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Lucha a la cubana contra el sida

En Cuba, ocho de cada 10 personas con el virus de inmunodeficiencia adquirida son hombres. Reuters

El trabajo del voluntariado homosexual es de gran mérito en la prevención del sida en Cuba, país ejemplar entre sus vecinos caribeños con una prevalencia del VIH de 0,1%. No obstante, se observa un incremento de casos en La Habana, uno de los polos principales de infección en la isla.

Estamos en Centro Habana, uno de los municipios con mayor incidencia de VIH y otras infecciones de transmisión sexual de la capital cubana.

En la calle Campanario, entre puestos callejeros de fruta y venta de café a través de las ventanas de los hogares maltrechos, se encuentra la Unidad Municipal de Prevención del VIH.

Cuba está ya lejos del período que siguió a la aparición de los primeros casos de sida en 1985, cuando se internaron de modo obligatorio a todos los afectados. Política que prevaleció hasta 1993.

“El sistema sanatorial fue un error, el asilamiento no es la solución, sino la prevención”, recuerda Nelson Casanova, especialista en enfermedades infecciosas y quien desde hace veinte años trabaja con los grupos más vulnerables en la capital cubana, donde se concentra el 50% de los casos de VIH/sida del país.

Da más miedo el cáncer que el sida

Casanova explica a cuatro universitarias suizas -que realizan una pasantía en La Habana, la estrategia de respuesta al sida- las razones de este cuadro endémico en la principal puerta de acceso al turismo en Cuba:

“Centro Habana tiene muchos comercios, centros nocturnos, cabarets y hoteles; y una alta densidad poblacional a la que se suma una población flotante de hasta 40.000 personas al día. Estos factores agravan la situación social y, por tanto, propician condiciones para la propagación del VIH”.

“Se han dado grandes pasos en materia de prevención en estas dos últimas décadas, pero la epidemia se mantiene en incremento y el foco infeccioso persiste, mientras que la percepción del riesgo descendió gravemente desde que ser seropositivo dejó de ser sinónimo de sentencia de muerte”, lamenta la Dra. Maricel Gómez, responsable municipal del Programa de Control y Prevención de las Infecciones de Transmisión Sexual.

“Algo similar ocurre en Suiza”, arremete la ginebrina Bianca Gagliardi (22), en pleno intercambio de ideas con los especialistas cubanos. La joven toca un punto donde Suiza y Cuba coinciden, para bien y para mal: “La eficiencia de la terapia antirretroviral ha resultado adversa para mantener la alerta de protección”.

En la isla, el sector más vulnerable, con 8 de cada diez casos de VIH, es el de Hombres que tienen Sexo con Hombres. “Si no cambiamos el comportamiento de este grupo, Cuba no saldrá adelante”, subraya Nelson Casanova.

Romper la cadena lo más pronto posible

En el caso cubano (como en muchos países latinos), el problema principal es la compleja actividad sexual y sin protección de los hombres que mantienen secreta su diversidad de preferencias sexuales, son promiscuos, y a menudo mantienen la apariencia de fieles heterosexuales en una sociedad machista. Actitud que, más allá de moralismos, afecta gravemente la tarea de sensibilización para el uso del preservativo y, más aún, para la detección de los seropositivos.

Con ese telón de fondo, la instauración a partir de 1984 del médico y la enfermera de familia en cada barrio del país ha contribuido significativamente a la detección activa de los contagios.

“Fue el caso de un universitario de 23 años infectado con el VIH. Su encuentro me permitió entender que cualquiera puede resultar concernido. Su infección fue descubierta gracias a la práctica cubana de solicitar a un afectado la lista de sus contactos sexuales. El anonimato para el informante está asegurado, pero así la enfermera va a la puerta de cada uno de los probables infectados para advertirles del riesgo e invitarles a hacerse una prueba”, describe, admirada por esta fórmula, Nastassia Guanziroli (23), una de estas cuatro estudiantes del tercer año de Medicina de la Universidad de Ginebra.

“El chico nos dijo –añade- que le molesta no saber quién fue el causante de su contagio, pero también aceptó dar su propia lista”. Es la forma a la cubana de romper lo más pronto posible la cadena de contagios de un portador del virus, pues durante los primeros meses tras su propia infección, esa persona es de 20 a 100 veces más contagiosa.

A proteger a los más jóvenes

“Prevención, prevención y más prevención es lo que nos hace aún mucha falta”, reitera Raphael Caldeas desde el Centro Nacional de Prevención de Infecciones Sexualmente Transmisibles, en el Vedado, una zona de la capital de elegantes casonas que pertenecieron a la clase pudiente antes de la Revolución Cubana.

Miembro del proyecto dirigido a los HSH (Hombres que tienen Sexo con Hombres), Caldeas realizó una investigación que deja muy claro dónde también hay que acentuar la prevención en La Habana actual: los jóvenes de entre 14 a 25 años de edad que se dedican al sexo por dinero.

“Los adolescentes y jóvenes cuya vida se desarrolla en medio de profundos cambios biopsicosociales, suelen explorar y experimentar conductas de riesgo. Por su juventud y limitada experiencia, no comprenden las consecuencias de sus acciones”, describe Caldeas, con acierto, pues estos chicos aceptan condiciones que los exponen significativamente a las infecciones de transmisión sexual, y por ende, son vectores múltiples de su propagación.

Estos jóvenes son hijos del Periodo Especial, de la mayor crisis económica reciente cubana, y provienen normalmente del interior del país. No se reconocen como homosexuales, sino que están abiertos a toda relación sexual con interés monetario; y la que más ganancias genera, aseguran todos, es la de sexo con homosexuales… extranjeros.

Rudo ambiente callejero

Así las cosas, “el trabajo sexual ha ido aportando nuevas identidades sociales a la diversidad sexual masculina habanera”, constata Calderas, con quien nos dirigimos a la Av. 23 y Malecón, justo frente al Hotel Nacional.

Doce promotores del Centro de Prevención se sumergen entre cientos de jóvenes que en esa zona se congregan como abejas al panal. Allí beben, se disputan, encuentran amigos, parejas y clientes. “Es mejor pasar un mensaje de calidad a unos pocos que en verdad presten atención”, subraya Avelino Matos, al frente de la operación que se realiza en parejas, para protección de los propios voluntarios, todos homosexuales.

La tarea no es sencilla a causa de la rudeza del ambiente. “Estos chicos reproducen el rechazo que ellos mismos viven, es normal; pero siempre habrá algunos que tengan dudas y nosotros seamos los únicos que se acerquen a ellos para dar respuesta”, indica un voluntario.

 “Tienes aún condones para mí”, dice apresurado un veinteañero musculoso. Y no es el único en esperar su dotación. Y esto es muy, muy buena señal para poner coto a la epidemia del VIH entre hombres en Cuba.

En Cuba hay alrededor de 13.000 seropositivos, según fuentes oficiales.

Ocho de cada 10 personas portadoras de VIH (virus de inmunodeficiencia humana) son hombres.

Del total de la población masculina afectada, más del 80% tiene sexo con hombres. Representa el 7,6% de los cubanos entre 12 y 49 años, según una encuesta de 2009 de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).

Ha habido logros importantes recientes en Cuba en el marco de la lucha contra el VIH, tal es el caso del freno a la transmisión del virus de madre a hijo o el empoderamiento de la mujer para protegerse activamente.

Incluso monjas se han sumado a la tarea de prevención explicando el uso correcto del condón entre la comunidad femenina, según comenta el personal de prevención.

Las acciones de prevención del VIH han beneficiado sobre todo a los gays, pues suelen asumir con más apertura que los bisexuales su orientación sexual.

Seis antirretrovirales se fabrican en Cuba con importación de materia prima, y otros se importan de países como Brasil u otros.

La terapia antirretroviral la recibe toda persona seropositiva “que lo requiera” (es decir, que muestre un conteo de CD4 menor de 300 células/mm3)

Si algún seropositivo sufre discriminación, existen también centros de asesoría para ayudarle a defenderse.

Bianca Gagliardi (22) Céline Lironi (22), Morgane Borgeat (23) y Nastassia Guanziroli (23) han seguido durante más de un mes las tareas de prevención y respuesta del VIH/sida en La Habana.

Entre las consideraciones de las estudiantes de tercer año de la Facultad de Medicina de Ginebra se encuentra el gran empeño del voluntariado y la estrecha relación entre el médico de familia y la comunidad.

Las universitarias consideran muy enriquecedora la experiencia de conocer otro modelo de salud, distinto al suizo; una manera de comprender mejor y cuestionarse sobre su propio desempeño futuro en el terreno de la medicina.

Admiración por el sistema de salud cubano y, a la vez, cierta decepción o incomprensión por algunas actitudes conformistas de los trabajadores del nivel primario en el sector salud han prevalecido en el descubrimiento de este modelo.

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