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SwissCube: destreza juvenil en órbita

SwissCube y algunos de sus constructores. ¿El satélite? Es la pequeña caja negra en la mano de Noémie Pétignat. swissinfo.ch

Nombre: SwissCube. Dimensiones: 10x10x10cm. Peso: un kilo. La primera máquina espacial 100% 'SwissMade' será concebida y construida por estudiantes francófonos.

Vuelo previsto: inicios de 2009, en el nuevo cohete europeo Vega.

“¡Genial!”, exclamó Muriel Noca el 7 de junio al descubrir la lista de CubeSats elegidos por la Agencia Espacial Europea para el vuelo inaugural de Vega. Pero no fue fácil: Los postulantes eran 22, los elegidos son nueve.

Antigua integrante del prestigioso ‘Jet Propulsion’ del Laboratorio de Pasadena, en California (de donde sale más o menos todo lo que la NASA envía al espacio), Muriel Noca dirige, desde el ‘Space Center’ de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), al equipo de estudiantes que concibe y construye ese primer satélite totalmente suizo.

En total, unas 35 personas participan en el proyecto del SwissCube. Algunos durante sólo un semestre, mientras que otros continúan el trabajo ya diplomados.

“En serio”

¿Qué tienen en común? “Están aquí porque son buenos”, resume Muriel Noca. No cuesta creerlo. Pero, en principio, hay también una pasión, un sueño y una cierta excitación mezclada con el orgullo de saber que lo que se creó estará un día allá arriba.

Trabajar en uno de estos pequeños satélites ofrece también la posibilidad de dar los primeros pasos en un campo al que algunos jóvenes piensan consagrarse.

La idea de base del programa de CubeSats, lanzado en 2000 por dos universidades estadounidenses, es permitir a jóvenes talentos confrontarse “en serio” con las exigencias del sector espacial, y aprender a manejar las complejas colaboraciones con otras escuelas superiores y con el sector privado.

En el proyecto de SwissCube participan la EPFL, la Universidad de Neuchâtel, cuatro escuelas francófonas de estudios superiores especializados (HES) y una parte de la industria aeroespacial suiza, incluidas las firmas Oerlikon y RUAG.

Luz celeste

La misión del pequeño cubo: Tomar fotos del ‘airglow’, especie de débil corona de luz que generan moléculas de la alta atmósfera revueltas por los rayos del sol.

Fotos que habrá que transmitir a la Tierra. El satélite comenzará por dar su nombre en clave morse. “Hicimos lo más simple y más barato posible”, explica Sylvain Decastel, de la HES de Friburgo. “Emitirá justo s- w-i-s-s-c-u-b-e y la temperatura. Todos los satélites tienen este tipo de baliza, es para estar seguro de que están allí. Y si se capta esta señal, después podemos tratar de captar las más complejas”.

Las señales más complejas, serán las fotos, que no deben ser demasiado “pesadas”, porque el satélite tiene sólo dos antenas de recepción en tierra, en Friburgo y en la EPFL. A la velocidad en que pasará, tendrá poco tiempo a cada revolución para transmitir.

Luego compararán estas imágenes con los modelos matemáticos del ‘airglow’ para tratar de comprender si estos colores celestes, verdes o malvas, varían de intensidad según la hora, la posición, la altitud y el ángulo de observación.

Bajo costo

Los conocimientos adquiridos podrían ser preciosos, por ejemplo para desarrollar sistemas de posicionamiento de bajo costo para los satélites.

“Actualmente, los satélites grandes están proveídos de ‘star-trackers’, que leen la posición de las estrellas para saber dónde se encuentra el satélite. Pero esos sistemas son complejos y caros”, explica Nicolas Steiner, de la HES de Yverdon.

En momentos en que el comercio de lo espacial está en explosión, sistemas fiables y menos costosos encontrarían rápidamente mercado.

También para hacer bajar los costos, SwissCube no tiene componentes fabricados especialmente para el espacio. Se encuentran en el comercio. Se puede comprobar su resistencia a los rayos cósmicos, que deberían alterar muy rápidamente el funcionamiento. La misión está prevista para cuatro meses.

“Algunos de nuestros circuitos integrados cuestan algunas decenas de francos, mientras que la misma pieza ‘espacial’ cuesta 35.000 dólares”, anota Sylvain Decastel. “Entonces, si se quisiera un SwissCube ‘espacial’, sería simplemente carísimo”.

Última línea derecha

No se ha precisado fecha para el despegue previsto para inicios de 2009, pero el equipo de SwissCube está bajo presión.

Actualmente, los componentes pasan pruebas de exposición a los rayos solares y de temperatura en una cámara vacía, puesto que cuando se encuentre en lo alto, el SwissCube presenciará un amanecer y un crepúsculo cada 90 minutos, con variaciones de temperatura de –40º a +60º.

Pero incluso si deben duplicar su consumo de bebidas energéticas, estos jóvenes constructores de satélites harán todo para entregar su pequeña joya a tiempo.

¿La angustia del lanzamiento? Noémie Pétignat, de ls HES de St-Imier, que trabajó en el ‘software’ de vuelo, piensa evidentemente en eso. Como otros, sabe que una vez en el aire, SwissCube ‘estará fijado’ y que, en caso de avería…. “¡Sabemos que no podemos cambiar nada, pero esperamos todos que esto va a funcionar… y esto va a funcionar!”

swissinfo, Marc-André Miserez
(Traducción: Marcela Águila Rubín)

SWISSCUBE será puesto en órbita polar, a entre 400 y 1000 kms. de altitud y dará la vuelta a la Tierra en 90 minutos.

Realizará la cartografía del ‘airglow’, el fenómeno de luminescencia de la atmósfera observado por los astronautas a cerca de 100 kms. de altitud.

El satélite integra cerca de 1000 componentes, incluido un mini telescopio, 16 tarjetas electrónicas y 357 secciones de hilos diversos, unidos a los componentes por más de 700 soldaduras.

Sus paneles solares desarrollan una potencia de 1,5 vatios, apenas superior a la de un teléfono móvil.

Los CubeSats son unos satélites de un kilo y de 10 centímetros. Tiene el volumen y el peso de un cubo de leche.

La idea nació de eso en Estados Unidos, con el fin de “permitir a las escuelas de estudios superiores, fuente permanente de saber y de innovación, desempeñar un papel en la conquista del espacio”.

33 tipos de CubeSats han sido lanzados desde 2003. 14 se perdieron durante el choque de un cohete ruso en 2006. De los 19 restantes, 15 cumplieron su misión mientras que 4 no han logrado establecer contacto con la Tierra.

La tecnología suiza está ya muy presente en el espacio, pero SwissCube es el primer satélite concebido y fabricado 100% en el país.

El proyecto implica a la EPFL, la Universidad de Neuchâtel, las escuelas superiores especializadas de Yverdon, Friburgo, Sion y St-Imier, así como varias empresas del sector aeroespacial suizo.

Los costos de la investigación y desarrollo están incluidos en los presupuestos de funcionamiento de los laboratorios, pero la construcción del satélite y de la estación de recepción en tierra y el lanzamiento cuestan cerca de medio millón de francos. Las escuelas, los poderes públicos y la industria participan en ese financiamiento, al que faltan aún 200.000 francos.

Paralelamente a SwissCube, la Escuela Universitaria Profesional de la Suiza de expresión italiana trabaja en Tlsat-1, que podría ser el segundo CubeSat helvético en ir al espacio.

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