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Voluntarios en Leópolis tejen redes de camuflaje contra los drones rusos

Por Rostyslav Averchuk

Leópolis (Ucrania), 8 ago (EFE).- Cientos de voluntarios trabajan en la torre de defensa de la ciudad vieja de Leópolis tejiendo mallas de camuflaje que ayudan a los soldados ucranianos en el frente de guerra a evitar ser detectados por drones de las tropas rusas.

La maciza Torre de la Pólvora, construida a mediados del siglo XVI, desempeñó antaño un papel en la defensa de la ciudad medieval de Leópolis. Sus gruesos muros fueron especialmente diseñados para resistir la artillería del enemigo.

Con el comienzo de la invasión rusa de Ucrania aloja de nuevo a quienes quieren contribuir a hacer que la artillería de las tropas rusas sea menos letal.

La artillería de largo alcance y los lanzadores múltiples de misiles desempeñan un papel fundamental en esta guerra. Para alcanzar sus objetivos, se apoyan a menudo en drones o en aeronaves no tripuladas.

Usan cámaras de calidad diversa, miles de ellos vuelan sobre las cabezas de los soldados, observan las concentraciones de equipos militares y sus posiciones. Una vez que detectan estas, pasan las coordenadas a los centros de operaciones, que pueden ordenar a la artillería que lance ataques contra los objetivos así localizados.

Los soldados del frente hacen lo que pueden para ocultar sus posiciones, tanques y piezas de artillería. Los semientierran, los ocultan entre árboles o colocan ramas sobre ellos. La mejor manera sin embargo es usar grandes mallas cuidadosamente diseñadas para hacer que se mimeticen con el entorno y así evitar su localización.

Los voluntarios se sitúan en filas frente a una base hecha en plástico sobre la que tejen material de camuflaje, intentando evitar un diseño regular.

«Es un trabajo que consume mucho tiempo», dice Sergiy, analista de negocio y uno de los organizadores del centro, que se trasladó a Leópolis tras el comienzo de la invasión. «Ya no hay las colas del comienzo porque la gente tiene que trabajar o se cansa. Pero tejer hasta dos filas ayuda».

Añade: «también se necesita mucho material, como tela o bases de plástico con celdas del tamaño adecuado. Hemos podido comprar al por mayor o gracias a donaciones». La gente también lleva ropa personal o de cama.

«El requisito principal, a parte del color, es que no brille al sol. También intentamos evitar usar material sintético que se pueda derretir fácilmente», explica Sergiy a Efe.

Según este voluntario en lugares de tejido de mallas como este se aprende trabajando. «Tejer en sí no es difícil pero lleva su tiempo dar con la mejor forma de hacerlo. También recibimos consejos del Ejército».

La demanda del Ejército es grande. «Lo que hacemos es simplemente una gota en el océano. Nunca es bastante. Pero tenemos que seguir trabajando porque no hay otra manera», afirma Sergiy.

Espera que además del armamento moderno Ucrania reciba también mallas de camuflaje de sus socios extranjeros para ayudar a impedir su detección.

Actualmente no hay métodos que sustituyan a las mallas fabricadas manualmente.

«Las hechas industrialmente para cazadores pueden ser peligrosas. Los drones modernos pueden reconocer tramas regulares, lo que implica que pueden revelar dónde están los equipos o las posiciones que se pretende ocultar.

Muchos de los que acuden ya son habituales. Nina Pavlivna ha venido casi todos los días durante el último mes. «Solo espero que esto ayude a salvar la vida de alguien en el frente», afirma.

Olena está de acuerdo. «Las mallas bien hechas ayudan a salvar vidas, mientras que las mal hechas pueden matar».

Sabe bien lo que hace. Comenzó a tejer ya en 2015 cuando los soldados ucranianos las necesitaban durante la batalla del Donbás. Desde el comienzo de la invasión reparte su tiempo entre los centros de tejido de Leópolis y Kiev, adonde va con su hija.

Su hermano resultó muerto en la guerra en marzo. Muchos amigos están combatiendo contra Rusia.

«A medida que cambian las estaciones, modificamos los materiales que empleamos», explica Olena.

«En verano normalmente combinamos varios tonos de verde. Como se acerca el otoño, empezaremos a añadir más amarillos. Con la llegada del invierno pasaremos al blanco y al negro, dependiendo de cuánto nieve».

Sonríe amargamente y dice: «cada vez que cambiamos el color de los materiales en el pasado esperábamos que fuera la última vez. Lamentablemente, no pensamos ya así. Esta guerra no va a terminar pronto». EFE

ra/jam/alf

(foto) (vídeo)

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