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Cuando los padres beben, los hijos pagan el precio

Bici infantil junto a unas botellas
En Suiza, 100 000 niños viven con un progenitor alcohólico. swissinfo.ch

El alcoholismo de un progenitor puede tener graves consecuencias en la salud de un menor. Para evitar que este caiga en la espiral de la dependencia o de las enfermedades psíquicas, el alcoholismo debe dejar de ser un tabú. Dos hijos de padres dependientes comparten su testimonio para ayudar a la siguiente generación.

En Suiza, alrededor de 100 000 niños crecen al lado de un padre alcohólico. Estos menores tienen seis veces más riesgo de desarrollar alguna dependencia o algún problema psíquico. Las cifras confirman la gravedad del problema.

Detrás de las estadísticas se esconden vidas tortuosas, sufrimientos silenciosos y soledades opresivas. Estas historias no son de aquellos que las cuentan, sino de quienes quedan sepultados entre sus secretos de familia. Los niños silencian sus desgracias para proteger a sus padres, escapar de la vergüenza o porque tienen un sentimiento de culpabilidad. Addiction SuisseEnlace externo organizó en febrero pasado una Semana de Acción Nacional para darles voz.

“Tenía miedo de que mi padre matara a mi madre”

Sandra Leu* ha tenido la valentía de romper el silencio. Un silencio ensordecedor que durante mucho tiempo rodeó el drama de su infancia. “Vista desde el exterior, éramos una familia perfecta”, dice esta cuadragenaria. Su padre es un hombre respetado que siempre logró trabajar pese a su adicción al alcohol. Su madre sufría una depresión. Sandra Leu tuvo que irse haciendo sola en la vida, siempre con el miedo anclado al vientre. Para protegerse a sus progenitores, guardaba en secreto la agresividad de su padre, los golpes y también los abusos sexuales.

Para no generar más problemas en la familia, Sandra Leu se aisló. “No podía invitar a mis amigos a casa. Tenía la impresión de que yo debía estar siempre ahí, porque tenía miedo de que mi padre matara a mi madre”, dice. La pequeña intentaba actuar como mediadora entre sus padres. En lo más profundo de su ser, hay un sentimiento de culpabilidad. “¿Y si todo estuviera sucediendo por mi culpa”, se decía.

Pese a su violencia, Sandra Leu describe a su progenitor como a un padre “cariñoso”. “Él también creció con un padre alcohólico. Así que vivía su propia desgracia”, precisa. A la edad de 12 años, le preguntó: “¿No puedes dejar de beber?”. “Si tú supieras…”, le respondió con un profundo sentimiento de impotencia. Las palabras no excusan los actos, reconoce la víctima, y tampoco dan consuelo. 

Sandra Leu sufrió más tarde las consecuencias del maltrato del que ella fue objeto. Algunos años después de la muerte de su padre, como consecuencia del alcoholismo, a pesar de que estaba casada y era madre de tres hijos, cayó en una profunda depresión.

Hoy en día, es maestra en un jardín de infancia. Ha sido capaz de enfrentar sus propios demonios y está comprometida con el bienestar de sus alumnos. “Intento apoyarlos, ayudarles a vivir con normalidad”.

Una persona de perfil con un cigarrillo y una cerveza en la mano
Reuters

“Asumí responsabilidades que un niño debería tener que asumir”

Para enfrentar la adicción, Nina* tuvo la suerte de encontrar apoyo y un sitio para hablar y desahogarse. Su padre desapareció cuando ella era muy joven, así que la treintañera creció con una madre alcohólica. “Yo no comprendía lo que estaba sucediendo, pero me daba cuenta de que mi madre no estaba bien”, recuerda.

Ahí en donde el resto de los niños son acompañados normalmente por sus padres, Nina estaba sola : “Tuve que asumir responsabilidades que no le corresponden a un niño. Estaba sola en la casa a menudo”. Pero sin importar estas dificultades, la pequeña no se dejaba amedrentar. “No consideraba esta situación como un problema. Para mí, esta era la normalidad”.

A los seis años, fue a vivir con una familia de acogida. Pero ironías del destino, uno de los padres también era alcohólico. “No percibía la dependencia de la misma forma en la que la vivía con mi madre. En este caso el contexto era diferente: yo no estaba sola. Había un padre sano y también había hermanos”.

Un año más tarde, le encontraron una nueva familia en la que se sintió más a gusto y que fue capaz de prodigarle la estabilidad que necesitaba. “Mi entorno, mis tías y mis abuelos, aceptaron a mis padres de acogida, lo que me ayudó mucho”. Con el apoyo de su familia, Nina también logró mantener el contacto con su madre. “Ella no solo era una mujer con un problema de dependencia que descuidaba a su hija. Ella me aportó muchísimo. Aprendí mucho de ella, especialmente sobre su sentido del humor y su creatividad”.

Aunque Nina tuvo la suerte de recibir la ayuda de su familia de acogida para comprender y curar la adicción, considera que las vivencias de su infancia sí la marcaron: “Aprendí a cargar sobre mis hombros muchas responsabilidades, demasiadas quizás. A menudo anteponía las necesidades de los otros, ignorando las mías. Una forma de funcionar que me acarreó dificultades en mi vida adulta”. Ser colocada en una familia de acogida fue una prueba, pero también le permitió preservar un lazo entre madre e hija. “Todavía tengo contacto con mi madre, y ahora tenemos una excelente relación”.

“Es más fácil mirar hacia otro lado”

Colocar a un niño en una familia de acogida puede ser necesario en algunos casos, pero no siempre es la solución adecuada. “Lo esencial es permitir a los niños de padres dependientes hablar y expresar sus necesidades dentro de un marco de protección, en ocasiones sin los padres”, explica Renate Bichase, psicóloga especializada en niñez y adolescencia.

Los especialistas trabajan también en el entorno del menor. “Los padres sanos, pero también una madrina o abuelo, o un vecino, pueden aportar apoyo. Nosotros podemos también hablar con la escuela para favorecer la comprensión o incluso, aportar consuelo”, explica la psicóloga. A veces también posible hablar con el progenitor dependiente y ver la opción de iniciar un tratamiento.

Para poner medidas en marcha, el reto es la detección temprana de las situaciones familiares problemáticas. Y para lograr resultados, es conveniente desechar el tabú que reina todavía en torno al alcoholismo. “La mayoría de los niños me dicen que no hablan con nadie de la dependencia de sus padres. En contrapartida, comparten más fácilmente otro tipo de problemas”, señala Renate biches.

Las autoridades y los especialistas en la materia hacen un llamamiento a que todos nos mantengamos atentos a la problemática de las dependencias en el seno familiar. En su sitio web, Addiction SuisseEnlace externo ofrece consejos para quienes han detectado a niños con este problema: “Es fácil mirar hacia otro lado, pero todos tenemos el deber de mantenernos vigilantes”, subraya concejal de Asuntos Sociales de la ciudad de Berna y la exdiputada ecologista, Franziska Teuscher.

*nombres ficticios

Traducción del francés: Andrea Ornelas

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