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Heroínas suizas olvidadas

Schweizerische Nationalbibliothek

Mujeres que lanzan rocas y troncos de árboles a atacantes desprevenidos, mujeres que hacen un gran alboroto para alarmar y engañar al enemigo, mujeres que se visten como soldados… las mujeres suizas han mostrado siempre ingenio y valentía. Las leyendas lo recuerdan.

Las mujeres que hicieron retroceder al enemigo lanzándole rocas vivían en el Val Lumnezia, un valle cercano al río Rin, en el cantón de los Grisones. Eso fue en 1352, los hombres contenían a las fuerzas enemigas en la bahía, y cuando las mujeres advirtieron que algunos de los invasores trataban de colarse por otro lado, tomaron sus propias medidas.

En el Val Lumnezia esta historia es parte del folclore local. Tuvo lugar en Porclas, acceso en el muro que bloquea la entrada al valle y que ahora es conocido como Puerta de las Mujeres. Pero, curiosamente, es más fácil hallar información en Internet sobre las amplias conmemoraciones que tuvieron lugar en 1952, que sobre la batalla misma.

El profesor jubilado, Nicolaus Caduff, publicó recientemente un libro de fotografías sobre el evento de 1952, que había atraído a miles de visitantes.

Asistió incluso el entonces ministro del Interior, Philipp Etter. Para Caduff, la celebración refleja cómo -en el período posterior a la II Guerra Mundial- los suizos todavía estaban preocupados por la defensa de sus valores contra el nazismo y el fascismo en los países vecinos.

“No solamente al nivel local, sino también en el cantón de los Grisones en su conjunto y, en cierta medida, en toda la Suiza”, comentó el profesor a  swissinfo.ch.

El sacerdote local, Toni Halter, autor conocido desde entonces, escribió una pieza de teatro que reconstruía la batalla y que fue escenificada por los aldeanos. No solamente se valió de la tradición oral como fuente original: también recurrió a diversos historiadores.

Cuarenta años después, los festejos de 1952 fueron objeto de conmemoración con una película para la televisión que utilizó diversas grabaciones de la obra. Incluyó algunos papeles estelares, pero más de 2.000 personas de todo el valle participaron.

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Tradiciones vivas

A diferencia de algunas otras historias de heroínas, la batalla de Porclas no ha dado lugar a una celebración anual.

Sin embargo, la actuación en 1712 de las mujeres de Fahrwangen y Meisterschwanden, dos poblados del actual cantón de Argovia, es celebrada  cada mes de enero, desde 1912. Durante tres días, las mujeres dominan en el pueblo y cazan hombres con grandes redes. Es una recompensa por aquellas que se internaron en el bosque haciendo un escándalo tal que hicieron pensar al enemigo que se trataba de un gran ejército de refuerzos.

La protagonista femenina suiza más conocida, una de los pocas que es famosa fuera de su región, es probablemente Mère Royaume de Ginebra, que habría dado la alarma y lanzado una olla de sopa hirviendo sobre las tropas que trataban de colarse en la ciudad una noche de diciembre en 1602. Ese acontecimiento se conmemora cada año también. Los ginebrinos lo festejan, pero existe además una muy conocida versión en chocolate de la caldera de Mère Royaume.

Ambas festividades figuran entre las 167 Tradiciones Vivas enlistadas por la Oficina Federal de la Cultura en 2012. Lo mismo sucede con la Peregrinación de Stoss, en Appenzell Rodas Interiores, que recuerda una batalla de 1405 en la que las mujeres se habrían unido a los hombres y lanzado piedras contra el enemigo. Pero, irónicamente, no fue sino hasta 1991 cuando se permitió la participación femenina en la peregrinación.

Suiza, tal como la conocemos hoy, se formó gradualmente en el transcurso de muchos siglos.

En la época medieval, en algunas partes de lo que hoy es Suiza familias nobles luchaban entre sí por el control del territorio, en otras comunidades locales eran suficientemente fuertes como para hacer valer sus propios intereses, por un lado, con la eliminación de los señores feudales, y por otro, con la ampliación de su territorio.

En 1292, el duque Alberto I de Habsburgo combatía una sublevación de amplio alcance en la parte occidental de sus tierras, en gran parte de la Suiza moderna. La ciudad de Zúrich estaba entre los rebeldes. Aunque Alberto dominó la revuelta, los Habsburgo fueron expulsados poco a poco de todas sus propiedades en Suiza.

En Porclas, los invasores fueron las tropas del conde de Werdenberg, cuya base se encontraba en la parte baja inferior del Rin y trataba de expandirse en el territorio bajo el control del barón de Belmont.

En la batalla de Stoss, en 1405, resultó victorioso un pequeño ejército de pobladores de Appenzell sobre una fuerza mucho más grande de Austria – el comienzo de una larga lucha, al término de la cual el pueblo de Appenzell se liberó del príncipe -abad de San Gall- y, finalmente, se unió a la Confederación Suiza.

Los ciudadanos de Ginebra derrocaron a los duques de Saboya en el Siglo XVI y se sumaron a La Reforma. El duque hizo un último intento de recuperar la ciudad en 1602, sus tropas escalaban los muros por la noche, pero la Mère Royaume les lanzó el contenido de su caldero, dio la alarma y la ciudad se salvó.

La segunda Guerra de Villmergen, en 1712, enfrentó a Zúrich y Berna contra los cantones católicos de la Suiza central; Fahrwangen y Meisterschwanden eran gobernados entonces por Berna. La guerra terminó con la derrota de los católicos.

La mujer en un mundo de hombres

¿Qué muestran estas historias sobre la forma en que las mujeres eran vistas en Suiza, donde apenas obtuvieron el derecho nacional al voto en 1971?

“En muchas de las historias, aparecen fuera de sus roles tradicionales, actúan como si estuvieran prestas a luchar, pero en realidad no lo hacen”, explica a swissinfo.ch, Meret Fehlmann, del Instituto de Estudios de Culturas Populares de la Universidad de Zúrich.

Refiere las historias de las pobladoras de Fahrwangen y de Zúrich en 1292, las cuales, en ausencia de sus hombres, se colocan la armadura y se internan entre los árboles de la colina de Lindenhof; las tropas que mantienen sitiada la población se encuentran demasiado lejos para ver lo que realmente sucede y huyen persuadidas de que la ciudad está bien resguardada.

Fehlmann piensa que la diferencia en la actitud entre ambos sexos podría explicar por qué las historias de las mujeres son relativamente poco conocidas.

“Tal vez la gente no quiere promover realmente este papel de las mujeres.  Guillermo Tell, quien disparó contra un tirano, hizo lo que se supone que un hombre tiene qué hacer: defenderse y defender a su familia y erigió ciertos principios. Pero las mujeres no tienen el mismo campo de acción, y esa podría explicar la reticencia a contar esas historias”.

Johann Rudolf Schellenberg, 1786

‘Cuidado con las mujeres’

Elisabeth Joris, una historiadora que ha escrito mucho acerca de las mujeres, señaló que durante la formación de la Confederación Suiza, desde finales del Siglo XV y hasta el XVII, el sistema de gobierno fue dominado por importantes familias, no por individuos, cada una con un hombre -el padre- a la cabeza.

Los hombres eran los responsables de la organización militar, que iba de la mano con la organización política. Pero a menudo las mujeres ejercían una gran influencia en esa sociedad, por ejemplo, al ayudar a sus hombres en los altos cargos, a menudo por medio de la astucia, un rasgo asociado con las mujeres, en gran medida gracias a la figura bíblica de Eva.

Eso encaja con una historia como la de Lindenhof, explica la experta. “Las mujeres no desafían el dominio de los hombres, sino que actúan como ellos, ya que ellos no están ahí. El enemigo no decide no asaltar la colina porque tiene miedo de las mujeres, sino porque cree que son hombres”.

Georg Kreis, profesor de Historia de Suiza en la Universidad de Basilea, sugiere otra lectura del engaño de las mujeres.

“El metamensaje es quizás que se debe tener cuidado con las mujeres. Son peligrosas porque son muy astutas”.

Pero él está de acuerdo sobre el papel de los sexos, citando el ejemplo de las mujeres de Appenzell en la batalla de Stoss.

“El mensaje es: ‘incluso las mujeres’ participan. El punto de la historia está en  el ‘incluso’. Hace a las mujeres fuertes, pero al mismo tiempo nos recuerda que son (en realidad) débiles y amantes de la paz. Los hombres son el criterio de normalidad”.

“Mirándolo desde un punto de vista psicológico, creo que estas historias son, probablemente, fantasías masculinas. No fueron las mujeres las que las  produjeron. Las mujeres son alegorías, son diosas de la guarda, que inspiran a los hombres”, acota.

Traducción del inglés, Marcela Águila Rubín

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