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Clases multigrado, ¿modelo pedagógico del futuro?

La escuela de Barberêche, en el cantón de Friburgo, ha optado por las clases multigrado como modelo pedagógico. swissinfo.ch

En Suiza, muchas aulas multigrado son el resultado de factores demográficos y económicos. Sin embargo, varias escuelas las han convertido en un modelo pedagógico que fomenta la autonomía, el compañerismo y las ganas de aprender.

Agrupar a niños de diferentes edades en la misma clase es prácticamente la norma en los remotos pueblos de montaña y los pequeños municipios alejados de los centros urbanos.

Cuando los alumnos no alcanzan la veintena y los recursos son limitados, hay una sola maestra para atender a todos los cursos, desde el primero hasta el último de la enseñanza elemental.

Se estima que las aulas multigrado superan el 20% en algunos cantones suizos. El cuerpo de enseñanza suele verse ante un hecho consumado: la decisión viene de arriba y no queda más remedio que poner al mal tiempo buena cara.

“Rara vez es fruto de una voluntad pedagógica y menos aún política”, afirma Olivier Maulini, de la Facultad de Ciencias de la Educación de Ginebra.

En los últimos años, sin embargo, el debate sobre las ventajas de las aulas multigrado son un tema de actualidad. La UNESCO ha promovido su adopción en las regiones en vías de desarrollo, y varios países occidentales, entre ellos Francia y Estados Unidos, han intentado integrar este modelo pedagógico en sus sistemas escolares.

Varios centros suizos han convertido estas clases en su credo, convencidos de que la diversidad constituye una riqueza por la que merece la pena apostar.

Un gran desafío para los docentes

En el pequeño municipio de Barberêche, en el cantón de Friburgo, los niños de 4 a 8 años comparten aula. Algunos ya saben leer y escribir, otros recién aprenden a reconocer las primeras letras del alfabeto.

A veces trabajan juntos, otras se dividen en grupos, “más en función de sus conocimientos que de su edad”, subraya la maestra encargada de la clase, Anne-Marie Geinoz.

Las actividades que tienen que preparar los maestros se multiplican, y la gestión del tiempo y del espacio adquiere un papel crucial. “Una clase multigrado requiere una mayor dedicación, especialmente cuando en ella hay alumnos de los primeros cursos escolares”, explica Julien Clenin, docente en la Escuela Universitaria de Pedagogía de los cantones de Berna, Jura y Neuchâtel.

“Hay que evaluar los progresos y las dificultades de cada niño y adaptar los instrumentos a sus necesidades”. Esta estrategia no es exclusiva de las aulas multigrado, pero se vuelve imprescindible en estos grupos.

Algunos cantones, por ejemplo Friburgo, han introducido talleres especializados para formar a los jóvenes docentes a gestionar una clase de varios grados. “Se basa en una clara filosofía pedagógica: cada niño tiene un ritmo de aprendizaje, que a menudo no depende de la edad biológica”, comenta el profesor Olivier Maulini.

“La convivencia de alumnos de diferentes edades reproduce un modelo del tipo familiar y permite desarrollar competencias sociales que se valoran mucho en algunos contextos, por ejemplo en el rural”.

Confianza, compañerismo y responsabilidad

Hasta ahora son escasos los estudios empíricos en el mundo sobre las ventajas e inconvenientes de las aulas multigrado y su incidencia en los resultados estrictamente escolares. ¿El rendimiento de los alumnos es mejor o peor? Es difícil establecerlo, según Olivier Maulini.

“Mucho depende de la capacidad y de la actitud de los docentes, pero también de los compañeros. Los más pequeños intentan copiar a los mayores, mientras que los más grandes asimilan mejor sus conocimientos, o por lo menos son más conscientes de sus avances”.

Según los investigadores de San Gall, los alumnos de una clase multigrado suelen ser más autónomos. “Aprenden a trabajar solos y a ayudarse mutuamente cuando la maestra está ocupada en explicar matemáticas o gramática a otro grupos”, explica Julien Clenin.

La edad en un grupo multigrado deja de ser un factor discriminatorio y la colaboración se impone a la competitividad. “Los alumnos tienden menos a hacer comparaciones y afrontan una dificultad pasajera con más serenidad que en otro centro, donde se percibiría como un fracaso escolar”.

Una realidad desatendida

Las iniciativas como la de Barberêche constituyen una excepción en Suiza, país en el que las clases heterogéneas suelen percibirse como un obstáculo.

Para los defensores de una enseñanza liberal, más autoritaria y orientada en el mérito, la misión de los docentes no reside en adaptarse al ritmo individual de cada alumno, sino en seleccionar a los mejores. El resto tendrá tiempo de recuperar más adelante los años de estudios perdidos.

En la mayor parte de los casos, los cursos multigrado son simple y llanamente una opción para llenar las aulas. Así lo demuestra la falta de manuales didácticos especializados, aunque no únicamente.

“La carga que pesa sobre los maestros es el creciente número de alumnos, las reticencias de los padres, la presión del plan de estudios y las notas”, explica Anne-Marie Geinoz.

A ello se suma la presencia de alumnos extranjeros, inmigrantes recientes que carecen de las bases lingüísticas necesarias, que acentúan la heterogeneidad y vuelven más difícil el trabajo del cuerpo docente.

Sea como fuere, las clases multigrado son una realidad en Suiza e ignorarlo no sería prudente. Los beneficios que pueden aportar dependen no solo de los docentes, sino también –o sobre todo- de las instituciones, concluye Julien Clenin.

“Es difícil llevar adelante un proyecto más demandante en términos de energía y tiempo, si carece de una clara base pedagógica, que sitúe al niño en el centro de la enseñanza y proporcione a los maestros los instrumentos necesarios para ello”.

La escuela de Barberêche forma parte del proyecto denominado Basisstufe, que prevé agrupar alumnos de preescolar y de enseñanza elemental.

La fase piloto se lanzó en 2003 y concluyó en 2010. Diez cantones y el Principado de Liechtenstein se adhirieron al plan de enseñanza: cerca de 3.000 alumnos y 151 clases.

Los dos modelos propuestos son:

Basisstufe-3: último año de preescolar + primer año de enseñanza elemental

Basisstufe-4: últimos dos años de preescolar + primeros dos años de enseñanza elemental (4-8 años)

Según un informe de la Escuela Universitaria de Pedagogía del cantón de San Gall, este modelo puede considerarse un éxito: además de facilitar la transición de párvulos a la enseñanza elemental, los niños avanzan a su ritmo y obtienen resultados análogos a los de las aulas monogrado. No obstante, también revela que supone una mayor carga para los docentes, tanto en materia de preparación y gestión de la clase.

Además del proyecto Basisstufe-3, otros municipios suizos han decidido fomentar las clases multigrado en la enseñanza primaria y reunir dos o tres grupos de edad en un proyecto pedagógico. La parte francófona de la ciudad de Biel, que es bilingüe, lanzó un proyecto piloto en 2009 e integró en las aulas multigrado también a alumnos con dificultades de aprendizaje.

La enseñanza en Suiza es una competencia que comparten Estado, cantones y municipios (comunas), lo que permite tener en cuenta las distintas lenguas y culturas del país.

La principal responsabilidad recae en los cantones. Por ello existen 26 sistemas escolares en el país, aunque comparten principios básicos.

La escolaridad obligatoria dura nueve años y la enseñanza pública, que frecuenta aproximadamente el 95% de los alumnos, es gratuita.

La mayoría de los niños se escolarizan a los 6 años, tras uno o dos años de parvulario. 

(Traducción: Belén Couceiro)

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