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La última expedición de la suiza Gertrud Düby-Blom

Los lacandones estuvieron al centro de la vida de Gertrud Düby-Blom y Frans Blom en Chiapas. En la imagen, reciben los restos de ambos tras su exhumación del cementerio de San Cristóbal de las Casas. Keystone

Tras su exhumación, los restos de Gertrud Düby-Blom (1901-1993) se trasladan al lugar donde esta suiza ejemplar deseaba: al corazón de la selva de Chiapas, México.

Defensora en la segunda mitad de su vida del indígena chiapaneco y su hábitat junto con su compañero de vida Frans Blom, Trudi ha dejado una huella imborrable en esas tierras.

La misma Gertrud no se hubiese imaginado retornar a la selva 17 años después de su deceso. Sus restos, al igual que los de su esposo Frans Blom (1893-1963), han sido exhumados del cementerio de la ciudad de San Cristóbal de las Casas el 11 de agosto pasado para recorrer en seis días de viaje la selva hasta internarse en la comunidad de Nahà.

“La voluntad de Frans y Trudy fue descansar para siempre en la selva lacandona, pero cuando fallecieron, él en 1963 y ella en 1993, no había manera de trasladarlos”, se excusa María Luisa Armendáriz, presidenta de la Asociación Cultural Na Bolom, que fundaron estos dos europeos en San Cristóbal de las Casas, justo hace 60 años.

En el árbol de la vida

En el cementerio lacandón de Nahà, los restos de Frans se dispersaran bajo un árbol de caoba; los de Gertrud, bajo un recién sembrado yaxche (ceiba en maya), considerado en la cosmovisión indígena como sagrado y manifestación del eje del Universo en comunicación con los tres niveles del cosmos, el inframundo, la tierra y las alturas.

Los tzotziles, tan fotografiados por la cámara de Trudi, creen que los espíritus de los ancianos se elevan al cielo trepando las ramas de la ceiba, y deificarse. Y para los mayas, cuatro ceibas son el soporte del mundo.

Sin ellos “seríamos muy distintos, Trudi decía que no cambiáramos nuestras costumbres, que no acabásemos con la selva”, indicó una indígena que acompañó el traslado de los restos de la pareja a la selva.

“Fui inmigrante”

Con su inhumación en la selva, Gertrud Düby concluye así su última expedición tras aquellas que la llevaron a ser la primera mujer forastera en estudiar la zona, con el único interés de conocer de igual a igual a la gente que las habita.

Trabajó arduamente para alcanzar ese primer contacto en 1943, como de propia voz describe, a la edad de 86 años, en entrevista con la otrora Radio Suiza Internacional (RSI), hoy swissinfo.ch:

“Las puertas de México estaban abiertas, pero faltaba el dinero: durante meses ahorré con la idea de ir a México. Nunca fui turista, fui inmigrante”, subrayó frente al micrófono del colega James Jeanneret, quien la visitó en su casa y centro de trabajo en San Cristóbal de las Casas en 1987.

Primera expedicionaria

Luego de abordar uno de las últimos navíos que zarparon de Europa a América en 1940, la ciudad de México fue centro de operaciones durante tres años de la investigadora, “pero yo había leído en el barco el libro de Jacques Soustelle ‘Mexique, terre indienne’, y tuve muy claro entonces que debía dirigirme hacia Chiapas, hacia los lacandones, hacia la selva tropical”.

Una herencia, un estudio insaciable y la buenaventura se reunieron para terminar la espera: “Finalmente llegué a Chiapas sobre el istmo, permanecí cinco semanas en casa de familiares de Andrés Henestrosa, un gran intelectual, escritor y senador. Y con la suerte de tener muy buenas referencias, me encontré con el gobernador y le dije lo que quería”.

Así se convirtió en la periodista que integraría la primera expedición oficial a la selva chiapaneca. En Ocosingo buscó al arqueólogo y cartógrafo danés Frans Blom, en la zona desde 1920, hacedor del mapa de la selva y quien se convertiría en su compañero de vida y de causa.

“De este modo inició mi amor a la selva, mi a amor a los lacandones y hacia Chiapas”, recordó Trudi en sus declaraciones a la RSI.

Medio siglo de labor

Gertrud Düby en unas 70 expediciones forjó una amistad de medio siglo con el grupo lacandón. Compartió con ellos su preocupación por la creciente deforestación ante el avance agresivo de la modernidad, entendida como el desplazamiento de modos milenarios de ver el mundo a causa de una ignorancia reduccionista que no ve en ellos la riqueza sincrónica y espiritual en su relación con la naturaleza.

Durante una de sus visitas a Suiza, Gertrud Düby reiteró: “Para mí la ecología es lo más importante de este mundo. No se puede ayudar a ningún ser humano si se destruye su hábitat. Estamos destruyendo el hábitat de los indígenas, obligándolos a huir hacia el trópico húmedo que no sirve para la agricultura. Por esto empecé un proyecto de educación para sembrar árboles, regalando hasta 30.000 árboles a las comunidades, en particular, de los altos de Chiapas”.

Gertrud propuso diversos proyectos de defensa del hábitat indígena. Por su tarea recibió en 1991 el premio global 500 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), dos años antes de su muerte el 23 de diciembre de 1993, poco antes del levantamiento armado indígena en Chiapas.

Autora de varias obras de fotografía y crónicas sobre los indígenas, Trudi y su esposo Frans quedarán para la posteridad como los abogados de la cultura lacandona.

Los indígenas, “ni mejores ni peores que nosotros“

Su casa en San Cristóbal fue y sigue siendo museo, biblioteca y centro de estudios sobre las comunidades amenazadas por el maltrato del medio ambiente y hoy es administrada aún por la Asociación Cultural Na Bolom, fundada por la pareja Blom.

Allí pueden verse las imágenes captadas por la lente de Gertrud y que han contribuido al conocimiento antropológico de diferentes grupos indígenas de Chiapas y representa un importante archivo gráfico que hoy es patrimonio cultural de México.

“Los indígenas son personas, no son ni mejores ni peores a nosotros, no son más bellos ni más feos; ni más inteligentes o menos que nosotros. Si viven en un sistema comunal no dependen tanto del dinero, mientras que nosotros venimos de esa cultura basura basada en el llamado progreso y civilización”, recordaba en 1987.

Y aún sabiendo que emprendía -como en los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial- una batalla perdida, no desistía en hacer su parte en su defensa a la naturaleza: “Si hay un sitio que puede cubrirse de verde, hago todo para que así sea”.

La periodista mexicana Kyra Nuñez, corresponsal en Suiza de varios medios de su país, prepara un nuevo libro sobre la vida y obra de Gertrud Düby-Blom, mientras que la fotógrafa suiza Jacqueline Meier trabaja en la realización de una exposición y una obra que reúna las imágenes tomadas por la lente de Düby-Blom.

Gertrud Düby-Blom nació en el pueblo bernés de Innertkirchen, el 7 de julio de 1901.

Suiza, danesa y mexicana, no tenía confesión religiosa, aunque su padre, Otto Lörtscher, era pastor en el pueblo de Wimmis, en las montañas bernesas.

Realizó estudios de horticultura en Berna, obtuvo el título de trabajadora social en Zúrich y se convirtió en redactora de la prensa socialista.

Periodista y conferencista en Alemania desde 1929, donde participó en la resistencia contra el nacionalsocialismo.

Huye a Barcelona en 1933.

Comprometida sin pausa con la política, vivió en París de 1934 a 1939, después en la Francia Ocupada permaneció en un campo de detención durante un año, antes de emigrar a México, donde se instala definitivamente en 1948.

La periodista por primera vez viaja en 1943 a la selva lacandona, donde se convierte en la principal defensora de la riqueza natural e histórica de los indígenas chiapanecos.

En 1950, se casa con el arqueólogo danés Frans Blom. Compran casa en San Cristóbal, que será también sede de su centro científico y cultural Na Bolom, para la defensa de la cultura y el medio ambiente de Chiapas.

Desde 1960 se reconoce como ecologista resuelta.

Muere el 23 de diciembre de 1993 en San Cristóbal de las Casas.

(Fuente: Diccionario Histórico de Suiza)

El documental ‘Xunan – The Lady’ del productor suizo Peter von Gunten muestra la tarea de Gertrud Düby-Blom en la selva lacandona.

El título de “Xunan”, dama en español, se debe a que así era conocida Trudy en la lengua de los lacandones, una etnia de origen maya compuesta actualmente por unas 600 personas.

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