Ucranianos en los países bálticos: entre la integración y la precaridad
Juris Kaza
Riga (Letonia), 21 ene (EFE) – La presencia de miles de refugiados ucranianos en Letonia, a punto de cumplirse un año del comienzo de la invasión rusa, es ya algo normal en éste y los otros dos países bálticos, aunque crecen las dificultades prácticas y financieras para su adaptación.
Las experiencias de un grupo de mujeres ucranianas filmadas por una documentalista letona, Una Celma, junto con una productora de televisión procedente de Kiev, ilustran los altibajos que sufren quienes buscan un refugio temporal en Letonia.
Julia, de unos 20 años, es de etnia rusa y se casó con un ucraniano, que resultó ser alcohólico. Ha visto cómo la prestación del gobierno letón que perciben ella y su hijo pequeño se reduce a sólo 14 euros al mes por un supuesto error de cálculo burocrático.
Se está divorciando de su marido, de quien vive separada, y encontró un nuevo amor en un soldado canadiense que estuvo destinado en Letonia, pero que regresó a su país. El proceso para inmigrar a Canadá de Julia -que tiene pasaporte ruso- sigue atascado desde hace meses, cuando debería haberse resuelto en 60 días.
Lena es profesora de bailes de salón de competición; varios de sus jóvenes alumnos han ganado importantes premios internacionales. Hace poco se trasladó de Letonia a Rumanía con sus hijos y una de sus bailarinas adolescentes. En Letonia le recortaron las prestaciones tras serles reembolsados los costes del vuelo para asistir a las competiciones.
Katya, madre de gemelos de un pueblo fronterizo por el que las fuerzas rusas entraron en su país, viajó con falsos pretextos a Moscú y luego cruzó la frontera con Letonia. Los guardias fronterizos rusos se llevaron su doble cochecito de bebé. Ahora está alojada en un pueblo cerca de Riga, en un dormitorio donde uno de los residentes es un ucraniano partidario del presidente ruso, Vladímir Putin, que la amenaza a ella y a sus hijos.
Son algunas de las situaciones que viven los refugiados ucranianos que se están integrando en la vida cotidiana de Letonia. Ahí está también el caso de una cajera ucraniana de una gran cadena de supermercados de Riga, quien lleva una etiqueta con los colores de la bandera ucraniana, señal para los clientes de que no habla letón y quizá tampoco ruso.
Los más de 38 000 ucranianos llegados a Letonia se han convertido también en desencadenante de un duro debate sobre si, a largo plazo, debe permitirse que ellos o sus hijos (el 30% de todos los refugiados ucranianos en el país son menores de 18 años) se comuniquen en ruso.
Liana Langa, escritora y publicista letona, impulsa una campaña en las redes sociales para erradicar el uso del ruso en la vida pública y comercial. Insiste en que dejar que hablen en ruso los maestros de lengua letona donde se han matriculado algunos ucranianos les expone al alumno a «la lengua de los opresores terroristas».
Para los más pequeños, como una niña de cuatro años que ya empieza a parlotear en letón, el problema lingüístico no es tan grave. Pero si regresa a Ucrania tras la guerra, dominar el letón será sólo una curiosidad de escasa utilidad.
El Gobierno letón también ha aceptado que los refugiados ucranianos están aquí para quedarse, al menos durante un par de años: planea gastar 214 millones de euros en 2023 para mantenerlos. Parte de la base de que en 2023 podrían llegar hasta 40 000 refugiados más procedentes de Ucrania.
La vecina Lituania también ha acogido hasta 70 000 refugiados ucranianos, y la ministra de Seguridad Social y Trabajo del país, Monika Navickienė, declaró el pasado diciembre que el país podría aceptar hasta otros 30 000 ucranianos mientras Europa se prepara para una nueva oleada de refugiados de la guerra.
En Estonia, las autoridades ven un descenso en la llegada de refugiados y también han llegado a un acuerdo con Finlandia para acoger a los refugiados que no puedan ser alojados en el país báltico. «En octubre llegaron a Estonia 8000 refugiados, pero la cifra descendió a menos de 4000 en noviembre y a 3500 en diciembre. Si nos fijamos en el último mes de 2022, salieron de Estonia más ucranianos de los que llegaron», citó la radiotelevisión pública ERR a un funcionario de la guardia de fronteras. EFE
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