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Una vida de búsqueda del hijo robado

Norma Känzig-Baez dio a luz gemelos en 1973. En la foto aparece con uno de los niños, Pablo. Al otro, Carlos, se lo robaron en el hospital. zVg

La historia empezó en Buenos Aires, en 1973. A tres días de que diera a luz, y en circunstancias obscuras, Norma, ciudadana suizo-argentina, fue informada de que uno de sus gemelos había muerto. Siempre le quedó la duda. Años después pudo confirmar que le entregaron el cadáver de otro recién nacido. Pablo, el hermano del bebé robado, narra a swissinfo.ch el calvario familiar.

“Los restos que le entregaron a mi madre en el Hospital Fernández no son de mi hermano. Realizamos un ADN en Texas, que arroja un 99,9% de certeza de que no es mi gemelo”, dice Pablo Rodolfo Baez, de vuelta a Buenos Aires en medio de las pesquisas, al mostrar el examen del laboratorio estadounidense.

“La única foto de mi hermano soy yo”, asegura con los ojos húmedos uno de los gemelos que en 1973 dio a luz Norma Känzig-Baez.

“Mi madre ya va a cumplir 70 años, está ahora enferma, pero su único sueño es encontrar a mi hermano Carlos Guillermo. Siempre sospechó que él no había muerto a los tres días de nacido, como le dijeron, y desde hace unos años, con el ADN del cadáver que le entregaron, tiene la certeza científica de que ese cuerpito era de otro bebé”

“Creemos que mi hermano sigue en Argentina y las únicas fotos que tenemos para encontrarlo son las mías, porque él es mi gemelo idéntico”, explica mientras comparte un café en un bar del barrio porteño de Once.

“La única foto de mi hermano soy yo”: Pablo Baez. En la imagen con los resultados de la prueba de ADN que confirman el engaño. zVg

Su mamá está ahora en Appenzzell, Suiza, donde reside. Volvió a su país luego de estar desde enero a abril de este año en Argentina, asentando denuncias judiciales, investigando por su cuenta y entrevistándose con funcionarios locales de Derechos Humanos. Eternos viajes de ida y vuelta que suman pruebas, rastreos, estudios genéticos e investigaciones que encara esta mujer con la ayuda de sus hijos, algunos amigos y familiares.

“Mi mamá quiere encontrarlo. Sabe que está vivo y guarda la esperanza de que alguien, viendo mis fotos, diga, ‘yo vi a este chico’. Por eso hacemos esto. Ya fui a un canal de televisión hace unos días y me hicieron una larga nota en el noticiero de América que se ve en todo el país. Carlos es idéntico a mí, quizás más flaco o más gordo, con más o menos pelo, tal vez con bigotes. No lo sé. Pero el parecido es inocultable. Por eso quise hablar con swissinfo.ch, porque sé que lo leen los suizos de toda Argentina y también de otros países”.

Una larga y desesperada búsqueda

Norma jamás abandonó la idea de que su hijo estuviera vivo. Y a medida que fue creciendo, Pablo se convenció cada vez más de lo mismo. “Es como una sensación, una intuición de esas que dicen que los mellizos gemelos sentimos”, dice.

A sus 70 años y ya enferma, Norma Känzig-Baez no abandona la búsqueda del hijo que le robaron hace 43 años. zVg

Después de los gemelos, Norma tuvo 2 hijos más. En 1990, en plena crisis económica en Argentina, la familia se trasladó a Berna: ella, su esposo Oscar Baez, su hijo mayor Oscar Alberto, el gemelo Pablo y el más pequeño Matías. Ya en el país alpino nació el quinto hijo del matrimonio, Miguel.

Con las dudas cada vez arraigadas, Norma visitó la Argentina en 1995, retiró los restos óseos de su supuesto hijo y se los llevó a Suiza.

En 2001, ya separada de su esposo, tomó conocimiento de que él nunca había visto el cadáver de Carlos, motivo por el que empezó a investigar: en 2004 hizo una prueba pericial de ADN en la sección de Medicina Forense de Lausana, donde no pudieron darle un resultado categórico.

En 2009, asesorada por su nuera, que es abogada, realizó una nueva prueba de ADN en el prestigioso laboratorio estadounidense Orchid CellmarkEnlace externo, en Dallas, Texas, institución que trabaja para el FBI. El resultado que le remitió el laboratorio fue contundente y a principios de marzo de 2010 Norma lo supo, estando en Suiza: “el cadáver que me entregaron el año 1973 no son los restos muertos de mi hijo Carlos Baez”

Pablo Rodolfo Baez a los siete años. zVg

“No vamos a descansar hasta encontrarlo”

Una y otra vez Norma repite a quien quiera oírla, que no detendrá su pesquisa. Sabe que sus hijos la acompañan y mucha familia y amigos. En Argentina la búsqueda está abierta. En el mundo las denuncias están radicadas: desde el FBI, la Cruz Roja Internacional, la Embajada de Suiza, la Secretaría de Derechos Humanos de la Argentina, la Fiscalía en Buenos Aires, las Abuelas de Plaza de Mayo…

“Ahora nos queda hacerlo visible. Por eso recurro a los medios. Sé que si ven mi rostro pueden relacionarlo con Carlos y ahí les ruego que nos ayuden. Para mi mamá sería muy bueno encontrar a su hijo. Ella nunca dejó de pensar en él. Muchas veces salíamos a buscar por las calles algún niño que yo había visto medio parecido y le contaba a mi madre, e íbamos al lugar a ver si lo hallábamos”

“Necesitamos su ayuda. Le pido a la gente que mire bien mi cara y las fotos de cuando era chico, quizá vieron un niño muy parecido, o un joven, o fue compañero de la escuela o del trabajo… Si lo vieron probablemente sea Carlos. Piensen en las fechas. Yo hace muchos años que vivo en Suiza, así que si lo vieron no era yo. Ayúdennos. Se lo vamos a agradecer mucho y siempre”, dice Pablo como una súplica.

La búsqueda continúa. La esperanza está abierta. Y muchos están apoyando a esta familia que lleva esta odisea titánica en soledad, con recursos propios y mucho sacrificio.

Como una historia de terror, pero real…

En primera persona, Norma cuenta en el blogEnlace externo que armó para buscar a Carlos, lo sucedido el día que nacieron los gemelos:

“Todo empezó el 5 de Junio de 1973, estaba en el séptimo mes de mi segundo embarazo, en horas de la mañana fui a cumplir con mi cita de control de rutina en el Hospital Fernández en la Capital Federal. Me acompañaba mi hijo mayor Oscar Alberto Báez que para esa fecha tenía diez meses de edad” 

“Ese día yo me sentía muy bien y todo estaba normal. Lo único extraordinario era que siempre le insistí a mi médico en que mi embarazo era de dos bebes, pero el medico (Dr. Bonani) me insistía en que yo estaba equivocada. Para esa época no se contaba con los medios y avances que la ciencia ha alcanzado en nuestros días (…)”

“Lo que parecía una consulta normal y de rutina, se convirtió en el inicio de las labores de parto según  Bonani quien me insistió en que debía trasladarme inmediatamente a la sala de parto y yo me sentía muy aturdida y preocupada porque no sentía dolores de parto, dilatación, ni tampoco se había roto la bolsa del líquido amniótico (…). El médico no me permitió volver a mi casa así que entré en la sala de parto acompañada de mi hijo de diez meses. Siempre sentí que mi parto prematuro fue provocado, porque me colocaron un medicamento intravenoso en una especie de líquido a goteo pero nunca me dijeron que medicamento contenía”

El relato continúa: nacieron los gemelos en buen estado de salud y ella y los pequeños quedaron internados. Al tercer día, luego de un episodio extraño en la madrugada cuando personas que fingían ser de mantenimiento del hospital estaban en la sala de incubadoras refiriéndose a “los mellizos”, Norma recuerda que cuando se dirigió a ellos le pusieron un trapo blanco en la cara y ya no recuerda más porque se desvaneció. Cuando despertó, el 8 de junio, la noticia era que Carlos Guillermo había muerto y que no podía ver el cadáver. Ella le hizo jurarle a su marido que había visto el cuerpo, y su marido se lo aseguró (NR: años más tarde confesó que le había mentido). Ordenaron el traslado del ataúd a San Miguel, donde vivían, en la Provincia de Buenos Aires.

“Cuando quise saber la causa de la muerte de mi hijo me dijeron que se trataba de un problema de cromosomas. Pero en la historia clínica constaba que la muerte se había producido por una hemorragia interna. Nunca se me entregó un documento que constatara la causa de muerte de mi hijo”, detalla.

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