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Alemanes en Suiza: ¡tan cerca, pero… tan lejos!

Keystone/Peter Klaunzer

Como académicos y especialistas son muy requeridos, pero no todos son igualmente bienvenidos como personas del vecino país del norte: los alemanes en Suiza. Dos expertos se refieren a una relación que hace 100 años era muy distinta.

La educación y el conocimiento son las materias primas de Suiza. Estos cimientos han permitido que el país se convierta en uno de los centros de investigación científica más importantes del mundo. Sin embargo, Suiza se ve obligada a reclutar profesionales en el extranjero, porque las universidades helvéticas no producen la cantidad necesaria de académicos nuevos.

Alemania es la principal fuente de reclutamiento. A raíz de la libre circulación de personas, acordada con la Unión Europea (UE) en el año 2002, la cifra de alemanes en Suiza se ha duplicado hasta aumentar de 140.000 a casi 280.000.

La relación de los suizos con sus vecinos del “gran cantón” -apelativo que suelen dar con cierta ironía a Alemania en la Suiza de habla alemana-, no está exenta de tensiones, sobre todo desde el Tercer Reich de Hitler y la Segunda Guerra Mundial.

Por eso no sorprende que la creciente presencia de alemanes, mayoritariamente radicados en la Suiza de idioma alemán, genere desde hace algunos años críticas provenientes, sobre todo, de la derecha.

Trauma de guerra persistente

“Hay demasiados alemanes en Suiza”, opina por ejemplo la consejera nacional (diputada) Natalie Rickli de la Unión Democrática de Centro (UDC/derecha) y plantea que se limite la inmigración.

Wilhelm zu Donha comprende que la fuerte presencia de alemanes en Suiza provoque temores. Primero, porque la cifra de extranjeros supera el 22% y, luego, porque aún persiste el trauma dejado por la hegemonía de Alemania y los alemanes, refiere a swissinfo.ch.

El anestesiólogo bernés de 56 años zu Donha publicó hace dos años el libro “Grenzelose Liebe. Kann ein Deutscher Schweizer sein?” (Amor sin límites. ¿Puede un alemán ser suizo?) cuyo texto original, a veces provocador, ofrece un análisis lúcido sobre las relaciones tradicionalmente frágiles.

El autor se considera un “caminante en la intersección de helvéticos y germanos”.  Lleva consigo un singular antecedente migratorio suizo alemán: descendiente de linaje sajón-prusiano,  ciudadano bernés –sus antepasados obtuvieron tal derecho a mediados del Siglo XVII-, y doble nacional que vive en Suiza desde 1975.

Los académicos alemanes fastidian en Suiza, dice zu Dohna, porque vienen de un entorno muy competitivo y sus carreras van en “un sola dirección: hacia arriba”.

No es prolongación de una sala de estar

Zu Donha pretende con su libro abordar los prejuicios, errores, malos entendidos y engaños. “Los alemanes y los suizos leen a Dürrenmatt, Frisch, Hölderlin, Goethe”.

Pero de una civilización común muy desarrollada no se puede pasar a un cultura de urbanidad compartida, cotidiana. “Precisamente este error cometen muchos alemanes. Ellos ven en Suiza una especie de sala de estar ampliada y creen conocerla. Sin embargo, son apenas clichés lo que tienen en la cabeza”, sentencia.

En el idioma es donde zu Doha ve la mayor diferencia. El idioma oficial en ambos países es el alemán. (En la plurilingüe Suiza se añaden el francés, italiano y retomano como lenguas nacionales oficiales). Sin embargo, el idioma de entendimiento cotidiano en la Suiza de expresión alemana es el dialecto: los niños hablan dialecto suizo alemán en casa y aprenden el “alto” alemán (estándar) como primera lengua extranjera.

“Es muy importante que los alemanes en Suiza se den cuenta de que el verdadero idioma del país es el dialecto (suizo-alemán) y que deben aprenderlo y hablarlo”, precisa Wilhelm zu Donha en perfecto dialecto suizo alemán. Los inmigrantes en cualquier país son quienes deben aprender la lengua nacional.

Los suizos suelen aconsejar que los alemanes prescindan del dialecto. “Pero cuando un alemán habla en suizo alemán dicen “fantástico” ¿cómo lo aprendiste? Ese resultado se aplaude, pero se rechaza el camino que conduce hasta allí”, según sus experiencias.

Muchos colegas de su entorno han seguido su ejemplo. “Ellos han aprendido rápidamente el suizo alemán”, refiere zu Doha.

Las tensas relaciones suizo-alemanas han sido también abordadas por el basilense Georg Kreis. Primero como presidente de la Comisión Federal contra el Racismo (CFR), hasta fines del 2011; y, luego, como historiador.

Por el bien de la sociedad

Le molesta mucho que en nombre del bienestar de la sociedad surjan titulares tales como “Vienen los alemanes” o “Hay demasiados alemanes”. “Es como si a semejanza de la ‘cuestión judía’ en el intervalo de la guerra alguien preguntara ‘¿Tenemos una cuestión alemana?’”, manifiesta Kreis a swissinfo.ch

Los alemanes son ciertamente competidores incómodos en el mercado del trabajo y la vivienda, “pero los médicos y el personal sanitario alemanes rinden un valioso servicio a la atención de la salud en la sociedad suiza”, enfatiza Kreis.

El antiguo presidente de la CFR considera ofensivo atribuir una imagen al conjunto de personas que pertenecen a un grupo. “Y no hace falta referirse a los derechos humanos. Un cuadro negativo perjudica siempre la convivencia pacífica”.

Esa imagen adversa no existía a principios del Siglo XX, ni siquiera cuando el número de alemanes en el 1910 representaba casi 6% de la población suiza, es decir, aproximadamente el doble del actual 3,5%.

Suiza no era precisamente “un paraíso de naciones” antes de 1914, pero la fuerte presencia de alemanes en el periodo previo a la Primera Guerra Mundial no causó problemas en Suiza, explica el catedrático de Historia en la Universidad de Basilea.

El alemán más famoso en Suiza era entonces Albert Einstein, cuya teoría de la relatividad fue desarrollada en su domicilio de Berna. La mayoría de los inmigrantes no eran académicos, sino artesanos y obreros de la construcción.

“En aquella época dominaba una especie de libre circulación de personas, porque las libertades de establecimiento y de trabajo incluían también a los extranjeros”, explica Kreis.

Entre 1870 y 1914, Suiza se orientó notablemente hacia el Reich alemán, señala. “En 1912, o sea, hace un siglo, el emperador Guillermo II visitó Suiza para ver las ‘maniobras del Emperador’ y constatar si los soldados suizos estaban en condiciones de defender los flancos contra Francia, tal como se había convenido”.

Antes de la Primera Guerra Mundial se produjo una emigración repentina porque las decenas de miles de extranjeros, en primer lugar los alemanes, debían alistarse para la guerra. “Paradójicamente, precisa Kreis, esa emigración estuvo acompañada de xenofobia tolerada”.

Refiriéndose a la recurrente cuestión actual “de lo distinto”, Georg Kreis supone que “además de las diferencias históricas y culturales hay también probables semejanzas que se vuelven problemáticas”.

El censo de 1910 registró una población total de 3’753.293 personas.

3’201.282 de esa cantidad eran suizos y 552.011, extranjeros; o sea el 14.7%.

Los más numerosos de estos últimos eran los alemanes (219.530 personas o 5.9%) y los italianos con 202.809 personas o sea 5.4%). De Francia procedían 63.695 personas y de Austria, 37.693.

El índice más bajo de la presencia alemana en Suiza se registró en 1950 con 55.437 personas. En 1960 volvió a subir y llegó a 93.406 personas.

En el año 2001 vivían en Suiza 127.088 alemanes; con la entrada en vigor de la libre circulación de personas, en el 2002, subió a 139.231 y la cantidad de alemanes en el 2003 se situó en 151.095. En la actualidad persiste esa tendencia de aumento.

Según un sondeo hecho a finales de abril de 2012 por el diario sensacionalista Blick, el 64% de los consultados considera que el número de alemanes en Suiza no es demasiado alto. Sólo el 36% opina lo contrario.

El 58% opina que no se debe limitar la inmigración de Alemania; el 37% dice que habría que hacerlo.

El Instituto Isopublic preguntó a 1001 personas de la Suiza de expresión alemana.

Ya una encuesta realizada en el año 2010 por el autor del libro “Deutsche in der Schweiz”  (Alemanes en Suiza), Jörn Lacour, concluyó –aún sin ser representativa-, que la llamada germanofobia es un producto de los medios de comunicación y del partido de derecha Unión Democrática de Centro (UDC).

El 75% de las 707 personas consultadas por Lacour opinó que el tema “Alemanes en Suiza” está muy presente en los medios de comunicación.

Traducción, Juan Espinoza

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