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El futuro de los gobiernos, un teléfono inteligente

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¿Cuánto tiempo falta para que se vote, se legisle y se gobierne mediante un teléfono inteligente? Keystone

Los electores del mundo son cada vez más tecnológicos y exigentes, razón por la que diversos países experimentan formas inéditas de política digital. Suiza se adapta con lentitud a esta tendencia, confirman dos recientes libros que hablan de política y de este futuro interconectado.

Robots que desplazan a los trabajadores, inteligencia artificial, vehículos autónomos, financiación colectiva, cadena de bloques, bitcoines, neveras pirateadas, cursos masivos gratuitos en línea, libros electrónicos, drones y teléfonos inteligentes… La irrupción de la digitalización se hace evidente en todos sitios y lo hace patente a través de la cantidad de nuevos términos que irrumpen en nuestro lenguaje cotidiano. Cada día nos topamos con nuevos artículos Es difícil que un día termine sin que se haya creado algún nuevo artículo que nos haga reflexionar sobre el glorioso (o apocalíptico) futuro que nos deparan las nuevas tecnologías.

Por ello, cuando Costa Vayenas, un consultante de negocios basado en Zúrich y antiguo jefe de investigación del banco UBS, comenzó a interesarse en los efectos de poner esta revolución tecnológica al servicio de las prácticas democráticas, se dio cuenta que sobrevolaba un área que ningún radar supervisaba aún. Se adentraba a tierra virgen. ¿Cómo están cambiando las votaciones y su relación con los ciudadanos? Decidió investigar al respecto y dos años más tarde publica el libro “Democracia en la era digitalEnlace externo”, un breve pero profundo análisis sobre la forma en la que la democracia representativa se está viendo obligada a adaptarse a la digitalización.

¿Su mensaje clave? “Esto es imparable. Es imposible que la tecnología lo cambie todo y en todas las áreas, y que la política quede a salvo”, dice. Habla de un fenómeno de desintermediación (“eliminar al intermediario entre dos partes”) que se observa en la mayoría de los sectores de la sociedad y que está permeando a una democracia habituada a operar con métodos que estuvieron vigentes por siglos, pero que hoy se ve tocada por esta metamorfosis. El cambio ya está aquí, y se materializa a través de las votaciones electrónica, los votos por representación, la participación masiva en la elaboración de leyes, etcétera. “Donde la tecnología ha tomado el timón, la sociedad y las leyes simplemente seguirán el ritmo”, dice.

Un progreso desigual

Sin embargo, no todos los países se han subido al tren tecnológico a la misma velocidad. Estonia es un buen ejemplo de ello, ha sido un estado pionero en el mundo en la votación en línea (sus ciudadanos pueden votar digitalmente y cambiar sufragio cuantas veces lo deseen mientras las urnas se encuentren abiertas) y cualquiera puede solicitar una residencia digital Enlace externo (permitiendo a los emprendedores abrir negocios aunque no tengan un director que opere físicamente en este país, y también tienen la posibilidad de manejar la administración y el pago de impuestos en línea y a distancia). Fuera de esta nación europea, otra docena de países experimentan en materia de votaciones digitales. Brasil recurrió en 2015 a la llamada colaboración abierta masiva (conocida como crowdsourceEnlace externo) para elaborar una legislación sobre los derechos del uso de Internet que hizo historia en esta nación. Y en Singapur existen salas digitales de conversación para debatir temas que son de interés público en periodos puntuales.

Incluso Platón, hace más de 2 000 años, advirtió que “la tiranía surge naturalmente de la democracia”

“Así, aunque el ritmo es desigual, todos nos dirigimos hacia el mismo destino en el largo plazo”, dice Vayenas. El mundo avanza del tal forma que la tecnología “acercará a más personas hacia una creciente libertad y multiplicará sus oportunidades”. En política, cuatro factores impulsan esta tendencia actualmente: la naturaleza inherente de la democracia que “jamás ha sido una cosa estática” (el surgimiento del sufragio femenino o el incremento en el número de referéndums a lo largo de los años, lo demuestran); la voluntad de muchos políticos por facilitar el acceso al voto a todos los electores potenciales de un país; la evolución de las tecnologías de la información, y el creciente clamor público por cambios radicales.

Pero no toda la gente está a favor de estos cambios. “Siempre ha existido la inquietud de que dar demasiado poder a la gente supone riesgos”, escribe Vayenas. Hace ya 2 000 años, Platón advertía que “la tiranía surge naturalmente de la democracia”. Dos botones de muestra de ello son los resultados obtenidos en el referéndum del Brexit y en las elecciones estadounidenses del 2016, que en ambos casos dejaron claro que las masas no siempre toman decisiones bien informadas.

Vayenas es más optimista a este respecto. En su opinión, independientemente de los avances tecnológicos, existe una tendencia irreversible a transferir más poder de los políticos hacia la gente. “Creo que podemos confiar en que la gente tomará buenas decisiones en el largo plazo. Mientras no muestren que están votando para autodestruirse, creo que en general se inclinarán siempre por lo más conveniente”, expresa. Y destaca el rol de contrapeso que puede ejercer dar más poder a los ciudadanos. Durante la guerra de Irak, en 2003, “la decisión de enviar al ejército de un país casi siempre fue una decisión tomada por unos cuantos. Ahora sería muy difícil conseguir que un electorado completo apoyara un primer ataque ofensivo hacia una nación que no ha mostrado ser una amenaza evidente para el mundo”.

¿El país más innovador del mundo?

En este espectro cambiante, Suiza es un caso inusual.

Claramente, en esta era en la que son demolidas las estructuras establecidas y la ciudadanía gana poder, la democracia alpina se confirma como un caso único. Para Vayenas, los tres pilares característicos del sistema político suizo (un poder Ejecutivo delimitado, un poder Legislativo delimitado y un poder Judicial igualmente delimitado en cuanto a sus funciones) han hecho del modelo helvético uno de los más participativos y estables del mundo.

Por ello sorprende la lentitud con la que Suiza ensaya nuevas formas tecnológicas para ejercer la democracia. Sus acciones contradicen su reputación política y también su prestigio como líder en innovación. Para Adrienne FichterEnlace externo, periodista y autora del también recientemente publicado libro “La democracia del teléfono inteligenteEnlace externo”, Suiza es simplemente “un país en desarrollo” en términos de democracia digital.

Explica que su libro decidió enfocarse en el análisis de las formas en las que la tecnología está transformando la manera en que la gente forja sus opiniones políticas a través de los medios de comunicación digitales y las redes sociales. A juicio de la autora, Suiza se adapta a esta nueva realidad (de hacer política vía Twitter, Facebook o Google) de forma mucho más lenta que países como los Estados Unidos. “Los suizos son conservadores con respecto a los medios de comunicación a través de los cuales se informan, aún prefieren depositar su confianza en las fuentes tradicionales”, expresa. Hecho que se suma a que los políticos helvéticos aún son poco activos en el mundo digital y tienen escasos seguidores en línea, incluso comparándolos no con EEUU, sino con el desempeño que tienen en este ámbito países vecinos como Austria o Alemania.

Sobre los esfuerzos que se hacen de arriba hacia abajo, es decir, del gobierno hacia la ciudadanía, la autora considera que quizás las cosas no se están haciendo en el orden adecuado. Cita un ejemplo concreto: la Confederación Helvética planea introducir mecanismos de voto electrónico a partir del 2019, a pesar de que “no es del todo seguro hacerlo”. Explica que el software previsto para ello aún no ha probado estar suficientemente blindado (contra piratas cibernéticos).

En contrapartida, le parece extraño que exista tanta oposición para que se permita la recolección en línea de firmas para lanzar una iniciativa popular, algo que sería muy fácil implementar en términos tecnológicos. “Quizá podrían solicitarse un millón de firmas en vez de las 100 000 firmas (actuales)”, dice, pero sostiene que aun así haría sentido desarrollar primero este proyecto que las votaciones en línea.

Traslado de firmas para iniciativas populares.
¿Una práctica anticuada? Los organizadores de iniciativas populares siguen llevando a la Cancillería Federal, impresas en papel, las 100 000 firmas requeridas. Keystone

¿Qué explica la lentitud de Suiza para aceptar una democracia digital? Fichter opina que “posiblemente no somos tan innovadores en materia de democracia digital porque no lo necesitamos”. El sistema político suizo funciona bien y la gente tiene muchas posibilidades de votar; no existe pues un sentimiento de insatisfacción con respecto al sistema político que sí se hace patente en modelos representativos más rígidos como el de EEUU.

Vayenas considera, por otra parte, que existe un componente político que no puede ignorarse. Algunos grupos de interés son reacios a transformar el orden establecido actual porque les conviene que se mantenga tal cual. Y anticipa “una gran batalla” por esta causa en los años por venir. “El tema es muy controvertido” y el resultado de esta lucha determinará el ritmo al que avancen las cosas en Suiza. Lo que está en juego, refiere, es el poder. “Habrá quien gane con la digitalización y habrá quien pierda”.

Por lo tanto, no sería descartable que se tomen medidas que respondan a los temores que expresan expertos como Vayenas o Fichter. “La alfabetización mediática está aumentando todo el tiempo”, advierte Fichter, pero esto no supone obligadamente que la gente tome decisiones precipitadas solo porque lo hace en línea. Para evitar que esto suceda, siempre es posible introducir salvaguardas, considera. A este respecto, Vayenas recuerda el principio de la doble mayoría que existe en Suiza: las iniciativas populares requieren obtener una mayoría de votos a nivel nacional y también cantonal.

“Si el referéndum del Brexit que tuvo lugar en el Reino Unido en 2016 se hubiera realizado a partir del modelo suizo, sencillamente no habría pasado”, puntualiza Vayenas.

Traducido del inglés por Andrea Ornelas

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