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El sector financiero aún dista mucho de ser fiable

2008 fue un pésimo año para los empleados de Lehman Brothers en Nueva York. Reuters

Los cimientos del sistema financiero global siguen tambaleándose, pese a la montaña de regulaciones impuestas a la banca internacional desde hace cinco años, cuando el sector colapsó. Es lo que opinan asistentes al Foro Económico Mundial (WEF).

La reunión de Davos evidencia este 2013 que bancos, reguladores y políticos aún siguen siendo polos opuestos, cuando se trata de decidir los mecanismos concretos que deben aplicarse para prevenir una futura crisis financiera global. Sin embargo, la adopción de estrategias diferentes en cada país solo está generando confusión.

Para William Black, ex regulador del sistema financiero estadounidense, por más reglas que se impongan en el mundo, éstas tendrán un impacto mínimo mientras los bancos puedan seguir ocultando sus verdaderas cifras gracias a trampas contables y mientras los directivos de las instituciones puedan seguir cometiendo fraudes.

En opinión de Black, aún es demasiado fácil para un banco exagerar el valor teórico de sus activos o encubrir sus pérdidas. Por ello, “cualquiera que se base en los análisis informáticos que se generan a partir de la basura que proveen los bancos solo estará ayudando a producir un fracaso regulatorio masivo”, declara a swissinfo.ch en Davos.

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Salvar solo a bancos y acreedores es insostenible

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Fraudes flagrantes

Para Black, peores aún son los casos de fraude flagrantes que han quedado inmunes hasta hoy. Cita como ejemplo el caso de algunos bancos que emiten préstamos a terceros, que son sus cómplices y que utilizan estos fondos para comprar acciones del banco en cuestión, generando con ello la percepción de que el capital fue reforzado y que la calidad crediticia de la entidad mejoró.

“Prácticamente no hay ni un solo banquero de alto nivel que haya sido provocador de esta crisis y que sea objeto de investigación alguna, y mucho menos alguno que esté en prisión”, se queja Black. Mientras los reguladores no comprendan a cabalidad los mecanismos del fraude, que ni siquiera interesan, seguirá siendo fácil repetir delitos financieros en el futuro.

El tema de las triquiñuelas contables también fue motivo de debate en el Foro de Davos. Paul Singer, encargado del fondo de alto riesgo Elliott Management, de origen estadounidense, destacó que la fragmentación de la regulación que aplican los distintos países podría fomentar justamente el incumplimiento de las reglas.

“Ante la falta de estándares globales las cosas irán de mal en peor. Se verificarán incumplimientos en los países que quieren avanzar en este tema, fracasando en su propósito inicial de corregir lo que hoy está mal

Opiniones divididas

Construidas a partir de “parches financieros”, la naturaleza fragmentada de las nuevas reglas también está dificultando que los bancos avancen en sus estrategias de negocios, alerta, por su parte, Axel Weber, presidente del UBS.

Actualmente, hay una gran división en la banca internacional con respecto a las medidas que tendrían mayor impacto en la tarea de mejorar el desempeño de los bancos.

Esto se debe a que las medidas incluyen los frentes más diversos, como fortalecer las reservas de capital para amortiguar riesgos; delimitar los tipos de banca existentes, separando la actividad de la banca de inversión de la minorista; revisar los criterios de apalancamiento, mejorando los estándares contables y restringiendo el número de operaciones que los bancos pueden realizar con recursos que no son propios; o incrementar la transparencia y obligar a las instituciones a contar con una mayor liquidez.

Como resultado de esta falta de consenso internacional, los reguladores de cada parte del mundo han decido introducir sus propias reglas nacionales, lo cual está resulta contraproducente.

Los reguladores querían reducir la complejidad. Y sí, la han disminuido con respecto a los productos y en materia de financiación, pero han aumentado la complejidad regulatoria, legal y el entorno general que permite la toma de decisiones, estima Weber.

“En este nuevo contexto, los riesgos operacionales y legales son hoy mucho más importantes que los riesgos financieros y de inversión que habíamos enfrentado antes”, agrega.

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Davos bajo asedio

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Advertencia adicional

Por otra parte, aún existen amplias áreas de operación del sector financiero donde los reguladores no han puesto un pie aún.

Una de ellas es el mercado de los derivados, cuyo valor se estima en 467 billones de dólares (unos 434 billones de francos suizos). Y existe también una banca sumergida, constituida fundamentalmente por hedge funds (fondos de alto riesgo), private equity firms (empresas de capital de inversión), fondos y fiduciarias diversas.

Y está también el debate vivo sobre los bonos y salarios desorbitados que cobran los directivos bancarios. Un tema sobre el cual lo suizos se pronunciarán en las urnas en marzo próximo que podría frenar las ambiciones de los altos ejecutivos.

Hasta ahora, los reguladores y los políticos solo han abordado el asunto en muchos países con la esperanza de que sean los propios bancos los que tomen la iniciativa y hagan algo, afirma Weber a los asistentes al WEF.

No obstante, según su opinión, si la reacción esperada no se presenta, se verán nuevas regulaciones dirigidas a frenar los pagos y a mejorar la gobernanza.

Encerrarlos y arrojar la llave

William Black, autor del libro La mejor manera de robar un banco es dirigirlo, aboga por aplicar mano dura sobre las instituciones financieras.

“No consigo pensar en un solo país que haya dicho: Vamos a acabar con el problema de raíz, nos desharemos de todos los ‘chicos malos’ y luego declararemos a las instituciones en bancarrota”, señala a swissinfo.ch.

“Ningún regulador ha puesto en prisión a la gente (que provocó la crisis). Y tenemos frente a nosotros una generación completa de reguladores que han sido entrenados simplemente para fracasar”.

El Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) fue fundado en 1971 por Klaus Schwab, inicialmente bajo el nombre de Simposio Europeo de Gestión.

Originalmente fue diseñado como una cita en Davos que permitiría a líderes empresariales europeos y estadounidenses contactar y buscar caminos comunes para la resolución de problemas.
 
Este organismo no lucrativo tiene sus oficinas centrales en Ginebra y se financia con aportaciones de sus miembros.
 
El Foro tomó su nombre actual en 1987, cuando la expansión de sus horizontes lo había convertido en una plataforma de debates a escala mundial. El WEF sostiene haber influido positivamente en la resolución de disputas entre Turquía y Grecia, Corea del Norte y del Sur, la Alemania Oriental y Occidental, y también en Sudáfrica durante el apartheid.
 
El WEF publica detallados informes, con alcance global y por países, y otras investigaciones que constituyen herramientas para la toma de decisiones de sus miembros.
 
A lo largo del año, el WEF es anfitrión de diversos encuentros regionales. Su cita más emblemática y relevante sigue siendo el foro internacional que tiene lugar en Davos, en el cantón de los Grisones.
 
En 2002, esta reunión fue desplazada –de forma excepcional- a Nueva York, como una señal de apoyo a esta ciudad que aún tenía frescos en la memoria los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
 
Davos ha llevado a su cumbre a las más renombradas figuras del mundo de los negocios, la universidad, la política y el espectáculo, entre ellas: Nelson Mandela, Bill Clinton, Tony Blair, Bono, Angela Merkel, Bill Gates o Sharon Stone.
 
Conforme el foro creció en talla y reputación, a partir de los años 90 comenzó a atraer crecientes críticas de grupos antiglobalización que le reprochan el elitismo y el interés egoísta de sus asistentes.

Este año, unos 50 jefes de Estado asistirán a la reunión de Davos. Entre ellos, el primer ministro británico, David Cameron; el primer ministro ruso, Dmitri Medvedev; la canciller alemana, Angela Merkel; y el primer ministro italiano, Mario Monti.

(Traducción: Andrea Ornelas)

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