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Salud Mental: a menudo mal comprendida y descuidada

Gro Harlem Brundtland, directora general de la OMS. Keystone

Dos tercios de los 450 millones de personas que sufren de enfermedades mentales en el mundo no siguen tratamiento alguno, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Suiza, los psicólogos invitan al público a enfrentar la realidad.

La publicación del Informe 2001 de la OMS sobre la Salud en el Mundo es el punto culminante de una campaña de un año en favor de la salud mental. La jornada del 7 de abril pasado había sido consagrada a este tema con un mensaje claro: “No a la exclusión, sí a la atención”.

La OMS intenta romper el círculo vicioso que hace que las enfermedades psíquicas sean socialmente rechazadas y privadas de cuidados. Esta discriminación provoca incomprensiones que a su vez llevan a nuevas negligencias.

Resultado: cerca de medio millón de seres humanos sufren problemas mentales o neurológicos, lo que coloca a esas patologías entre las principales causas de incapacidad. La OMS prevé incluso que en 20 años las depresiones ocuparán el segundo lugar, tras las enfermedades cardíacas.

Gro Harlem Brundtland, directora general de la OMS; está persuadida de que la enfermedad mental no es un fracaso: “De hecho, el fracaso, si lo hubiera, se encuentra en nuestra manera de responder a las personas afectadas por esa enfermedad”.

Un necesario esfuerzo de desdramatización

Hallar una vía de salud que se apoye en la calidad de la escucha, la relación personal, la confianza y la solidaridad, es la ambición del ‘Grupo Romand de Acogida y de Acción Psiquiátrica’ (GRAAP), fundado en 1987, en Lausana.

El GRAAP reagrupa, en una cadena de ayuda, a varios centenares de pacientes psíquicos, familiares y profesionales de la salud.

En Suiza, nos explica, su directora, Madeleine Pont, el principal problema de la salud mental es que “hay un elevado número de personas difíciles de curar porque ellas no se reconocen como enfermas y no aceptan su condición de pacientes psíquicos”.

“Es mucho más fácil reconocer un cáncer que decir que se sufre de esquizofrenia”. Pero hay una evolución: hoy se puede aconsejar a alguien que consulte a un psiquiatra mientras que hace quince años eso era considerado como una injuria”, añade.

“La confianza no se distribuye con píldoras”

Los hospitales psiquiátricos participan también en ese esfuerzo de desdramatización, explica Madeleine Pont: “cada vez más, la psiquiatría es accesible a todo el mundo y pierde así su misterio aterrador”.

Sin embargo, los presupuestos del sector de la salud mental siguen siendo más bajos que los de la salud física: “Se discute mucho antes de aumentar el número del personal consagrado a un hospital psiquiátrico, mientras que el tiempo que los especialistas deben consagrar a los pacientes es el principal instrumento de la psiquiatría”.

Para la directora del GRAAB, no se insiste demasiado en la importancia de este tiempo terapéutico, de la atención, de la disponibilidad: “Los medicamentos no son suficientes, se necesita una relación fundada en la confianza y la confianza no se distribuye en píldoras”.

La doctora Katharina Althaus, presidenta de la Federación Suiza de Psicólogos, recuerda una experiencia vivida en un hospital: Cuando no había bastante personal de enfermería, los pacientes tomaban más medicamentos, y sus problemas eran más difíciles de resolver”.

Falta un mayor reconocimiento

La especialista hace la misma constatación con respecto al funcionamiento de la medicina. Si alguien tiene insomnio, explica, acude a su médico general que le receta un somnífero, pero eso no resuelve el fondo de los problemas, cuando sería más adecuado seguir cuidados psicoterapéuticos.

“Las estadísticas revelan que se requieren entre 7 y 11 años para que una persona que necesita una psicoterapia llegue al especialista que realmente le hace falta ” amén de que el trabajo de éste último puede prolongarse por mucho tiempo.

Una sociedad que engendra frustraciones

El bienestar mental no es la preocupación exclusiva de las oficinas de salud pública. Concierne a todos los sectores de la sociedad. Un estudio efectuado en Suiza por el Secretariado Estado para la Economía demostró, por ejemplo, que las sobrecargas patógenas costaban cada año más de cuatro mil millones de francos a la economía nacional.

De acuerdo con la OMS, los casos de estrés van en aumento. La doctora Katharine Althaus comparte en todo caso esa opinión de que la sociedad actual -con las crecientes situaciones de competencia y la distensión del tejido familiar- engendra problemas suplementarios.

“Hay menos redes que en el pasado, pero hay más libertad para elegirlas. El problema es que mucha gente no sabe realmente cómo acercarse para crear relaciones”, explica.

De ahí una mayor soledad de los individuos, con todo lo que eso puede esconder de frustraciones, de resentimientos y de violencia posibles. Acabamos de tener un terrible ejemplo en Zug.

Bernard Weissbrodt

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