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Primavera árabe: los desafíos de la sociedad civil

"Una sola vela vence a la obscuridad" se lee en la página de Facebook dedicada a Mohamed Bouazizi. Reuters

Liberada de sus cadenas, la sociedad civil árabe se prepara para la construcción de un futuro democrático. Sin embargo, los retos son enormes, como la relación entre islamistas y laicos o el papel de la mujer, según explican a swissinfo.ch expertos de la región.

Aplastada por Ben Ali en Túnez, pisoteada por Mubarak en Egipto, sofocada por Gadafi en Libia, acosado por Ben Saleh en Yemen, reprimida por Assad en Siria … Tal era el estado de la sociedad civil en esos países – como en muchos otros del mundo árabe – antes del suicidio por inmolación de Mohamed Bouazizi en diciembre de 2010.

El fuego encendido por el joven tunecino no se ha extinguido. Desató la revolución en su país y el efecto dominó que se conoce. Siria arde, la monarquía jordana enfrenta la ira de las protestas callejeras y las manifestaciones continúan en Bahrein, Kuwait, los Emiratos y Egipto.

Guardia de la democratización

El ciudadano árabe ya no tiene miedo. Actúa en las calles y en las redes sociales. Ya nada lo detiene. “Cada vez que la sociedad siente amenazados sus logros, las asociaciones se manifiestan junto a los partidos para hacerse escuchar y defender las libertades públicas y los principios del Estado de derecho”, señala Rachid Khechana , responsable de la sección Magreb Árabe en el canal satelital Al-Jazeera en Doha.

Prueba de ello es la firma el 12 de diciembre de un proyecto de compromiso con el gobierno tras la convocatoria a la huelga general lanzada por la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT) para este 13 de diciembre, en respuesta al ataque a sus miembros en Túnez por partidarios del gobierno dirigido por el partido islamista Ennahda.

En un comunicado hecho público antes de conocerse la anulación de la huelga, el mayor sindicato del país (reivindica medio millón de miembros) imputa “la responsabilidad de la violencia que afecta a los componentes de la sociedad civil, incluida la UGTT, al gobierno”.

Escenario similar en Egipto, donde decenas de miles de opositores al presidente Mohamed Morsi, de los Hermanos Musulmanes, rechazan el referéndum que el dirigente insiste en organizar para el 15 de diciembre sobre un controvertido proyecto para una nueva Constitución.

Elham Manea, profesora asociada suiza de origen yemení en el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Zúrich, estima que “la falta de acuerdo entre las fuerzas políticas nacionales sobre una estrategia común ha permitido a la Asamblea Constituyente, dominada por islamistas, asumir la redacción de la Constitución, en detrimento de la igualdad de los ciudadanos, los derechos humanos y las minorías”.

“El invierno islamista”

Los liberales, los partidos de izquierda y las iglesias cristianas de Egipto – la minoría copta tendría entre 7,5 y 12 millones de miembros, casi el 10% de la población – boicotearon la redacción de la “declaración constitucional” de Morsi.

Analista político en El Cairo, Hammam Sarhane se muestra crítico con los representantes de la sociedad civil. Según él, el ascenso de los islamistas “no les ha gustado mucho a los izquierdistas laicos, que inmediatamente emitieron dudas sobre la credibilidad de las promesas e intenciones de los islamistas en general”. Para él, “la corriente no islamista, que sufrió una terrible derrota en las elecciones parlamentarias y luego en las presidenciales, intenta ahora impedir la adopción de la Constitución”.

El experto egipcio considera también que las personas que han sufrido “las calamidades” de algunos regímenes anteriores “desean ahora ofrecer una  oportunidad real a los islamistas. Especialmente porque las manos de sus partidarios no están manchadas con la sangre de los mártires, ni corrompidas por el dinero robado al pueblo”. No tomar en cuenta esta aspiración es, a los ojos de Hammam Sarhane, uno de los grandes fallos de los representantes de la sociedad civil.

Saad Mahiou, investigador del Instituto Carnegie Middle del Oriente Próximo en Beirut, observa esta sociedad civil árabe que “trata de adaptarse a una vida política normal, después de un largo período de asfixia”. Tomará tiempo. Y habrá que resolver “el gran problema que opone no solamente a los islamistas y los laicos, sino también a los islamistas entre ellos”. Problema que gira en torno a la pregunta: “¿Qué islam político queremos?”

Pero, ¿cómo preservar el carácter civil de las revoluciones árabes? Para Saad Mahiou, “los religiosos liberales, los laicos y la izquierda deben ponerse de acuerdo sobre una estrategia a largo plazo que les asegure un buen comienzo de la transición democrática, como sucedió en Indonesia, Chile o Portugal …”

La voz de las mujeres

La primavera árabe se pretende también la de los derechos de las mujeres. “El número de mujeres y de representantes de minorías ha aumentado en las dos cámaras del Parlamento egipcio”, señala Hamman Sarhane. Recuerda que la representación femenina también es “honorable” en varias instancias del país, incluido el Consejo Superior de la Prensa.

Elham Manea insiste sobre el papel crucial que tienen las propias mujeres árabes en la defensa de sus derechos. Explica que en Yemen, personalidades femeninas y organizaciones de defensa de los derechos humanos han logrado incluir en el orden del día de la Conferencia sobre el Diálogo Nacional (previsto por el acuerdo de transición política firmado hace un año ) dos puntos esenciales: los derechos de la mujer y la prohibición del matrimonio de las niñas.

La situación de las mujeres es también un problema en Túnez, donde se trata más bien de mantener las libertades acordadas a las mujeres en la época de Bourguiba. Analista y militante de derechos humanos, Salah-Eddine El Jourchi recuerda “la amplia campaña para eliminar del proyecto de Constitución la noción de complementariedad (en lugar de igualdad) entre hombres y mujeres, puesto que esa polémica noción puede prestarse a equívocos y fomentar la discriminación entre los sexos”.

Por su parte, el libio Khaled Saleh rinde homenaje a las mujeres de su país que no vacilan en participar en las manifestaciones cuando ven amenazados sus derechos. Director de la organización Solidaridad para los Derechos Humanos, que militaba desde Ginebra antes de la revolución, recuerda que “son especialmente las abuelas las que empujan a sus hijos a salir a la calle, lo que no era común en un país como Libia”.

En cuanto a Siria, su sociedad civil está reducida ahora al papel de socorrista, pero también de periodista, para difundir las imágenes de la guerra. “Durante 40 años, los Assad instauraron una república del miedo y bloquearon cualquier  iniciativa civil”, dice Saad Mahiou, que ve en el resurgimiento de una sociedad civil en el seno de la masacre “un verdadero testimonio de la extraordinaria vitalidad de este valiente pueblo”.

– 17 de diciembre de 2010: Mohamed Bouazizi, un joven vendedor ambulante tunecino, se suicida por  inmolación, en protesta contra la municipalidad que le había confiscado su carreta de frutas. Es el comienzo de la revolución del jazmín.

 – 14 de enero de 2011: El presidente tunecino Ben Alí es derrocado. Deja su país y se refugia en Arabia Saudita.

 – 25 de enero de 2011: Inicio de la revolución egipcia. El 11 de febrero del mismo año, el presidente Hosni Mubarak cede el poder. Acusado de masacrar a los manifestantes, comparece ante los tribunales.

 – 3 de febrero de 2011: Yemen entra en la revuelta. En abril, el presidente Alí Abdullah Saleh renuncia, a raíz de una iniciativa de los países del Golfo para  resolver la crisis yemenita.  

– 17 febrero 2011: La revolución libia es puesta en marcha. Rápidamente se convierte en un sangriento conflicto armado. Tras una larga batalla, los revolucionarios toman la capital a finales de agosto de 2011. El 20 de octubre de 2011, Gaddafi es muerto.

 – 15 de marzo de 2011: Comienzan las manifestaciones populares en Siria. Son reprimidas por las fuerzas gubernamentales, incluidas las milicias de El Shabiha. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres, hasta ahora, el saldo de la revolución es de 40.000 muertos, la mayoría (alrededor de 25 mil) civiles.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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