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Símbolos de la vida diaria

Blanca Salvat reside en Ginebra desde 1984. www.blancasalvat.com

La artista plástica española, Blanca Salvat, reside desde hace 19 años en Suiza.

Sus últimos trabajos, que se exponen actualmente en Ginebra, son una simbiosis de impresiones viejas y nuevas.

Quienes visiten la reciente exposición de Blanca Salvat, en el número 3 de la calle de Maunoir, en el barrio ginebrino de Eaux-Vives, tendrán una extraña sensación de ‘déjà-vu’, de algo ya visto. Pero, al mismo tiempo, se percatarán de que lo ‘ya visto’ aparece bajo nuevas formas, expresiones e interpretaciones. Lo conocido se transforma en desconocido.

Si bien, el recurso al cuerpo humano – semidesnudo, desnudo o mutilado de cabeza y/o brazos – ha sido una constante en la obra de esta artista española, afincada en Suiza desde 1984, la forma de plasmarlos en la madera es cada vez más estilizada.

Los nuevos elementos que añade a sus creaciones, como las imágenes del mar, vuelven sus representaciones más originales, más atractivas.

Autodidacta

Blanca Salvat se ha hecho a sí misma. Después de pasar un tiempo en la Escuela de Arquitectura de Pamplona, muy joven aún se puso a estudiar Historia del Arte.

“Pero sin ningún orden. Porque, después, también estudié cine, filosofía y un sinfín de cosas. Digo sin ningún orden porque, al final de mis estudios, no saqué ningún diploma”, señala la artista, con una sonrisa, a swissinfo.

Al fin y al cabo, a los artistas no les interesan los diplomas. Lo que esta inquieta mujer se puso a hacer – eso sí, con una disciplina de fierro y una entereza que ya quisieran tener muchos estudiantes- fue ponerse a trabajar.

“Comencé a dibujar. Comencé a publicar dibujos. Ilustré libros. Hice diseños para los periódicos. En realidad, pienso que mi verdadera escuela fue la prensa”, reconoce, al recordar sus primeras colaboraciones con el diario madrileño ‘El País’.

El talento innato para el arte, tal vez Blanca Salvat lo lleve en la sangre. Nacida en el seno de una familia de sabios y bibliófilos (los Salvat, los Espasa y los Calpe, conocidos difusores de las Enciclopedias Salvat, obras de referencia indiscutible en el mundo de habla hispana), sintió que lo suyo era el arte, la pintura, la escultura, el dibujo, la poesía y todo lo relacionado con la estética.

Una especie de ‘oveja negra’ de la familia, que no quiso renunciar a la maternidad a pesar de su rebeldía. Sus cuatro hijos son su mejor creación y uno de ellos, el mayor, Marco, se dedica con esmero a difundir y promover la obra de su madre. De hecho, el mundo familiar y la vida cotidiana son su fuente de inspiración.

De esas experiencias se nutre esta última exposición en Ginebra. Los locales de un despacho de arquitectos, remodelado expresamente para dar cabida a los trabajos de Salvat, están poblados de “mesas de centro”, completamente transformadas en obras artísticas; o “planchas de servicio”, esos aditamentos que usan las amas de casa para transportar sus utensilios de cocina; o simplemente velas que iluminan la intimidad del hogar.

Sus obras son símbolos de la vida diaria, de la visión de todos los días, pero plasmada con los ojos de un esteta.

Recurso a la madera

Además del simbolismo, Blanca Salvat ha trabajado sus materiales. Del dibujo ha pasado a la madera. Ha usado unas tablas para diseñar cuerpos femeninos, orillas del mar y objetos inimaginables.

Familiarizada con los trenes suizos, porque su estudio de trabajo (en Coppet) se encuentra a orillas de la línea ferroviaria que une Ginebra con Lausana, propuso en algún momento a los Ferrocarriles Federales Suizos (FFS), organizar exposiciones itinerantes en los trenes, “con el fin de exponer el arte al gran público”. La propuesta, sin embargo, no llegó a concretarse.

Pero Blanca Salvat no perdió su tiempo, sino que lo supo aprovechar y hasta ahorrar. “Sí, aposté por ahorrar el tiempo. Con la maternidad me tuve que ocupar de cuatro vástagos. Entonces, arreglé mis horarios con mi trabajo. Por eso me entusiasmé trabajando con la madera y, de allí, di un salto a los objetos viejos, que comencé a reciclar”.

Así, la artista pudo construir una obra exquisita, una simbiosis entre “un cadáver y una vida”, que se puede admirar en Ginebra, hasta el próximo
19 de junio.

swissinfo, Luis Vázquez, Ginebra

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