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La prosperidad desplaza la autenticidad de Gstaad

Gstaad tiene dos caras: la de la idílica localidad sencilla de montaña y la de centro turístico para los más ricos. Gstaad Palace

Estrellas, huéspedes comunes, dueños de castillos, líderes inmobiliarios, directores ferroviarios, maestros de esquí, campesinos o, incluso, la pastora protestante del pueblo: todos están de acuerdo: Gstaad es un paraíso, pero creen que intereses particulares ponen en peligro este “jardín del Edén alpino”.

Madonna se calificaba de “una gran afortunada en el paraíso” en un mensaje que subió a una red social mientras pasaba sus vacaciones en Gstaad. La estrella del pop es solo un ejemplo de aquellas figuras conocidas que admiran y se sienten a gusto en la famosa estación invernal helvética. Johnny Halliday o su amigo Roman Polanski han comprado allí un chalé por varios millones de francos.

Entre los 180 extranjeros que pagan impuestos por tener una vivienda en Gstaad (una tarifa impositiva fija) se encuentra la actriz británica Julie Andrews. Ella califica al lugar desde hace 20 años como “el último paraíso en un mundo loco”.

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Difunden el nombre de Gstaad en el mundo

Este contenido fue publicado en La lista de los famosos que han pernoctado en los lujosos hoteles de Gstaad es larga. También hay muchos que tienen su chalé en el lugar. Aprecian que esta estación de vacaciones ponga especial atención en proteger la privacidad de sus huéspedes. La riqueza de estos clientes se esconde bien detrás de las fachadas de…

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Los huéspedes en los Alpes

“Sin duda es un paraíso”, coinciden Judy Smith, Debbie y Victoria Swann. Las australianas comparan el lugar con otros centros vacacionales que han visitado en su tierra, en Canadá y en Italia: “Fue un caos. Aquí es tranquilo, como en una tarjeta postal”

Ellas no solo vienen a Gstaad para esquiar. Les atrae también el confort que ofrece. Pernoctan en las instalaciones de Alpina, el más joven de los hoteles de lujo en esta localidad. “El personal es gentil, los restaurantes, excelentes, y las habitaciones, maravillosas”, equipadas, por ejemplo, con un televisor de un valor de 25.000 francos. Alpina, un proyecto de 300 millones de francos inaugurado hace apenas doce meses, obtuvo el reconocimiento de Hotel del Año 2013 por la guía Gault et Millau.

Hay poco movimiento esta tarde grisácea de enero: el remonte va y viene sin pasaje a bordo. Solo hay una cliente: Célia Dessarzin.

La joven de Ginebra trabaja durante el invierno como florista en Gstaad y emplea su pausa de medio día para esquiar un poco. Hoy debe contentarse con descender la pista para principiantes, porque las telecabinas que suben a Wispile, a 1.900 metros de altitud, están fuera de servicio.

Los monitores de esquí

Dos maestros del deporte invernal son también los únicos clientes del bar de nieve a pie de pista. Como no tienen muchos alumnos ahora, ofrecen cursos a los niños de la localidad a precios atractivos. Ellos también elogian la belleza del paisaje y la moderna infraestructura de la estación alpina

Luego de preguntarles en repetidas ocasiones sobre eventuales problemas en Gstaad, Joe Zumstein menciona el denominado hoyo de enero. Debido a que la mayoría de los dueños de los chalés solo vienen durante las vacaciones escolares, la temporada invernal se limita a algunos días en diciembre, febrero y marzo.

Las instalaciones del ‘Mountain Rides’, como se bautizaron a los remontes mecánicos de la región de Saanen, “están ya viejos y casi inservibles”, dice Jan Brand, nacido en Gstaad y director de la Escuela de Esquí local. “Requieren ser renovados. Ya no cumplen con las exigencias de los visitantes”, comenta quien en temporada alta puede ocupar hasta a 150 maestros de esquí.

A 1.000 metros de altura sobre el nivel del mar.

Más de 53 remontes (14 góndolas, 17 telesillas y 22 telesquíes) dirigen a casi todos los picos de la región de Saanen y conectan 220 kilómetros de pistas entre Zweisimmen y Château-d’Oex.

La mayoría de estas instalaciones funciona gracias a la nieve artificial que permite el funcionamiento de las pistas de enero a principios de abril.

La mayor parte de esta área esquiable se encuentra en la boscosa zona prealpina y cuenta con muchas pistas de poca y mediana dificultad, adecuadas especialmente para familias y personas con poca experiencia en el esquí.

El punto más alto que alcanzan los remontes‚ Mountain Rides‘ es el Videmanette, a 2.150 metros sobre el nivel del mar.

Desde Gstaad, se llega en solo 20 minutos en auto a las instalaciones del remonte del Glacier 3000, sobre Les Diablerets (cantón Vaud), donde se pueden practicar deportes invernales desde finales de octubre a mayo. 

El director de los remontes

La situación de los remontes también se aborda en el reciente informe anual de actividades de ‘Mountain Rides’: “Insuficiente liquidez, margen de beneficio reducido, gran necesidad inversora, deuda elevada”. En resumen, estos son los términos incluidos en el análisis financiero.

El director Armon Cantieni intenta dar razones de esta situación: “Casi en cada cumbre de los alrededores de Gstaad funciona un remonte. Pero sus tasas de ocupación respectivas son insuficientes porque en Gstaad no hay suficientes turistas diarios”. 

La oferta debería reducirse, dice Cantieni, sin confirmar los rumores del posible cierre de uno de los servicios de góndolas. Pero justamente los huéspedes más adinerados, y los que no necesariamente esquían aquí, son los que utilizan esa instalación para comer a medio día en la montaña.

Cantieni también piensa en la posibilidad de disminuir las indemnizaciones que debe pagar a los propietarios de tierra donde se encuentran las instalaciones y las pistas: Actualmente, ese monto es de un millón de francos anuales. Se tasa el 5,8% del producto del tráfico de pasajeros. “Esto es más del doble del promedio en Suiza”, explica el grisón, consciente de hay muchas personas opuestas a sus pretensiones.

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En años recientes, un plan de saneamiento fracasó debido a complicaciones generadas por intereses particulares. También el concepto de concentración de los remontes debió ser de nuevo adaptado.

El rey inmobiliario

Dinero no es lo que falta para hacer esta renovación. La comuna de Saanen tiene fondos suficientes y si no quiere participar en el concepto, seguramente se puede encontrar algún inversionista privado interesado. No sería la primera vez que se recurriera a esta opción.

“Junto con dos amigos administro la zona de esquí Glacier 3000“, indica Marcel Bach. Nombrado como el rey de Gstaad por la gente de la región, este retoño de una familia campesina del lugar se volvió rico con el comercio inmobiliario. En 2005, junto con el gran patrón de la Fórmula 1 Bernie Ecclestone y el industrial millonario Jean Claude Mimran, adquirió y renovó la vecina estación de esquí Les Diablerets. También Bach y Mimran han aparecido en la prensa internacional con la apertura de su lujoso hotel Alpina Gstaad, ya antes mencionado.

Lo que gusta también mucho a los huéspedes de Gstaad es la calidad de vida, afirma Marcel Bach: la oferta cultural y deportiva, la infraestructura moderna, las cortas distancias y la naturaleza. “Hemos puesto atención en evitar los excesos cometidos en Crans Montana, Saint-Moritz y otros sitios, gracias a reglamentos estrictos en el sector de la construcción”.

Marcel Bach rechaza las críticas de que la gran demanda de residentes ricos ha hecho aumentar de forma vertiginosa los precios de los terrenos y de las viviendas. “Hace dos o tres años era un gran problema, ahora se ha normalizado. La comuna construyó muchas viviendas y muchas personas los rentan a precios accesibles. Puedo citarle el caso de un departamento de 3 habitaciones por 1.500 francos al mes, que permaneció desocupado durante seis meses”.

Los desplazados

En el “Paraíso” de Gstaad no hubo más espacio para la familia de Klara Weibel. Ella creció en este pueblo y aquí conoció a su esposo, Bruno, que trabaja como conductor de maquinaria de construcción. Durante 14 años vivieron con sus hijos en un departamento de renta moderada en una granja de Gstaad. Pero los propietarios construyeron renovaron las viviendas en 2009, y subieron las rentas a 1.800 francos, más los gastos adicionales. Una suma que no podía permitirse la familia Weibel. “Requerimos 8 meses para encontrar algo más accesible en la región”.

Desde hace un lustro, la familia vive en Zweisimmen, a 15 kilómetros. Desde entonces, Bruno Weibel forma parte de los numerosos trabajadores que en las mañanas y en las tardes forman largas caravanas en las carreteras en torno a Gstaad.

El castellano

“Se construyeron demasiados chalés. Hemos sufrido esta venta de nuestra patria chica”, lamenta Andrea Scherz, en el salón del Gstaad Palace, que domina como un castillo de hadas el paisaje del pueblo desde hace un siglo sobre una colina. Como su padre y su abuelo, Scherz atiende a ricos y poderosos del mundo entero. El ambiente es muy familiar, subraya el señor de este castillo, que a veces compara su pequeño reino con un “pequeño Estado”, porque en el Palacio hay de todo: restaurantes, bar, peluquería…

La clientela eminente de Gstaad no solo gusta del lujo y de “la belleza del paisaje alpino, sino también de la proximidad que tienen con la gente sencilla”, dice convencido el hotelero de 5 estrellas. “Esta autenticidad se está perdiendo”, lamenta. Antes, en el centro había una carnicería, una tienda de alimentos, una florería, una ferretería, donde también acudían los campesinos”. Hoy día, la calle principal, donde predominan restaurantes caros y tiendas lujosas, a veces luce desolada.

“La gente local no tiene nada que buscar allí”, explica Andrea Scherz. “Gucci, Hermès o Prada no son negocios para hacer las compras cotidianas”.

Para ofrecer a sus clientes un poco del Gstaad “tradicional” y de su naturaleza, Andrea Schertz renta una cabaña de montaña a 1.700 metros de altura. La amuebló “por solo 50.000 francos suizos de modo rudimentario”. Tiene solo un retrete, no hay agua caliente ni internet y la señal con telefonía celular es casi imposible. “Un éxito absoluto”, subraya. “Algunos huéspedes, agradecidos, me abrazan afectuosamente”.

Campesino y empleado en el remonte

La tierra de Fritz Müllener no se encuentra en la zona de construcción del pueblo. El campesino dedicado a la agricultura biológica solo posee tierra para trabajarla. Lo que enriquece su vida, lo narra en su biografía, E Blick zrugg(Mirada atrás), publicada en dialecto suizo-alemán.

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Su hijo mayor ha retomado la granja. También aquí las cabras han cedido el lugar a la máquina segadora. “En lugar de caballos, trineos y zapatos con clavos, ahora los campesinos se transportan en Jeep o en Subaru”, escribe Müllener.

Mujer de iglesia

Cuando en la mañana mira el paisaje nevado a través de la ventana, Andrea Aebi se siente también en el paraíso. Ella es la pastora protestante de Gstaad. Trabaja en la parroquia de Saanen-Gstaad desde el verano de 2013. En su iglesia, los fieles millonarios se sientan al lado de la gente local de ingresos limitados. ¿Esto pertenece también al paraíso? “Yo no lo imagino así, sino más igualitario”, responde Aebi.

“También me he preguntado cómo es vivir con tanto dinero. La riqueza aquí es muy discreta. Pero observo que esa gente es bienvenida, porque aquí pernoctan, compran y consumen las ofertas de entretenimiento. Hay mucha gente local que trabaja para ellos y, por ende, dependen de su presencia”.

Hace poco un artesano le preguntó si podía tomar el dinero de los millonarios. “Casi todos estamos implicados en esta situación, y no quiero juzgar quienes son los mejores cristianos”.

Su parroquia no solo cubre el territorio de Gstaad, sino también, por ejemplo, el pequeño pueblo de Abländschen, algo alejado detrás del Paso Jaun. En el marco de las clases de religión, Aebi organizó en otoño pasado una excusión con estudiantes de 14 años a la capital helvética, Berna. Algunos de ellos salieron por primera vez de la región de Saanen.

El director escolar

El Instituto Le Rosey es conocido a escala internacional. El centenario internado del cantón de Vaud, con más de 400 alumnos y 200 profesores y empleados, se muda cada invierno a sus chalés en Gstaad durante diez semanas. Allí el programa de clases se suma a una oferta de actividades culturales y deportivas.

Para cada plaza libre en las aulas de esta renombrada escuela se presentan, en promedio, de 3,5 candidatos, provenientes de más de 60 países. La factura a pagar por un año escolar en esta escuela privada es de 100.000 francos.

“Somos privilegiados entre los privilegiados”, subraya el director del instituto Philippe Gudin al hacer alusión al magnífico paisaje en el que se encuentra. “La escuela siempre es bienvenida en Gstaad. Es una historia de amor”, agrega.

La Oficina de Turismo local calcula que más del 50% de los vacacionistas tienen alguna relación con Le Rosey. No se trata de una coincidencia porque entre 89 y 100 nuevos alumnos entran cada año al internado y, así, muchos de los padres de estos chicos pasan sus vacaciones aquí para visitarlos en invierno.

El término ‘elite’ no lo usurpa el instituto en ningún modo: muchos de sus exalumnos son figuras conocidas y muchos de ellos siguen fieles a Gstaad. De esta forma,  Le Rosey asegura la permanencia de este tipo de turismo en la tranquila estación alpina.

Traducción del alemán: Patricia Islas

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