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Las calificadoras, motor de la crisis europea

La agencia Moody’s sacudió a los mercados esta semana anticipando una perspectiva negativa para Alemania. Keystone

Se ha criticado mucho el papel de las agencias de calificación en la actual crisis. La Universidad de San Gall denuncia que no aplican los mismos criterios a todos los países. Una revelación que llega en plena efervescencia de los mercados.

Este contenido fue publicado el 27 julio 2012
Olivier Pauchard et Stefania Summermatter, swissinfo.ch

Desde hace varios meses, múltiples voces se levantan para criticar el rol capital que han jugado las agencias calificadoras en la evolución de la crisis de la deuda que atraviesa Europa.

Se cuestiona la magnitud y la repercusión inmediata que tiene en los mercados la revisión de notas atribuidas a las empresas o gobiernos.

Para un Estado, la pérdida de la famosa nota máxima AAA- que es sinónimo de solidez financiera- se traduce de inmediato en un fuerte repunte de la tasa de interés que debe pagar para financiarse directamente en el mercado.

Otro criterio que ha sido motivo de debate es la parcialidad con la que las agencias calificadoras –todas, por cierto, de origen estadounidense- emiten sus juicios cotidianos. Esta semana, por ejemplo, la Comisión Europea externó sus inquietudes al respecto.

“Es interesante constatar que cada vez que la situación presupuestaria se degrada en Estados Unidos, algunas agencias calificadoras desvían los reflectores hacia Europa”, declaró la vicepresidenta Viviane Reding.

Para resolver este problema, algunos políticos del Viejo Continente –como el ministro francés de Economía, Pierre Moscovici- proponen la creación de una agencia de calificación privada de origen europeo.

La espiral de la quiebra

¿Paranoia europea frente a Estados Unidos? No, opinan los economistas Manfred Gärtner y Björn Griesbach, autores del estudio publicado este miércoles por la Universidad de San Gallen en el que pasan revista a la situación económica de los 25 países de la OCDE en el periodo 2009-2011.

Una parte del estudio analiza las consecuencias funestas que las bajas de calificación pueden provocar en los Estados. Los intereses se vuelven mucho más altos en la medida en la que la nota retrocedió, y los países concernidos ven su situación deteriorarse hasta que atraviesan un umbral, a partir del cual se dirigen a la insolvencia. Traspasado este límite, la situación de un país se dirige hacia una quiebra, “de la cual ninguno puede librarse solo”, destacan los autores.

 
Para los países que disponen de una nota A -o alguna inferior-, el mínimo indicio de que está por venir una degradación en la calificación puede detonar una espiral que le conduzca a la quiebra, denuncian Gärtner y Griesbach.

Y destacan que ni siquiera los países beneficiarios de una nota máxima están exentos de problemas. De hecho, pasar de AAA a AA+, puede traducirse en dificultades.

Incomprensible retroceso

Más allá de la crítica al sistema, los autores estiman que desde 2008, muchos países europeos han sido calificados de forma distinta a como se les evaluaba antes de la crisis, o con criterios diferentes a los que aplican a países de otras regiones. Dicho sin rodeos, los europeos son juzgados con mayor dureza.

Los dos autores consideran incomprensibles algunas degradaciones. “Hay retrocesos que no pueden explicarse en el deterioro real de la situación económica o financiera del país en cuestión”, destacan.

Según sus cálculos, las notas de más de un Estado fueron degradadas más allá de lo que sus economías ameritaban. “España es un ejemplo claro, (su nota) tendría que haber sido retrocedida en el equivalente a medio escalón y ha perdido tres”, citan.

Una tónica que, según ellos, se siguió también en Irlanda, Portugal y Grecia.

 
Y a modo de conclusión, los autores entregan un veredicto implacable: “Debe considerarse a las agencias de calificación como motores y como principales provocadoras de la crisis de la deuda de Europa”.

Tensión en los mercados

Justificadas o no, las críticas de los economistas de San Gall se presentan en un momento álgido, justo cuando la situación en los mercados es particularmente tensa, debido a las declaraciones que han hecho estas compañías.

Este miércoles, la agencia Moody´s colocó a Alemania “bajo perspectiva negativa” por los riesgos que representan Italia y España para su estabilidad futura y para la perspectiva del euro. Un pronóstico que repite para los Países Bajos y Luxemburgo.

En el presente, solo seis países de la zona euro gozan de una calificación AAA”. Pero solo Finlandia puede jactarse hoy de una “perspectiva estable”, opina de Moody´s.

demasiado o muy poco

Las tres principales agencias de calificación del mundo son Standard & Poor’s, Moody´s y Fitch.

Su misión teórica es evaluar de forma independiente la solidez financiera de las empresas y de los Estados, sus riesgos potenciales de quiebra o impago cuando emiten títulos de deuda.

Las calificadoras deben informar a los inversionistas sobre los riesgos que corren si compran el papel de una determinada sociedad o Estado. Para ello, otorgan una nota a las instituciones.

Las calificaciones van desde la AAA (calidad extrema) hasta C-D –(completa insolvencia).

 
Las compañías basan sus notas en la opinión de sus analistas, que evalúan criterios contables, de gestión, de riesgo, y las perspectivas de una empresa. En el caso de Estados, verifican también la estabilidad de sus instituciones, el manejo de la política monetaria y la situación de sus finanzas públicas.

Tanto para los Estados como para las empresas, una degradación se traduce en un alza en las tasas de interés que deben pagar por emitir deuda para financiarse.
 
Tras el escándalo de Enron, o la crisis de los subprime, las agencias de calificación han sido acusadas de haber reaccionado demasiado tarde y de haber calificado como empresas sanas a compañías que estaban en problemas.

Su trabajo incurre con frecuencia en conflicto de interés, porque son pagadas por las empresas que quieren ser calificadas. Esto significa que las agencias están tentadas a otorgar una mejor nota a sus clientes, para evitar perderlos.

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