Sobre la Vía Suiza flotaban las banderas de 3089 comunas del país. Keystone
Construido por el arquitecto ginebrino Jean Duret, el monorriel proponía un paseo a través de los pabellones a una velocidad de 16 kilómetros por hora. De un total de cerca de 12 millones de visitantes, transportó a 6 millones. Keystone
El mesoscafo fue concebido por Jacques Piccard, hijo del ingeniero Augusto y padre del constructor aéreo Bertrand. Tras un conflicto con la dirección de la Expo, el primer submarino turístico del mundo fue finalmente sumergido el 16 de julio. El aparato se encuentra actualmente en el Museo de los Transportes de Lucerna. Keystone
Gulliver interrogando a los visitantes sobre los valores suizos. El juego, idea del dramaturgo Charles Apothéloz, pretendía alimentar una encuesta sociológica por medio de un ordenador. Sin embargo, el cuestionario tuvo que ser suavizado 13 veces, dadas la reticencias del gobierno suizo. Keystone
Eureka, alegoría poética y humorística de la sociedad industrial y de consumo, fue una de las primeras máquinas públicas del artista Jean Tinguely. Se encuentra desde 1967 en Zúrich. Keystone
El muy futurista Jardin Nestlé fue concebido por el arquitecto Michel Magnin. Este jardín infantil es el origen del Valle de la Juventud inaugurado en 1973 en la ciudad de Lausana. Keystone
El ejército impuso su presencia en la Expo con un pabellón cilíndrico erizado de picos diseñado por el arquitecto de Zúrich, Jan Both. Su lema: Nosotros nos podemos defender, pretendía ser la afirmación de la resistencia del país a la penetración extranjera. Keystone
Las edecanes de la Expo 64 llevaban un uniforme rojo y negro, que buscaba diferenciarlas de las aeromozas y ser “práctico, elegante y conveniente en cualquier época del año, para la mayoría de las mujeres que lo lleven”. RDB
La Sinfonía de los Intercambios, de Rolf Liebermann, era una composición rítmica en cuatro partes interpretada por 156 máquinas de escribir operadas electrónicamente. Keystone
Esta mujer en su salón estaba instalada en el segundo sector de la Expo, El arte de vivir, que presentaba los recursos de que disponía el hombre desde la década de 1960, ya fuera para el medio ambiente, el modelo de vida o la satisfacción de las aspiraciones espirituales. Keystone
A la vez introducción y conclusión de la Expo 64, la Vía Suiza invitaba a reflexionar sobre la historia, el sistema político, los valores culturales, las dudas y esperanzas sobre y para el futuro. Este pabellón fue diseñado por Alberto Camenzind, principal arquitecto de la Expo 64. Keystone
Desde sus 101 metros, la torre Spiral del arquitecto Marc Joseph permitía a 60 pasajeros contemplar la Expo en su conjunto desde una cabina circular con paredes de vidrio. Keystone
Bar del Teatro de Vidy diseñado por el artista Max Bill. Keystone
Más de 3.000 trabajadores participaron en la construcción de este tramo de la autopista A1, entre Lausana y Ginebra, inaugurado para la Expo. A la derecha, el aparcamiento. Keystone
En 1964, el mundo se levantaba de la Segunda Guerra Mundial para sumergirse en la Guerra Fría. Suiza quería afirmar una política a la vez de unión y de repliegue ante los peligros externos, pero también de apertura hacia el futuro y de modernidad. La Expo 64 fue el producto en estado puro de esas corrientes contradictorias.
Este contenido fue publicado el 10 mayo 2014 minutos
Desde el 30 de abril hasta el 25 de octubre de 1964, la Exposición Nacional atrajo a cerca de 12 millones de visitantes a Lausana. Exposiciones anteriores habían tenido lugar en Zúrich (1883), Ginebra (1896), Berna (1914) y Zúrich (1939). Y, de manera posterior, en 2002, en Biel, Neuchâtel, Yverdon-les-Bains y Morat.
En aquel momento crucial de principios de los 60, la gestación del evento fue larga y estuvo perturbada por desavenencias entre los defensores de los valores tradicionales y los seguidores de la modernidad. La Expo 64 fue un reflejo de un mundo en mutación: acelerada modernización, desarrollo de infraestructuras, cambios en la sociedad, descubrimiento de nuevas identidades, de nuevas aspiraciones.
Invitación a reflexionar sobre el país, la Vía Suiza era la columna vertebral de los 8 sectores de la Exposición que incluía también la entrada en escena del cine bajo la forma de cinco cortometrajes de Henry Brandt sobre la vida cotidiana. También estaba Gulliver, el héroe de los cuentos de Swift que acudió a interrogar a los suizos sobre su vida cotidiana y la democracia.
Pero los diferentes pabellones dedicados al trabajo, la agricultura, el transporte o la educación, contribuyeron también a crear ese espejo gigante de la sociedad suiza, unida pero ya no tan homogénea. La Expo también sirvió como trampolín para muchos artistas, como Jean Tinguely y sus esculturas-máquina o el pintor Hans Erni.
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