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Una flor de Max Havelaar para los productores

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La etiqueta Max Havelaar, que garantiza un comercio equitativo entre Norte y Sur, aparecerá desde el miércoles sobre algunos ramos de flores helvéticas. Un gran estreno; hasta ahora, la firma había certificado sólo los productos alimenticios transportados por barco.

En efecto, en Max Havelaar, el avión estaba prohibido, por razones ecológicas. Pero la llegada de las flores a la familia de los productos que pueden ser certificados obligó el cambio. Una vez cortados, rosas y claveles deben venderse rápidamente. Imposible entonces transportarlos por barco.

“Tuvimos que hacer una concesión”, admite Paola Ghilani”. Pero la directora de la Fundación Max Havelaar (Suiza) añade de inmediato que esa decisión fue tomada con base en un estudio efectuado por la Escuela Politécnica Federal de Zúrich.

La investigación demuestra que las flores importadas de los países del Sur emplean de dos a tres veces menos de energía que las flores cultivadas en Europa, incluida Suiza, en donde los invernaderos deben ser calentados.

De manera general, la producción de flores no tiene nada de ecológico. Peor aún, ese sector agrícola sería el que requiere más de insecticida. “La elección de fertilizantes poco nocivos forma parte de nuestros criterios de certificación, subraya Paola Ghilani. Luego incitaremos a los productores a utilizarlos cada vez menos como lo hicimos en el caso de las bananas”.

La directora de la Fundación recordó que los países del Sur comenzaron a producir flores apoyados por el Banco Mundial en los años setenta.

Desde entonces, los países consumidores occidentales no han cesado de pedirlas. Dos elementos que condujeron a la situación actual: hoy una de cada cuatro flores es importada de los países del Sur.

“Todos nosotros somos responsables de esta situación, y sería demasiado fácil boicotear ese comercio, concluye Paola Ghilani. Mejor intentamos asumir nuestra responsabilidad e influir en el sistema tanto a nivel social como medioambiental”.

Por otra parte, Max Havelaar se dirige por primera vez a un producto no alimenticio. En el futuro la Fundación podría incluso distanciarse de los productos agrícolas. En resumen, esta innovación le abre nuevos horizontes. Y en Max Havelaar se reflexiona sobre la posibilidad de certificar los textiles.

En lo que toca a las flores, las tiendas Coop, Migros y Blume 3000 serán las primeras en vender los ramos certificados por Max Havelaar y que costarán 10% más caros. Por ahora, una decena de centros de producción obtuvo la etiqueta y recibirá una prima a determinar con el concurso de los obreros.

Caroline Zuercher

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