente regulación del sector.

El consultor Ernst Flückiger asesora a agricultores cuyo mundo se ha puesto de cabeza durante los últimos años. En 1999, desaparecieron los precios de mercado; en 2008, los subsidios a las exportaciones; y el año pasado, las cuotas lácteas. Y en un par de años, los pagos directos estarán cada vez más vinculados al uso de métodos de producción sostenibles.

“Es necesario que los agricultores suizos acostumbrados a utilizar métodos tradicionales y no siempre dispuestos a adaptarse al cambio de los últimos 40 años, piensen de una forma más flexible y novedosa”, afirma Flückiger, agricultor y asesor de campesinos.

Andreas y Sonja Hofer son sus clientes. Durante los últimos siete años la pareja basada en Grossegg, en el Emmental, ha llevado las riendas de una explotación de 30 hectáreas de tierra, que incluye 9 hectáreas de bosques, 27 vacas, unos 50 terneros y el mismo número de cerdos.

Una colmena, gatos, Baloo –el perro- y sus tres hijos, completan la foto de familia.

Su casa, ubicada a unos 820 metros sobre el nivel del mar, está enclavada en un paisaje de colinas con pastizales y bosques, al menos a unos 30 minutos de Berna.

“Vivimos remotamente céntricos”, bromea Andreas, de 42 años de edad.

Andreas creció en esta granja que pertenece a los Hofer desde hace 300 años; una familia profundamente arraigada en el Emmental, región internacionalmente conocida por su queso con agujeros.

El agricultor siempre disfrutó trabajar con animales, así que su profesión se definió espontáneamente cuando su hermano decidió ser profesor en un instituto agrícola.

Durante 12 años, Andreas y Sonja, su esposa, trabajaron con el padre de éste y quedaron al frente de la explotación en 2005.

Sentado en su espaciosa y luminosa cocina, el agricultor resiste la tentación de culpar a los políticos de los continuos cambios que tanto han complicado su vida y la de su familia.

Menos ingresos

Andreas Hofer ofrece un ejemplo revelador sobre el deterioro de los ingresos cotidianos de un agricultor:

“Mi padre ordeñaba unos 80.000 litros de leche al año y ganaba un máximo de 1,07 francos suizos por litro. Yo ordeño 200.000 litros y obtengo entre 55 y 60 centavos por litro en el mejor de los casos”.

Hay que considerar gastos de maquinaria, seguros y reservar dinero para reparaciones e infraestructura.

La caída de los precios le genera una brecha de 100.000 francos suizos anuales en los ingresos, que debe compensar con más producción y métodos de trabajo más rentables. Como muchos otros granjeros, los Hofer llegaron a preguntarse si tenían futuro.

Además de la granja, Andreas trabaja desde hace años como inspector agrícola cantonal, lo que le permite un ingreso adicional.

Los Hofer consultaron a Flückiger por primera vez hace dos años.

“Mi papel no es el de un consejero típico y carezco de soluciones prefabricadas. Hago preguntas, pero corresponde a los agricultores hablar y, sobre todo, tomar decisiones”, explica Flückiger.

Un amigo cercano

Andreas y Sonja buscaban un asesor que les ofreciera una valoración crítica de su situación.

“Un amigo cercano, también agricultor, desarrolló repentinamente problemas psicológicos que debió tratar en una clínica. Su familia también experimentó problemas. Esto nos hizo reflexionar”, recuerda Sonja.

Cuestionaron su forma de vida: producir leche exige levantarse antes del amanecer y terminar la jornada al anochecer. Una dinámica que se repite todos los días del año.

Con 20 años de trabajo frente a Andreas y una carga laboral creciente, decidieron que era tiempo de hacer un balance.

Junto con Flückiger evaluaron –y rechazaron– opciones como abandonar la producción lechera para centrarse en la cría de ganado, o adquirir una granja adicional para producir más leche.

Discutieron –y desecharon también– la posibilidad de que Sonja dejara la finca para trabajar en otro sitio.

“Sentarse con alguien que ofrecía una mirada externa fue muy positivo. Nos confirmó, por ejemplo, que no todo lo que estábamos haciendo estaba equivocado“.

A pesar de que la consejería no se tradujo en grandes cambios, los “animó” a seguir adelante.

Por una feliz coincidencia, Sonja encontró un trabajo complementario como ayuda domiciliaria. Ahora realiza algunos turnos en una pensión cercana al cuidado de personas mayores, una alternativa ideal para todos aunque ha exigido un poco más de organización familiar y laboral.

Pensar en grande

Flückiger, consejero de agricultores desde hace casi 10 años, afirma que los cambios que ha registrado el campo han sido un gran reto y han concedido poco margen de elección a los afectados.

No obstante, pese a las dificultades de muchos de sus clientes, en cuatro de cada cinco casos todo se transforma para bien.

El consultor insiste en que los campesinos deben aprender a pensar como empresarios para sobrevivir a largo plazo y ampliar la cooperación con otros agricultores.

“No hay soluciones simples. Cada caso es diferente y cada uno debe echar mano de sus fortalezas”, agrega.

Respeto

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) reconoce a los agricultores suizos progresos importantes en la eliminación de las formas de apoyo que distorsionan el comercio internacional, como el controvertido sistema de cuotas lácteas diseñado en el pasado para garantizar un ingreso a los productores de leche.

Un arma de doble filo para fincas como la de los Hofer, que no pueden competir con las grandes granjas de las llanuras bajas del país, pero la alternativa real de dejarlo todo –para ir al extranjero– es limitada.  “Comenzar una nueva vida en otro país no es realmente una opción”, asegura Andreas.

En un mundo ideal, señala el Flückiger, los campesinos deberían tener la capacidad de buscar mejores precios para sus productos para ganarse dignamente la vida y mantener sus fincas en condiciones óptimas para heredarlas a la siguiente generación. Pero aún hay mucho trabajo por hacer para sensibilizar a los consumidores sobre la importancia de comprar productos locales.

Andreas coincide y dice que no le importaría trabajar sin subsidios públicos si recibiera un precio justo por la leche.

“Me gustaría que la gente apreciara más los alimentos y el trabajo implícito en garantizar la calidad”, puntualiza.

Tras una votación popular que avaló una enmienda constitucional en 1996 se introdujeron una serie de reformas al sector agrícola suizo con miras a garantizar el abastecimiento alimentario y la utilización de técnicas de producción cada vez más sostenible. Las más importantes fueron:

1999: Después de una reducción paulatina, desaparecen los precios y mercados garantizados.

2007: Se negocia un tratado comercial con Estados Unidos en materia de quesos.

2008: Abolición de los subsidios a las exportaciones, pasando del apoyo general a los mercados a los subsidios directos. Se reducen los aranceles que pagan los productos de importación. Ese mismo año inicia la negociación de un Tratado de Libre Comercio en Agricultura y Alimentos con la Unión Europea (UE).

2009: Desaparición de las cuotas lácteas (lo que derriba los precios del mercado debido a la sobreproducción existente).

Como parte del Programa Agrícola 2014/17, los subsidios directos se relacionan cada vez más con métodos de producción sostenible, con el bienestar de los animales y la biodiversidad.

Durante las tres décadas pasadas, el número de granjas suizas pasó de 125.274  a 59.065 –incluidas 5.679 explotaciones orgánicas– en 2010.

En el mismo periodo, el número de trabajadores dedicados a la agricultura pasó de 359.051 a 166.722. Actualmente equivale a solo el 4,3% de la población activa.

El sector agrícola suizo produjo bienes y servicios por un valor de 10.800 millones de francos en 2010.

La superficie total destinada a la agricultura fue de 1 millón55.684 hectáreas en 2010, la mitad de ellas destinadas al pastoreo y otro 25% son tierras de cultivo.

Los viñedos ocupan el 1,5% del territorio agrícola nacional.

Alrededor del 47% de las tierras se ubican en llanuras bajas y otro 26% se encuentran en regiones montañosas.

Las explotaciones suizas cuentan con unos 15 millones de animales.

La media de los agricultores suizos tiene 20 hectáreas de tierra, por encima de las 15 hectáreas de hace 25 años, pero por debajo del promedio de la UE.

Fuentes: Oficina Federal de Estadística, Asociación Suiza de Agricultores

(Traducción: Andrea Ornelas)

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