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Una diplomática suiza entre los frentes del Cáucaso

Keystone

Un años después de la guerra en Georgia, la diplomacia suiza está más solicitada que nunca. De aquí a septiembre la basilense Heidi Tagliavini debe esclarecer la verdad sobre el conflicto. Moscú y Washington aguardan con expectativa el informe.

“Nuestro fin es presentar un informe que sea los más objetivo e imparcial posible”, declaró el miércoles Heidi Tagliavini durante una rueda de prensa en Moscú.

Desde diciembre pasado, la diplomática de 58 años pasa sus días entre Moscú, Tiflis, Bruselas y Washington cumpliendo una misión casi imposible: descubrir la verdad sobre la guerra de Georgia. En esta labor encomendada por la Unión Europea cuenta con la colaboración de un diplomático alemán y otro polaco, además de un equipo de 15 expertos.

¿Quién comenzó la guerra?

El objetivo de este informe es, por un lado, determinar las causas y el desarrollo del conflicto. ¿Quién desencadenó la guerra? Este es el gran interrogante sin esclarecer.

Por otro, se trata de perseguir a eventuales criminales de guerra. El miércoles Tagliavini trató de calmar las enormes expectativas: el informe sólo contendrá material capaz de ser probado.

Pero muy probablemente sólo se conocerá toda la verdad después de más averiguaciones o quizás nunca, recalcó la ex responsable de la misión de la ONU en Georgia.

El informe final de su comisión debía ser presentado a finales de julio, debido a la gran cantidad de datos Bruselas decidió conceder dos meses adicionales y recorrer la fecha hasta fines de septiembre.

Algunas voces críticas aparecidas en la prensa, sin embargo, suponen otras razones para este aplazamiento y especula que no se quiso agitar más los ánimos publicando el informe poco antes del 8 de agosto, aniversario del estallido de la guerra.

Occidente en posición incómoda

La situación en Georgia sigue muy tensa. Rusia ocupa aún las provincias separatistas de Georgia, Osetia del Sur y Abjasia, donde mantiene miles de soldados desplegados desde agosto pasado.

Apenas terminada la guerra, Moscú declaró independientes a las dos regiones separatistas en una actitud contraria a la voluntad de Occidente.

Desde entonces Moscú y Tiflis se acusan recíprocamente de estar preparando un nuevo ataque.

En esta situación tensa es muy difícil responder a la pregunta de quién fue el agresor inicial. De acuerdo a los datos disponibles, Rusia ha ganado la prueba de nervios librada en agosto: el presidente georgiano Mijail Saakaschwili perdió la paciencia y tras quince años trató de recuperar Osetia del Sur empleando las armas. Sin éxito.

Esa acción puso en una situación bastante incómoda no sólo a él mismo, sino también a la UE y a EEUU. Ambos habían apoyado fuertemente al gobierno de Saakaschwili y equipado a su ejército con vista a un posible ingreso del país en la OTAN.

Ganadora: la diplomacia suiza

A pesar de todas las dificultades, Tagliavini espera que su informe ayude a sacar enseñanzas de los errores cometidos. Sin embargo, es muy probable que a finales de septiembre tampoco quede claro quién salió airoso del pulso que sostienen el Este y el Oeste en el Cáucaso.

Pero si hay un ganador, ese es la diplomacia suiza. Y mientras la UE encomendaba a Tagliavini la jefatura de la comisión investigadora, Rusia y Georgia llamaban a la puerta en Berna.

Suiza representa desde principios de marzo los intereses rusos en Tiflis y de los georgianos en Moscú. En la práctica esto significa que los diplomáticos de ambos países siguen trabajando en sus embajadas respectivas, pero bajo bandera suiza. La comunicación entre las dos partes en conflicto pasa indirectamente por la representación helvética.

En esta situación excepcional no extraña que algunos problemas pequeños puedan convertirse en grandes dificultades. Por ejemplo el 9 de mayo, fecha del triunfo soviético en la Segunda Guerra Mundial, los diplomáticos rusos en Tiflis quisieron depositar una ofrenda floral en el monumento al soldado desconocido.

La embajada de Suiza contribuyó -con éxito- a que se lograra un acuerdo. Incluso en lo que debía decir el epígrafe en la corona de flores.

Christian Weisflog, Moscú, swissinfo.ch
(Traducción: Juan Espinoza)

Stalin ordenó el asentamiento forzado de georgianos en Abjasia y colocó así un detonante étnico que terminó explotando tras la caída de la Unión Soviética.

Los osetas del sur y los abjasios empuñaron las armas a principios de los 90 y prácticamente se separaron del Estado central de Georgia.

Rusia ayudó entonces a los separatistas con abastecimiento militar y logístico. Luego, estacionó soldados de paz en las dos regiones en conflicto.

A pesar del papel mediador adoptado oficialmente, el Kremlin parecía ser cada vez más la potencia protectora de los separatistas.

A Rusia no le interesaba una solución rápida para los territorios en disputa. Sin embargo, evitó el pronto ingreso de Georgia en la OTAN.

Tras su victoria en la guerra, Moscú reconoció en 2008 a Osetia del Sur y Abjasia como Estados soberanos.

En los hechos, el Kremlin, que para esta actitud invoca el caso precedente de Kosovo, queda hasta ahora aislado con tal reconocimiento.

La UE y EEUU exigen a Moscú que retire sus tropas a las posiciones existentes antes del conflicto armado.

Nació en Basilea en 1950 y tiene experiencia en situaciones de crisis. Nacida

Ha sido embajadora en Bosnia; enviada de la OSCE en la Chechenia asolada por la guerra, y de 2002 a 2006 presidió la misión de observadores de la ONU en Georgia.

A fines de 2008 la UE la nombró jefa de la comisión investigadora que debe presentar un informe sobre la guerra en Georgia.

Heidi Tagliavini, que llegó a la diplomacia a través de su primo, el ex secretario de Estado Franz Blankart, estudió Románicas y Ruso en Ginebra.

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