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¿Un voto que no cambia nada?

Tal como la estátua dedicada a los cantones fundadores: Uri, Schwyz y Unterwalden, el sistema político de consenso de Suiza está forjado en piedra firme Keystone

En la mayoría de los países democráticos, las elecciones son esperadas con ansiedad, porque de ellas depende el futuro del Gobierno.

En Suiza la situación es diferente.

En el sistema de consenso helvético, el poder de decisión de los ciudadanos es limitado con ocasión de las elecciones. Pero este déficit se compensa con numerosos referéndum.
¿Pero cómo? ¿Su gobierno es el mismo de 1959? A veces sucede tener que responder a este tipo de preguntas.

En Europa y donde se impuso el sistema de alternancia entre mayoría y oposición, el modelo helvético, extremadamente estable, causa curiosidad y sorpresa. Esta forma de consenso no se conoce en otras partes.

“En Suiza todos los grandes partidos se mantienen en el poder después de las elecciones, aunque hayan perdido en las votaciones”, señala Adrián Vatter, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Berna.

Elecciones aburridas

“Esto hace que las elecciones suizas sean aburridas respecto a las de otros países, donde el resultado de los escrutinios determina la futura composición del gobierno”, agrega.

En efecto, el gobierno suizo (Consejo Federal) no es la expresión de una mayoría parlamentaria elegida por la base y con programa de gobierno preciso. Todo es fruto de un acuerdo entre los principales partidos nacionales (Radical, Democracia Cristiana, Socialista, Unión Democrática de Centro).

En el Consejo Federal está representado cerca del 80% del electorado. La actual repartición de los sillones parlamentarios remonta a 1959, pero el origen del sistema consensual tiene sus raíces en la segunda mitad del siglo XIX.

Orígenes bipolares

Sin embargo el consenso no estaba inscrito en el nacimiento de la Confederación creada en 1848. El nuevo estado era hijo de una clase dirigente liberal que salió victoriosa del enfrentamiento con los católicos conservadores.

Estos últimos habrían podido constituir un núcleo de un gran partido de oposición, en grado, primero, de cambiar la relación de fuerzas en el Parlamento, y segundo, conquistar el poder. Pero las cosas no sucedieron así.

“El principal motivo para el paso del sistema mayoritario al sistema de consenso fue la introducción de la democracia directa a mediados del siglo XIX”, explica el profesor Vatter.

Mutación derivada del referéndum

La iniciativa popular y en particular el instrumento del referéndum permitió a la oposición conservadora de bloquear el proceso legislativo. “A los liberales no le quedó otra cosa que integrar a los conservadores en el Gobierno, para desbloquear el sistema”, agrega Vatter.

Casi involuntariamente, la clase dirigente liberal creó así las bases para un cambio radical de las estructuras políticas del país. “En esa época nadie se preguntó sobre los efectos a largo plazo del referéndum”, añade.

El mismo esquema se repitió cada vez que aparecía en la escena política una fuerza capaz de recurrir al referéndum. A los conservadores los siguió el Partido Agrario (hoy Unión Democrática de Centro, derecha dura), y seguidamente los socialistas.

En el sistema de consenso fueron integradas las principales fuerzas sociales del país. El trámite legislativo contempla el llamado “procedimiento de consulta”.

Durante la fase de elaboración de una ley, los principales representantes de la sociedad civil (asociaciones económicas y sindicatos) son consultados, a fin de evitar el uso excesivo del referéndum.

La oposición y el pueblo

Es legítimo preguntar quién, en un similar sistema político, asume la función de control del aparato gubernativo, funciones que en una democracia con alternancia política incumben a la oposición.

“El control se realiza a través de la democracia directa, el papel de la oposición es un asunto de los que votan”, responde Adrián Vatter.

El politólogo admite que en otros países la alternancia entre el Gobierno y la oposición permite un mayor renuevo de la clase política, “un hecho de por sí, positivo”, subraya.

“Por otra parte, agrega, ningún índice permite decir que un sistema basado en la competencia funcione mejor que el sistema del consenso. La alternancia entre mayoría y oposición no siempre permite una política coherente”.

“En todo caso el sistema suizo se basa en un equilibrio que no puede ser fácilmente modificado”, agrega Vatter.

“Mientras conservemos los actuales elementos de democracia directa es casi imposible conseguir que el sistema sea más competitivo. Mientras más elementos de competencia se introduzcan en el sistema suizo, más grande serán los riesgos que se bloquee”, concluye Vatter.

swissinfo, Andrea Tognina
(Traducción: Alberto Dufey)

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