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La arriesgada migración de las cigüeñas blancas

Max, junto a su madre en 1988. Museo de Friburgo

El inicio del otoño en Europa dio comienzo a la migración de las cigüeñas hacia tierras más cálidas del Sur, pero no todas logran sobrevivir en este viaje en busca de mejores climas. Es el caso de las cigüeñas blancas de Suiza que, desde 1999, están siendo seguidas por satélite.

De las 26 aves rastreadas por el programa europeo ‘SOS Cigüeñas’, en colaboración con el Museo de Historia Natural de Friburgo y ‘La Sociedad Suiza por la cigüeña blanca’, sólo 14 sobreviven, según el balance realizado en agosto del 2001. Una de ellas, es Max.

Este programa europeo, lanzado en 1999, permite el seguimiento de las aves vía satélite y por Internet. Sus resultados deberán concluir en el 2002, con recomendaciones para una mejor protección de esa especie en vías de desaparición.

Las cigüeñas blancas fueron reintroducidas en las regiones pantanosas de Suiza en 1950, luego de su completa desaparición durante la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, 150 aves, traídas desde Argelia por el ornitólogo suizo Max Bloesch, se han reproducido en diferentes regiones de la ciénaga helvética.

En 1980, las autoridades del medio ambiente consideraron que estas aves podían reintegrarse al medio natural y que debía cesar su vida en los nidales bajo cuidado oficial. Así pues, desde ese año, las cigüeñas son libres de seguir el ciclo de las migraciones estacionales.

Víctimas del progreso

El problema es que el periplo hacia tierras más cálidas está sembrado de peligros para la cigüeña blanca (‘Ciconia ciconia’).

La mayoría sucumbe frente a los cables de alta tensión, los fertilizantes químicos usados en la agricultura, las aguas contaminadas y la devastadora acción de los cazadores inescrupulosos.

El seguimiento de esas aves permite conocer exactamente las causas que provocan su muerte. A través del satélite científico ‘Argos’, se trasmiten las rutas seguidas por las cigüeñas que van dando su posición, mediante anillos emisores que les fueron colocados durante su estadía en los nidales helvéticos. Sus señales se dirigen hacia una estación receptora en Tolosa (Francia),

Existen dos rutas tradicionales para la emigración de estas aves. La más importante es la del Este (Turquía, Medio Oriente, valle del Nilo, hasta el Este de África). La segunda, la ruta de Gibraltar, hacia el Oeste de África, es la que toman las cigüeñas provenientes de Suiza, de la Alsacia francesa o del suroeste de Alemania.

La cigüeña Max

En el verano del 2000, en los nidales situados en 4 cantones suizos, 26 cigüeñas fueron equipadas de pequeñas balizas emisoras. Al concluir, a fines de agosto, la primera parte del viaje migratorio, sólo 14 siguen dando señales de vida, entre ellas, Max, que lleva el nombre del ornitólogo suizo que reintrodujo las cigüeñas.

Gracias al sitio Internet que mantiene el Museo de Friburgo, se ha podido saber la causa de varias de las muertes y, lo más importante, ha sido posible seguir, a través de un mapa virtual, el paradero actual de las aves sobrevivientes. Es el caso de Max, que se ha convertido en la cigüeña favorita de sus protectores.

Max nació en el nidal de Avenches y en 1999 se le equipó de un anillo emisor. Su seguimiento ha sido posible tanto por vía satelital como por rastreo terrestre. Hasta ahora, Max no sólo ha logrado evitar todos los peligros que le acechan en su recorrido, sino que cada año ha vuelto a su nidal en Suiza.

Cabe recordar que, según André Fasel, del Museo de Friburgo, “sólo el 10% de las cigüeñas que dejan Suiza, vuelven”. En 1999, Max pasó el invierno entre Tabelbala, Orán y Fez. Tras un paseo por Madrid, volvió a Suiza. Después de pasar el verano en el lago de Constanza volvió a emigrar. Ahora el satélite indica su llegada a Marruecos, sana y salva.

El retorno de Max se espera para el próximo verano suizo, momento en el que concluirá también el programa. Para entonces, los científicos estarán en condiciones de determinar ciertas costumbres y hábitos de las cigüeñas.

Se espera saber así la duración de la migración, las etapas diarias, la velocidad de los desplazamientos, los cotos de caza, los lugares de descanso y de comidas.

Por otro lado, se podrán proponer medidas adecuadas de protección y preservar mejor a esta mítica ave que nos anunciaba la llegada de los hermanitos, de una nueva vida.

Alberto Dufey, Ginebra

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