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Tras el asalto, Tailandia espera una salida política

Los cuerpos de los manifestantes en la calle en una imagen del miércoles. Keystone

La situación se mantiene inestable en Bangkok, tras la ola de violencia desatada por el asalto del ejército contra el campo de los rebeldes ‘camisas rojas’.

El temor es que la crisis se extienda y amenace la estabilidad de la región del sudeste asiático.

El gobierno tailandés indica este jueves tener casi el control total de Bangkok, tras diez semanas de manifestaciones y brotes de violencia.

Las tropas gubernamentales dispararon al aire el jueves al aproximarse a un templo donde varios cientos de manifestantes ‘camisas rojas’ buscaron refugio después de que las fuerzas de seguridad los dispersaran, a un día de la rendición de sus líderes.

En el centro de Bangkok continuaban varios incendios después de que se decretara el toque de queda nocturno, tras la ofensiva contra las fuerzas de oposición que provocaron al menos siete muertos y 88 heridos.

No estaba claro si la violencia era una última manifestación del malestar de las fuerzas antigubernamentales, o el inicio de un enfrentamiento más intenso y extendido, advierte un despacho de la agencia Reuters.

Toda la semana fue declarada festivo en un intento por mantener a la gente lejos del centro de Bangkok.

Incluso el primer ministro Abhisit Vejajiva intentó ya una solución política al proponer la realización de elecciones anticipadas. No obstante, el movimiento contestatario y sus miembros más radicales respondieron con nuevas exigencias.

Legitimidad perdida

“La nueva dirección del país, que llegó al poder gracias al ejército en 2006, no tenía ya mucha legitimidad antes de la crisis actual. Hoy, criticada sobre su gestión de la crisis, casi la ha perdido por completo”, afirma Jean-Luc Maurer, director del Centro de Estudios Asiáticos del Instituto de Altos Estudios Internacionales y de Desarrollo, en Ginebra.

Visto el ‘impasse’ político de las semanas pasadas, el asalto del ejército y la instauración del toque de queda (en vigor en la capital desde el miércoles pasado), era, sin duda, inevitable.

Esto no quita que el malestar social y político expresado por los ‘camisas rojas’, movimiento nacido en apoyo al ex primer ministro Thaksin Shinawatra, obligado a exiliarse tras un golpe de Estado militar en septiembre de 2006, permanece.

Crecimiento a dos velocidades

La crisis que atraviesa Tailandia es realmente profunda, puesto que resulta de una serie de problemas que se han acumulado por mucho tiempo sin ser resueltos y que provocan principalmente un desarrollo a dos velocidades”, opina Jean-Luc Maurer.

“Tailandia ha conocido un crecimiento fuerte, pero concentrado sobre todo en la capital, ciertas industrias y una parte de la burguesía urbana. La mayoría del país quedó al margen”, subraya el experto.

De hecho, las desigualdades sociales y las disparidades regionales se mezclan desde la última década del siglo pasado. Tailandia, ciertamente, logró salir de la crisis asiática de 1998, pero las medidas tomadas entonces por el gobierno agravaron la brecha entre ricos y pobres.

Sean cuales fueren los reproches dirigidos hacia Thaksin Shinawatra –frecuentemente calificado como el ‘Berlusconi tailandés’- y hacia los ‘camisas rojas’ que piden su regreso-, éstos representan los reclamos de los olvidados por el desarrollo económico. Reclamos a los que se ha sumado una parte de la clase media asfixiada por la vieja oligarquía militar-aristocrática, que domina el país y que defiende a movimiento de los ‘camisas amarillas’.

Otra crisis en gestación

Pero el mal es más profundo que el garante de la unidad y estabilidad del país –el rey Bhumibol Adulyadej, venerado por una gran mayoría de los 62 millones de habitantes del antiguo reino de Siam – perdiéndose la posibilidad de un arbitraje entre ‘rojos’ y ‘amarillos’.

Ese papel es esencial en un país acostumbrado a los golpes de Estado –más de 30 desde la instauración de una monarquía constitucional en 1932 –y pese a la apertura democrática registrada entre 1997 y 2006. Además, Rama IX (su apelación dinástica) está enfermo y tiene 82 años de edad.

“La sucesión se presenta muy mal. Su hijo Wajiralongkorn, es muy impopular y no parece tener la madera para asumir el papel estabilizador que ha tenido su padre. Si Bhumibol desapareciera próximamente, Tailandia se encontraría en una muy mala situación”, vaticina el especialista suizo.

Mermada la confianza de los inversionistas

Hasta ahora no ha habido una salida masiva de operadores extranjeros. “Pero la crisis ya ha afectado los negocios y la confianza de los inversores”, reconoció Akapol Sorasuchart, presidente de la Oficina Thailand Convention & Exhibition, durante su estancia esta semana en Ginebra para promocionar la imagen de Bangkok como centro de congresos internacionales.

De hecho, el papel de plataforma regional que detentan Tailandia y su capitán no están en tela de juicio. Numerosas sociedades extranjeras, de las cuales la mayoría son multinacionales helvéticas, dirigen desde Bangkok sus actividades en todo el sudeste asiático; y las alternativas son pocas, con excepción de Singapur.

Impacto regional

“Tailandia ha sido percibida siempre como un factor de estabilidad en el sudeste asiático”, confirma el editor ginebrino Matthias Huber, gran viajero y conocedor de esta región salpicada de inestabilidad.

Miembro de la Asociación Suiza-Birmania, Matthias Huber teme, en particular, que una crisis persistente en Tailandia y el papel crucial de los militares pueda reforzar la junta en el poder en Birmania.

Por su parte, el profesor Jean-Luc Maurer subraya otras fragilidades que minan la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN); heridas que la crisis en Tailandia podría reabrir.

“Tailandia mantiene un contencioso fronterizo con Camboya, lo que provocó algunas escaramuzas entre los ejércitos de los dos reinos el año pasado. Tailandia también conoce en su territorio una fuerte rebelión islámica con lazos hacia Malasia. Un país que además observa graves dificultades en el plano político.”

“A fin de cuentas, Indonesia, el otro país de peso de la ASEAN, se ha convertido en el más democrático de la región, tras 32 años de dictadura y una década de difícil transición”.

Frédéric Burnand, Ginebra, swissinfo.ch
(Traducción: Patricia Islas)

Los manifestantes, en su mayoría, son procedentes de áreas rurales y urbanas de bajos recursos.

La gran parte son leales al ex gobernante Thaksin Shinawatra, un multimillonario populista condenado por corrupción que fue derrocado en el 2006 y ahora vive en un exilio autoimpuesto para evitar la cárcel.

Ellos comenzaron a manifestarse a mediados de marzo, exigiendo que el Gobierno renunciara y se llevaran a cabo nuevas elecciones. Más de 70 personas han muerto y casi 2.000 han resultado heridas desde entonces.

Las tropas entraron a primera hora del miércoles al campamento rebelde para expulsar a los activistas y varios líderes de los “camisas rojas” se rindieron. Las fuerzas de seguridad continuaron su operación durante la noche, después de que fueron autorizadas a disparar a saqueadores e incendiarios.

En total, 6500 suizos viven en Tailandia (estimaciones de la Embajada de Suiza).

Se trata de la mayor comunidad suiza en Asia.

La mayoría de los suizos viven en los balnearios de Pattaya y en el sur de la isla Phuket.

2.4 millones de francos suizos es el total de inversiones directas suizas en Tailandia (2007, las más recientes disponibles).

150 empresas suizas, presentes en Tailandia, la mayoría PYMES.

Emplean a 41.300 personas.

La mayoría de las grandes transnacionales helvéticas se encuentran presentes en ese país.

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