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Impuesto eclesiástico divide a los católicos suizos

"Juntos para construir iglesias", manifestación organizada por la Conferencia de Obispos Suizos en junio en el Convento de Einsiedeln. Reuters

Las campañas tendientes a eximir del impuesto eclesiástico a las empresas han generado un amplio debate sobre el apoyo del Estado a la religión en Suiza. El futuro del impuesto se ha convertido en la manzana de la discordia entre conservadores y liberales en la Iglesia Católica Romana.

En la mayoría de los cantones, las personas inscritas como miembros de la Iglesia Católica y la Protestante pagan un impuesto directo sobre sus ingresos para el mantenimiento de la institución. En 20 cantones, las empresas también están sujetas a esa contribución.

Las secciones juveniles del Partido Liberal Radical (derecha) y la Unión Democrática del Centro (derecha conservadora) iniciaron una campaña para exonerar a las corporaciones.

Argumentan que esa tasa es “una reliquia de la Edad Media” y que los cantones que la imponen son menos competitivos de lo que podrían ser en materia fiscal, en particular frente a otros países europeos.

La abolición del impuesto en cuestión, arguyen, se traduciría en un apoyo financiero para las empresas, que llevaría a más inversión y empleos.

Una iniciativa popular para eximir a las empresas del impuesto eclesiástico reúne firmas en Nidwalden. Los cantones de los Grisones y Zúrich votarán sobre un texto similar el año próximo.  

El Tribunal Federal – la más alta instancia judicial en Suiza – ha señalado en diversas ocasiones que la imposición es legal, señala René Pahud de Mortanges a swissinfo.ch. Este profesor de Derecho en la Universidad de Friburgo es coautor de un estudio reciente sobre el impuesto eclesiástico en los diferentes cantones.

Advierte, sin embargo, que esa situación puede cambiar en las urnas.

“El tribunal también estableció que si el impuesto ya no se considera conveniente por razones políticas, corresponde a los cantones introducir los cambios pertinentes. Las iniciativas cantonales para abolir el impuesto deben ser consideradas en este contexto: se propone modificar la situación jurídica en los cantones a través de medios políticos”.

Italia y España aplican tradicionalmente un impuesto eclesiástico, pero ahora es posible sustituirlo por un servicio social.  

En las iglesias luteranas de los países escandinavos sus miembros pagan impuestos eclesiásticos en Dinamarca y Suecia, pero no en Noruega.

En otras partes de Europa, no se aplican tales impuestos, aunque las iglesias nacionales u otras religiones pueden ser apoyadas por el Estado.

Históricamente, en Europa, el impuesto eclesiástico reemplaza el diezmo, el cual representaba 10% de los ingresos de los contribuyentes.

En Gran Bretaña, aunque hay una iglesia establecida, no se recaudan impuestos por separado para su mantenimiento.

Las iglesias responden

Las iglesias no son unánimes en su reacción.

Como era de esperar, mucha gente en las iglesias Católica y Protestantes se oponen a la reducción en sus ingresos fiscales. Sin la contribución de las empresas, las iglesias perderían gran parte de sus ingresos.

“Hay muchas cosas que ya no podríamos hacer”, asegura Klaus Odermatt, presidente de la Iglesia Católica Romana en Nidwalden, al  periódico local Neue Zeitung Nidwalder.

 “Algunas parroquias perderían mucho porque los ingresos fiscales procedentes de las personas morales constituyen la mayor parte de su financiación. Tendrían dificultades para cubrir sus gastos diarios y mantener las iglesias, capillas, centros parroquiales y otros lugares de reunión.

Muchos de los servicios sociales y religiosos que prestan actualmente tendrían que ser reducidos o eliminados, o el Estado tendría que asumirlos”.  

Sin embargo, no todos los miembros de la Iglesia Católica comparten esa preocupación.  

Vito Huonder, el conservador obispo de Coira – diócesis a la que pertenecen Nidwalden, Zúrich y los Grisones – estima que la Iglesia puede contar con la solidaridad de los propios fieles, pero no necesariamente de las empresas que, por naturaleza, no tienen ni fe ni alma.

“Por lo tanto, nos mantendremos neutrales en las campañas políticas por venir”, anuncia Giuseppe Gracia, vocero de la diócesis, en un comunicado de prensa.

¿Hacia la abolición completa?

La supresión del impuesto eclesiástico para las personas morales podría ser el fin de algo más.  ¿Vamos hacia la supresión del impuesto eclesiástico para las personas físicas, es decir, los contribuyentes particulares?

“Hay una importante diferencia entre estos dos tipos de impuestos”, dice René Pahud de Mortanges.

“Las personas morales tienen la obligación legal de pagar el impuesto mientras  tengan su sede en el cantón de que se trate. Las personas físicas pueden dejar de pagar el impuesto eclesiástico si se separan de su Iglesia”.

“Esto se debe a que la libertad de credo está consagrada en la Constitución. Así, cuando los individuos pagan el impuesto eclesiástico, lo hacen de manera realmente voluntaria. Este sistema apenas puede ser objetado por los sectores político o privado”.

Particularidad suiza

Pero las fuerzas conservadoras dentro de la Iglesia Católica desean poner término a todo el sistema.

El vicario general del Arzobispado de Chur, Martin Grichting, es un firme defensor de la abolición del impuesto eclesiástico. Experto en Derecho Canónico, sostiene que este impuesto debería ser sustituido por donaciones o impuestos voluntarios. Señala que la relación actual entre la Iglesia y el Estado es incompatible con el Derecho Canónico por la naturaleza de la Iglesia, que es jerárquica y no democrática.

“Solamente Suiza, Austria y Alemania tienen un impuesto eclesiástico en su forma actual”, dijo Martin Grichting a la televisión pública suiza de expresión alemana. “El 97% de los católicos del mundo financian sus iglesias de otras maneras”.  Pero, ¿las de Suiza podrían sobrevivir sin estos ingresos?

“Dependiendo de los cantones, las rentas procedentes del impuesto sobre las personas morales varían en importancia”, dice René Pahud de Mortanges, al hacer referencia a su reciente estudio.

“Así, las iglesias se verían afectadas en diferentes grados si el impuesto desapareciera. Sin embargo, la supresión del impuesto eclesiástico para los particulares tendría un efecto dramático. Esto es evidente cuando se observa la situación en los cantones de Ginebra y Neuchâtel, donde no hay impuesto eclesiástico, y donde las iglesias – en comparación con el resto de Suiza – tienen muy poco dinero. Por supuesto, eso conduce a una dramática reducción de los servicios que pueden ofrecer”.

El impuesto eclesiástico es una característica de los países germánicos, con diferencias nacionales. Alemania grava a los individuos, pero no a las empresas. Austria tiene un equivalente del impuesto sobre la iglesia, pero es colectado por las propias iglesias.

“Lo que es único en el sistema suizo, es la  oportunidad para los miembros de la iglesia de tener voz y voto sobre cómo se utilizan los ingresos fiscales. Para la Iglesia Católica en particular, es algo notable. Esta fórmula garantiza un empleo  de los recursos financieros de la Iglesia cerca de la base”, dice René Pahud de Mortanges.

En la mayor parte de Suiza, los miembros registrados de las iglesias reconocidas deben contribuir a su mantenimiento a través de impuestos.  

En la mayoría de los cantones, las empresas también tienen que pagar, el dinero es distribuidos en proporción al número de miembros de la iglesia en el cantón.  Los tasas varían de un cantón a otro.

El dinero es recaudado por el gobierno y administrados por los consejos eclesiásticos elegidos por los feligreses locales. Estos órganos son independientes y están integrados por laicos; el clero parroquial son miembros ex officio.  Los concejales electos están organizados en una asamblea a escala  cantonal.  En cada reunión pública someten su estado financiero a la votación de los miembros de la iglesia.  

Los ingresos fiscales se utilizan por lo general para el pago de los salarios de los clérigos, el mantenimiento de los inmuebles de la iglesia, y los servicios sociales.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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