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Capellanes castrenses, en el frente de la pandemia

Capellán jefe hablando con reclutas
Hoy en día la Capellanía castrense es más una cuestión de diálogo y escucha que de ritos. Vbs/ddps

Al igual que ha ocurrido en el mundo civil, la pandemia de coronavirus ha alterado las actividades del Ejército suizo. Algunas veces, las misiones de apoyo a los cantones y la restricción de movimientos han sido psicológicamente estresantes. La Capellanía castrense ha intensificado sus intervenciones para apoyar la moral de las tropas. En la actualidad, la tarea de los capellanes es más una cuestión de acompañamiento personal que de guía espiritual.

La primavera pasada, en la primera ola de coronavirus, el Ejército movilizó tropas para apoyarEnlace externo a las autoridades civiles. Fue la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial en que los soldados suizos eran llamados así. Y hasta finales de marzo está en marcha una nueva misión de ayuda –esta vez basada sobre todo en voluntarios– para hacer frente a la segunda ola.

Frente a la muerte

Se ha enviado a las tropas sanitarias a los hospitales para que echen una mano a un personal civil al límite de sus fuerzas. Una misión que muchas veces a nivel psíquico no resulta fácil.

“Imagínese a un joven que de la noche a la mañana tiene que dejar la vida civil para encontrarse en un hospital teniendo que atender a personas que se están muriendo. Yo, por ejemplo, hace poco he estado con un soldado de 21 años cuya misión era evitar que un paciente se arrancara los tubos. Psicológicamente es estresante”, dice el capitán Stefan Junger, jefe de la Capellanía castrenseEnlace externo.

Acompañar a los moribundos es un caso extremo. Pero el simple hecho de ser movilizado y tener que dejar la vida civil aparcada a un lado puede generar ansiedad.

Además, también hay que tener en cuenta la sensación de encierro tanto para las tropas movilizadas como para las que realizan un servicio normal, como la escuela de reclutas. Para limitar al máximo el riesgo de contagio, en los últimos meses las salidas y los permisos se han restringido mucho o incluso se han eliminado. Y estar confinado durante semanas o meses en el cuartel también puede tener un impacto negativo en la moral.

Soldado en el pasillo de un hospital
La presencia de soldados en un hospital civil, como el pasado noviembre en los Hospitales Universitarios de Ginebra, no sorprende demasiado en este periodo de pandemia. Keystone / Laurent Gillieron

Un oído amigo

En este contexto, la Capellanía castrense ha reforzado su presencia hasta con 35 personas contratadas durante la primera ola de la COVID-19. En el servicio de apoyo actualmente hay cinco capellanes en activo. Su labor es estar disponibles y escuchar a quienes lo necesitan.   

Esta tarea no es exclusiva de la misión de ayuda. El folleto ‘Servicio de apoyo a las Fuerzas Armadas’ explica claramente cuál es la función de los capellanes. “La Capellanía castrense está al servicio de todos aquellos que buscan escucha y consejo, que se hacen preguntas sobre el sentido de la vida y que desean tener una conversación personal”. Este documento oficial especifica que se trata de “un lugar de escucha al servicio de todo el personal militar, independientemente de su afiliación religiosa”.

“La experiencia ha sido bastante buena. Los militares comprometidos en el marco de la operación de apoyo se han alegrado de tener a su disposición una persona estable y fácil de contactar. A veces simplemente se trataba de jugar a las cartas con ellos”, aclara Stefan Junger.

Sin embargo, el Ejército cuenta con otros dos servicios de soporte a la tropa: un servicio psicopedagógico y un servicio social. Entonces, ¿por qué acudir a los capellanes si uno tiene problemas o simplemente se siente triste? “En comparación con los otros dos servicios, la particularidad de la capellanía es que actúa directamente sobre el terreno”, responde su responsable.

Los capellanes acompañaban a las tropas cantonales ya en la antigua Confederación. Un ejemplo famoso de capellán castrense es Ulrich Zwingli, el futuro reformador, en la batalla de Marignano (1515).

En el Estado federal moderno, el cargo de capellán se creó por primera vez en 1874. Aunque inicialmente previsto para tiempos de guerra, en 1883 el puesto se amplió a la instrucción en tiempos de paz.

Actualmente, la Capellanía castrense necesita unos 170 capellanes. Se incorporan entre 30 y 40 nuevos cada dos años.

Los capellanes son voluntarios y propuestos por las Iglesias o comunidades religiosas asociadas a la Capellanía castrense.

Los candidatos deben tener competencias teológicas en su propia fe, así como habilidades personales, sociales y de comunicación.

Desde hace unos 20 años, la Capellanía castrense también está abierta a las mujeres.

Capellán ante todo

Con este concepto de asistencia a la persona, estamos muy lejos de una unión entre el Ejército y la Iglesia. “La capellanía ha cambiado. Antiguamente era la Iglesia en el Ejército; hoy se trata de estar cerca de los militares, de compartir su vida cotidiana”, reconoce Stefan Junger.En este contexto, no hay lugar para el proselitismo o el sectarismo. Los principios de la capellanía de las fuerzas armadas están claros. “Como institución pública que es, el Ejército no distingue entre los militares por su pertenencia religiosa, eclesial, confesional o por sus convicciones. El Ejército exije, por lo tanto, que la capellanía dirija sus actividades a atender a todos los militares, sin distinción de ningún tipo”.“En otras palabras, esto significa que uno primero es capellán y solo luego religioso. Pero, por supuesto, uno no oculta su afiliación religiosa. Si una persona necesita apoyo espiritual, se lo damos, pero esa no es la misión principal”, explica Stefan Junger.

Abierto a todas las religiones

La mayoría de los Ejércitos tienen un servicio de capellanía. Por lo general, los capellanes son contratados para ocuparse específicamente de las tropas de su propia confesión. De este modo, los capellanes castrenses se esfuerzan por responder a las necesidades de los soldados de diferentes confesiones presentes en sus filas.

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El Ejército francés, por ejemplo, creó una capellanía musulmana en 2006. Y desde entonces, durante un mes al año, se destina a la Legión Extranjera un sacerdote ortodoxo del Patriarcado de Moscú. El Ejército alemán, por su parte, este año ha incluído a los rabinos para atender a sus entre 50 y 300 soldados de confesión judía.

En Suiza, la Capellanía castrense tradicionalmente colabora con las Iglesias reformadas, católica y católica-cristiana. Desde el pasado mes de noviembre, esta colaboración se ha ampliado a las Iglesias evangélicas. Con esta ocasión el Ejército publicó un comunicadoEnlace externo en el que afirma que “dado que la sociedad suiza es cada vez más multicultural, esta apertura es realmente necesaria”.

El Ejército suizo no tiene (todavía) ningún capellán no cristiano. Pero las cosas podrían cambiar. “Estamos en pleno debate con las demás religiones. En principio, estamos dispuestos a colaborar con todas las comunidades religiosas que acepten el funcionamiento básico de la Capellanía castrense. Pero es difícil decir cuándo se traducirá en resultados concretos. Primero hay que hacerles entender sobre todo que no se buscan imanes o rabinos, sino capellanes que tienen un trasfondo musulmán o judío”, dice Stefan Junger.

En Suiza, el servicio militar es obligatorio para los hombres y voluntario para las mujeres. Tras una formación inicial de unos cuatro meses (en la escuela de reclutas), los soldados realizan cada año cursos de preparación hasta alcanzar un total de 245 días de servicio (280 para las tropas de élite). La duración del servicio es mayor en el caso de los cuadros: 680 días, por ejemplo, para los oficiales subalternos.    

Solo una minoría de los efectivos es capaz de completar todo su servicio de una sola vez (el 15% del total de reclutas y solo ciertas armas y funciones). En ese caso, el número de días de servicio para un soldado de base es de 300. El Ejército también cuenta con un pequeño número de profesionales (unos 3 600) para la supervisión, la formación o las tareas especiales.  

Este sistema permite que Suiza siempre tenga determinada cantidad de soldados preparados para ser alistados. El último censo realizado en 2019 registróEnlace externo 140 304 militares. 

Cuando los recursos civiles no son suficientes, el Gobierno puede contarEnlace externo para un servicio de apoyo con el Ejército. Durante la primera ola de la pandemia, en la primavera de 2020, se movilizaron algo más de 2 000 militares para ayudar a las autoridades civiles.  

En esta segunda misión (que comenzó en noviembre y terminará a finales de marzo) no se ha movilizado a nadie. Además de los 700 soldados en servicio normal, el Ejército ha podido contar con 350 voluntariosEnlace externo. Todavía hay (a principios de febrero) 83 militares en servicio de asistencia. En el marco de la 2ª misión CORONA se han completado hasta ahora unos 33 000 días de trabajo.

Traducción del francés: Lupe Calvo

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