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Suiza dice no a la renta básica incondicional

Redacción de Swissinfo

Suiza dijo el domingo “No” a una renta básica incondicional para todos sus habitantes, una de las posibles soluciones al problema del aumento de la productividad a pesar de la disminución del recurso humano. Otras son trabajar menos, inventar nuevos trabajos, reciclar a los trabajadores, gravar con impuestos a las máquinas y robots, hacer que coticen a la seguridad social, emigrar o la guerra, como antaño, entre otras opciones.

Para debatir los resultados de una votación popular puede resultar muy útil saber lo que se votaba. En los últimos días he leído resúmenes, interpretaciones y fantasías de todos los colores, por eso me permito publicar el texto de la consulta traducido literalmente.

Daniel Ordás, analista político
Daniel Ordás, abogado en Basilea, es analista político y promotor de Reforma 13. Milita en el Partido Socialista Suizo. Rodrigo Carrizo Couto, swissinfo.ch

“¿Aprueba usted la introducción en la Constitución Federal del siguiente artículo?

Art. 110a Renta Básica Incondicional

. La Confederación velará por la introducción de una renta básica incondicional.

. La renta básica debe permitir al conjunto de la población una existencia digna y la participación en la vida pública.

. La ley regulará la financiación y el monto de la renta básica.

Como podemos comprobar por el texto de la iniciativa, no se estipula ni la cantidad ni la forma de financiación, simplemente se obliga a la Confederación a que introduzca una renta básica, que permita a toda la población una existencia digna y la participación en la vida pública. En el fondo: una demanda muy noble y digna para una cuestión que inevitablemente nos tenemos que plantear en los próximos 20 o 30 año, quizá antes.

El paso al desarrollo

Nuestra mentalidad económica no ha mantenido el paso al desarrollo económico. Seguimos anclados para bien y para mal en el pensamiento económico de finales del siglo XIX en el que la industrialización separaba claramente a los agentes económicos. Por un lado, los empresarios, a ser posible, ricos de nacimiento, avariciosos y sin escrúpulos; por otro lado, las masas proletarias, nobles y oprimidas. Este relato que ya en su día no era al cien por cien cierto, pero sí reflejaba más o menos las dos vertientes de la sociedad de finales del siglo XIX, está bastante superado. Hoy la mayoría de las grandes empresas no son de un señor con nombres y apellidos que vive en un palacete a las afueras del pueblo y los asalariados no suelen ser mano de obra sin cualificación, expuesta al expolio por parte de sus patrones. Los problemas de hoy son mucho más complejos, porque estamos en un tiempo intermedio y, mañana, el patrón será una multinacional de propiedad opaca de fondos de inversión y el trabajador, en muchos casos, será un ordenador o un robot que ni sufre ni padece.

¿Repartiremos el ahorro de tiempo laboral o seguirán trabajando algunos al cien por cien (y más) y cada vez más gente no trabajará?

Muchos participaremos sin saberlo y a veces sin quererlo en el papel del patrón, al ser accionistas directos o indirectos mediante planes de pensiones y fondos de inversión. A la vez, seremos trabajadores que competiremos con nuestros compañeros en China o Brasil y, también, con un bicho de chapa y cables que procesa a mayor velocidad que nosotros. Con mucha menos mano (y mente) de obra se podrá generar la misma o mayor productividad que hoy. Pero, ¿habrá consumidores para más productos, si los consumidores no pueden acceder a ellos, porque no tienen ingresos, ya que el robot les puso en la calle? ¿Qué hará la gente con el tiempo libre que le propicia el ordenador? ¿Se crearán nuevos puestos de trabajo para divertir a los que ya no tienen que trabajar tanto? ¿Repartiremos el ahorro de tiempo laboral o seguirán trabajando algunos al cien por cien (y más) y cada vez más gente no trabajará? Todas estas preguntas son inevitables y todas ellas son completamente ineptas para políticos profesionales, partidos, ideologías y programas electorales. Son reflexiones que hay que hacer aparte de la carnicería política diaria. Hay muchas respuestas, algunas muy fáciles, otras demasiado fáciles y alguna muy cruel. No se puede excluir ninguna del debate y probablemente, como siempre, se imponga una mezcla de todas. La diferencia entre la forma de debatir de los suizos y la de los países con democracias estrictamente representativas es que en Suiza el debate se inicia antes de legislar; en este caso, el debate lo iniciaron unos empresarios al presentar una iniciativa popular y no se limita a un pack completo de programa electoral.

Abanico de soluciones

Algunas de las soluciones para el problema del aumento de la productividad a pesar de la disminución del recurso humano como factor productivo (suena muy técnico y poco sexy, pero no soy amigo de los tabúes y la autocensura) pueden ser:

– Todos trabajan menos.

– Trabajan los que puedan y los demás se fastidian.

– Recuperamos los trabajos que habíamos exportado.

– Cobramos impuestos por el uso de ordenadores y robots.

– Inventamos nuevos trabajos.

– Hacemos una guerra para diezmar la cantidad de gente y tener mucho que reconstruir (aunque suene cruel, es la opción que solemos elegir desde hace siglos).

– Pagamos una renta básica.

– Hacemos que las máquinas y los ordenadores también coticen a la seguridad social.

– Emigramos.

– Reciclamos a nuestros trabajadores adaptándolos a nuevos trabajos.

La opción que me gustaría descartar es la de la guerra, aunque soy consciente de que peco, queriendo, de ingenuo. Es la opción que a lo largo de la historia siempre se ha impuesto, aunque nunca nadie la haya declarado como alternativa, ni le haya dado su voto afirmativo.

Supongo que la solución será un mix de las otras opciones, tendremos que replantear nuestro modelo productivo y el sistema educativo y de aprendizajes. Habrá que introducir alguna seguridad mínima que garantice la dignidad de todos o, visto desde la otra perspectiva, que evite que haya desesperados sin nada que perder que se lleven tu filete porque no les quedan lentejas. Tendremos que moderar nuestro consumo hacia un modelo más sostenible, ecológico y que genere trabajo y beneficios locales. Habrá que normalizar nuestra percepción del trabajo: el trabajo a tiempo parcial es digno, saludable y normal, siempre que permita vivir de él. También tendremos que deshacernos de la idea de que hay empresarios y obreros como concepto biográfico fijo y que el empresario está obligado a crear puestos de trabajo y el obrero es mero receptor de órdenes, tarea y salario.

Iniciativa empresarial

No es casualidad que esta iniciativa popular en Suiza surgiera del ámbito empresarial y que ni los partidos tradicionales, ni los sindicatos, ni la patronal le dieran apoyo y confianza. Desde el punto de vista tradicionalmente de derechas-empresarial, la cuestión es que no sirve de nada un aumento de la productividad si es a costa de que desaparezcan los posibles consumidores. Desde un punto de vista de izquierdas-sindicalista, la cuestión es que recibir dinero incondicionalmente desvalora el trabajo. No obstante, ambos bandos tendrán que enfrentarse a este debate, ya que el tiempo y el desarrollo tecnológico no van a esperar a que nuestros políticos cambien el chip y salten 150 años en su discurso aprendido. En definitiva, la iniciativa no era la solución del problema, pero sí el dedo en la llaga que hacía falta para que se abra el debate, antes de que los acontecimientos se nos adelanten y solo podamos reaccionar. De hecho, la gran crisis económica que sufre Europa estos años es ya la primera alarma, a falta de solucionar el desequilibrio entre productividad y medios para el consumo. En los últimos 20 años hemos mantenido un mercado ficticio a base de créditos y, a la vez, eso ha incentivado un exceso de producción que en el fondo nadie podía consumir.

El No a la renta básica en Suiza es un Sí a seguir debatiendo los problemas

 El ejemplo de esta iniciativa popular demuestra, por un lado, la alta madurez de los votantes, que no echan la casa por la ventana a la primera de cambio; pero también da fe de que los temas relevantes no se pueden debatir en parlamentos y de espaldas a los ciudadanos. Este tema es un ejemplo más de que las soluciones no pueden ir en packs completos de programas electorales y de que al final alguien nos imponga la renta básica justificándola con el voto que le dimos años antes porque nos gustaba su programa en materia de aborto, educación, defensa, medio ambiente o fiscalidad. Una vez más, se demuestra que la posibilidad de decidir es la mejor medicina contra los populismos de cualquier color, porque da el poder a quienes tienen que asumir las consecuencias de la decisión.

Por eso el No a la renta básica en Suiza es un Sí a seguir debatiendo los problemas del futuro, a tiempo, entre todos y sin ceguera ideológica.

(Este artículo se publicó originalmente en el diario digital bez.esEnlace externo)

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