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El pastor espiritual de los presos peruanos

Un corazón, regalo de las mujeres a las que Andreas Wettstein acompaño en una etapa dura de sus vidas. cortesia

Luego de "compartir trecho" por esta vida con muchos presos en Huancayo, en el Perú, el pastor suizo Andreas Wettstein acompañará espiritualmente a los que infringieron las leyes del hombre en Huánuco.

Wettstein llegó a Huancayo en 2003, enviado por la ONG Misión Belén de Immensee, en la Suiza central. La esencia de su misión en las prisiones peruanas ha sido “escuchar” a estas personas en cautiverio.

Misión cumplida a juzgar por lo que le han dicho los internos, con testimonios como este: “Nunca pude hablar de mis problemas y sufrimientos. Usted es el primero que me escucha, mi madre siempre trabajaba, mi padre alcohólico nos abandonó”.

Eran historias conmovedoras, Wettstein recuerda especialmente una. “Un joven de 17 años, alcoholizado y armado, mató a su novia y a la amiga de ésta. Fue internado en el Centro para Jóvenes Infractores. Los familiares de las víctimas quemaron su casa y lo amenazaron de muerte. Cuando lo encontré parecía un animal maltratado, no fue fácil entablar contacto con él”.

“Le dije que venía con el mensaje de Dios, que sabe perdonar. Le pregunté qué haría si hubiesen asesinado a su madre. La pregunta le tocó y estalló en llanto, en mis brazos. Leíamos juntos la Biblia, la historia del Hijo Pródigo. Él se dio cuenta de su acto. Tiempo después pidió su bautismo, comunión y confirmación”.

Por su buena conducta y su empeño en estudiar, el joven, condenado en principio a 5 años de cárcel, se acogió a los beneficios que contempla el Código Penal de Menores en Perú y salió en libertad tras 3 años y medio, se mudó a otra ciudad y reencontró su camino, relata Wettstein a swissinfo.ch.

Cárcel, para los más pobres

“Aunque la infraestructura es precaria, el joven tuvo en la prisión un régimen ordenado que no hubiese sido posible en la calle, pues tanto en Huancayo como en otras cárceles peruanas, los internos son casi siempre las personas más pobres”.

Corrupción, maltratos, falta de control, desinformación, mala administración son el pan de cada día en las cárceles peruanas, según Wettstein. No obstante, “comparada con las de África u otros países latinoamericanos, la situación no es extrema; no hay tortura, la Cruz Roja y la Defensoría del Pueblo están presentes”.

En Huancayo hay un centro de educación ocupacional, los internos son alfabetizados y pueden obtener certificados del Ministerio de Educación. Además, tienen talleres de carpintería, teatro, reciclaje de basura, cuentan con asistencia jurídica y psicológica.

Wettstein también impulsó y se ocupó de estas tareas terrenales, que no se pueden dejar de lado “si se trata de mejorar la calidad de vida de los presos y aumentar sus posibilidades laborales para cuando salgan en libertad”.

Si tienen una familia que los acoge, si encuentran trabajo, pueden rehacer sus vidas. De lo contrario, el riesgo de que vuelvan a delinquir es grande. El origen del problema es la pobreza, reitera Wettstein.

Compromiso social de la Iglesia

“Pero no es verdad que sean pobres porque son ociosos, como afirma el cardenal Cipriani”, alega Wettstein. “Son pobres porque hay corrupción y explotación. El peruano es un pueblo oprimido, pero sabe luchar y sobrevivir en condiciones adversas, sabe improvisar y adaptarse, quiere trabajar, no mendigar”.

“Por representantes como Cipriani”, continúa Wettstein, “la Iglesia Católica ha perdido credibilidad. “Pero aún hay obispos que trabajan en la línea de la Teología de la Liberación, al lado de los pobres, tratando de incluirlos, como también se ha propuesto el nuevo gobierno de Humala”.

“Me gusta la mentalidad de los peruanos, tan flexible a diferencia de la rigidez suiza”, expresa Wettstein, quien dice sentirse cada vez “más latinoamericano”. Lo que no le impidió visitar también a sus compatriotas en cárceles peruanas.

“La mayoría de ellos están sentenciados por transportar cocaína. A uno lo capturaron en su tercer intento y lo sentenciaron a 7 años de prisión. Era adicto y su idea era pagar sus deudas en Suiza con la venta de drogas. Lo indultaron por razones humanitarias, su salud era muy delicada”.

En 2008 había 17 presos suizos, casi todos cumplían sentencias en cárceles de Lima y Callao, cada vez más hacinadas. “El nuevo presidente del sistema penitenciario es un teólogo, sociólogo y criminólogo y se espera que con él mejoren estas condiciones”.

Entender mejor la conducta criminal

Aprovechando su año sabático, este año Wettstein estudió Psicología Forense y Psicoanálisis en la Universidad Católica de Buenos Aires. “Allí se me abrieron nuevas perspectivas para entender mejor las características de la conducta criminal, del mundo carcelario”.

Wettstein se quedó impresionado del cosmopolitismo bonaerense y la forma en que los argentinos mantienen el recuerdo de las víctimas de la dictadura. “Entre los más de 30.000 muertos y desaparecidos hubo dos obispos, varios sacerdotes y dos religiosas. Una de ellas fue la francesa Leonie Duquet, en cuya tumba se lee ‘No podemos permanecer insensibles… Callar sería una cobardía, peor que la muerte’.

En enero próximo, Wettstein volverá a Perú con su mensaje de esperanza para el prójimo en situación extrema, pero creyente. “La Iglesia Católica todavía tiene credibilidad y genera confianza en América Latina. Es vista como una institución neutral, eso facilitó mi labor”.

En Huancayo, Wettstein acompañó a 1.470 presos, entre hombres, mujeres y jóvenes. En esta experiencia, según él, aprendió mucho del ser humano, de sus debilidades, fracasos, necesidades, y de su potencial, virtudes y fortalezas.

“También pude conocerme más profundamente. Me he vuelto más humano. Mi fe se ha fortalecido, es más concreta y comprometida”.

Nació en 1961 en Laufenburg, cantón Argovia.

1982-1988: estudios de Teología en Friburgo (Suiza) y Jerusalén.

1988-1989: prácticas misioneras en Juliaca, Perú

1989-1990: noviciado para la Misión Belén’ y primeros votos

1993-1996: encargado de la parroquia ‘El Buen Pastor’ en Callao, Perú.

1996-2001: encargado de la parroquia ‘San Francisco de Asís’ de Chaviña, provincia de Lucanas, Ayacucho, Perú.

2001-2002: clases de Criminología, Derecho Penal y Psicología Forense en la Universidad de Berna

2007: escuela de acompañamiento espiritual ‘Emaús’ en Santa Eulalia, Perú

2003-2010: coordinador de la Pastoral Penitenciaria en el Valle del Mantaro, Arquidiócesis de Huancayo

2011 Año sabático: estudios de la Psicología Forense en Buenos Aires

Es una obra misionera católica consagrada “al servicio de la liberación integral de personas desfavorecidas en África, Asia, América Latina y Europa”.

Colabora en proyectos de organizaciones eclesiales y civiles y promueve condiciones de vida dignas y el respeto de los derechos.

Prepara a cooperantes profesionales y los pone a disposición para colaborar en tareas determinadas y temporalmente limitadas. Les apoya en su labor de facilitar procesos de solidaridad internacional.

Los cooperantes llevan un estilo de vida modesto, comparten la vida con la gente sencilla y mantienen su presencia aún en situaciones difíciles.

Informa, realiza campañas en favor de los intereses de los pueblos de América Latina, África y Asia. Su centro de formación Oscar Romero en Lucerna da una plataforma a las voces de personas de esos continentes.

Se financia con donaciones particulares, aportaciones de entidades públicas y del Estado suizo a través de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).

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