El papel mediador de Suiza ante el riesgo de conflicto en el espacio

Las disputas políticas entre las principales potencias mundiales se intensifican en el espacio, por lo que desarrollar normas de conducta para ese entorno es más prioritario que nunca. Para lograrlo, Suiza quiere desempeñar en este dominio el papel de «constructor de puentes» que ya lleva a cabo en la Tierra.
En noviembre de 2021, Rusia destruyó un satélite Kosmos obsoleto lanzandoEnlace externo un misil a 480 kilómetros en el espacio. Cuando la estructura de la era soviética explotó, cientos de miles de restos salieron volando hacia la órbita baja de la Tierra y obligó a ponerse a cubierto al personal a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS).
De vuelta a la Tierra, la prueba sirvió para recordar que —sobrevolándonos unos 10.000 satélites activos; una cifra que va a más— la infraestructura espacial es vulnerable a daños catastróficos, ya sean deliberados, ya sean consecuencia de una colisión.
Para Clémence Poirier, investigadora en ciberdefensa del Centro de Estudios de Seguridad del instituto federal de tecnología ETH de Zúrich, «el entorno orbital debe ser compartido por todos los actores espaciales». Debido a su gran velocidad, un solo trozo de escombro de apenas un centímetro de diámetro puede destruir un satélite de varias toneladas, explica. «Un incidente físico puede acabar afectándonos a todos», indica.
Los países —sean grandes o pequeños— que desarrollan actividades espaciales se enfrentan a esta realidad. Suiza —que, en términos de inversión pública, dice que es «una de las 20 naciones más activas en el ámbito espacial»— ha redactado su primera ley sobre operaciones espacialesEnlace externo, que está en fase de consulta.
Sus ambiciones no son únicamente económicas y científicas. A medida que el espacio se va llenando de actores comerciales y estatales, Suiza quiere «promover un comportamiento responsable en el espacio y, siempre que sea posible, servir de mediador y constructor de puentes».
El espacio como un «dominio operativo»
La rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética que hace 65 años dominó los inicios de la era espacial hoy ya no define el espacio. Ahora más de 70 países tienenEnlace externo su propia agencia espacial. De esos, 16 son capaces de realizar lanzamientos espaciales.
Se lanzan más satélites que nunca —solo la empresa Starlink de Elon Musk tiene casi 7.000—, mientras que en 2021 y 2022 las inversiones en el espacio alcanzaron la cifra récord de 70.000 millones de dólares (62.000 millones de francos suizos), segúnEnlace externo el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). El WEF estima que para 2035 la economía espacial tendrá un valor de unos 1,8 billones de dólares.
Suiza demanda su trozo del pastel. Aunque sin agencia espacial propia, la Confederación es miembro fundador de la Agencia Espacial Europea (ESA) y quiere «dar forma a las actividades espaciales europeas e internacionales», razón por la cual está creando un marco jurídico para las 250 startups, empresas y universidades del país dedicadas al sector.
El Gobierno suizo invierte al año en actividades espaciales unos 305 millones de francos suizos (345 millones de dólares). Esta cifra incluye contribuciones a la ESA (por un total de 600 millones de francos suizos en tres años), a la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos, a Horizonte Europa y a actividades nacionales del sector espacial. Esta inversión revierte en la economía nacional, incluyendo la creación de unos 1.500 puestos de trabajo en el sector de la alta tecnología, tal y como afirma en su Política Espacial 2023Enlace externo.
Y al mismo tiempo desea apoyar al desarrollo de la gobernanza espacial. Ya hay principios internacionales básicos que rigen la actividad en el espacio exterior. Algunos figuran en el Tratado de las Naciones Unidas sobre el Espacio UltraterrestreEnlace externo de 1966, que establece que todos los Estados son libres de explorar el espacio con fines pacíficos y que ninguno puede reclamar la soberanía ni colocar armas de destrucción masiva en órbita.
Las naciones espaciales, sin embargo, en los últimos años se han dado cuenta de que urge una regulación adicional para hacer frente a las amenazas emergentes. Una de ellas, la basura espacial. Ya que algunos ejércitos adquieren la capacidad de atacar infraestructuras en el espacio con misiles antisatélite, por ejemplo, la alianza de defensa OTAN considera el espacio «un dominio operativo».

Las grandes potencias espaciales también están desarrollando tecnologías de doble uso, según Poirier. Y es que los brazos robóticos diseñados para retirar basura espacial —una misión civil— también pueden utilizarse con fines militares como eliminar el satélite de un adversario, por ejemplo. Otra amenaza creciente son los ciberataques. Se sospechaEnlace externo que, en 2022, cuando comenzó a invadir Ucrania, Rusia llevó a cabo un ciberataque contra una red de satélites que da acceso a internet en Europa.
Sin embargo, muchos intentos —al más alto nivel— de acordar nuevas normas han resultado infructuosos. La Unión Europea (UE) hace más de una década redactó un código internacional de conducta en el espacio que no logró la adhesión de Estados clave: Estados Unidos, entre ellos. Más recientemente la Asamblea General de las Naciones Unidas, después de que Rusia derribara su propio satélite, adoptó una resolución en la que pedía una moratoria de los ensayos de armas destructivas antisatélite de ascensión directa. De los países que han demostrado esta capacidad —Rusia, China, EE. UU. e India— únicamente EE. UU. respaldó la resolución.
Abstenerse de realizar pruebas destructivas con misiles es —en palabras de Natália Archinard, responsable de la cartera espacial en el Ministerio de Asuntos Exteriores suizo— un ejemplo de lo que Suiza considera un «comportamiento responsable». Pero la resolución de la ONU muestra la falta de consenso mundial sobre esta cuestión. Unas diferencias que, según Archinard, reflejan los divergentes intereses comerciales y de seguridad nacional; en particular, de los grandes actores.
¿Un programa espacial civil o militar?
Estos actores son China y Estados Unidos, sobre todo. Competidores estratégicos en la Tierra que ahora están enzarzados en una rivalidad en el espacio. Tal y como ha declaradoEnlace externo Bill Nelson, director de la agencia espacial estadounidense NASA, ambos países están «en una carrera espacial».
La NASA está impulsando Artemis, su proyecto para volver a la Luna, y se prepara para una misión con tripulación a Marte. Más de 50 países, entre ellos Suiza, han firmado los Acuerdos ArtemisEnlace externo, liderados por Estados Unidos, que refuerzan el compromiso de cooperar en actividades espaciales con fines pacíficos, tal y como establece el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre.
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China, que aspira a convertirse en superpotencia espacial en 2045, por su parte, está recogiendo muestras de la cara oculta de la Luna. Está desarrollando junto con Rusia una estación internacional de investigación lunar, en la que participan unos 13 países asociados, Sudáfrica, Venezuela y Tailandia, entre ellos. Y toda vez que el Congreso estadounidense la ha excluido de la ISS por motivos de seguridad, también ha construido su propia estación espacial: Tiangong.
Nelson, no obstante, denuncia que el programa espacial civil chino también es militar. Según afirman las agencias de inteligencia estadounidenses, de los 700 satélites chinos en funcionamiento, 245 se utilizan con fines militares. China, sin embargo, insisteEnlace externo en que sus ambiciones espaciales son pacíficas y que el país está comprometido con el desarrollo de una gobernanza espacial internacional.

Estos proyectos espaciales rivales, en vez de competir, podrían ser complementarios. Así lo señala Victoria Samson, experta en seguridad espacial de la ONG Secure World Foundation [Fundación Mundo Seguro], con sede en Washington y dedicada a la sostenibilidad espacial. Es probable que China —como signataria del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre— lleve a cabo sus actividades en la Luna de acuerdo con principios similares a los de los Acuerdos Artemis, afirma Samson, quien añade que, para disipar cualquier duda, China debería publicarlos.
Ampliar la experiencia suiza en mediación
En medio de estas tensiones, Suiza quiere actuar como constructora de puentes en el espacio exterior. Un papel que, según Archinard, está «muy alineado con el rol tradicional [del país] en la diplomacia multilateral». El país alpino ya participa activamente en varios debates de la ONU sobre la gobernanza espacial. Allí, Suiza está trabajando en nuevos principios de forma pragmática y «paso a paso», dice Archinard —algunos jurídicamente vinculantes, otros no—, que evitarían que en el espacio se libren conflictos armados.
En la Comisión de la ONU sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos (COPUOS), donde Archinard dirige la delegación suiza, Suiza, por ejemplo, ayudó a que se adoptaran 21 directricesEnlace externo sobre la sostenibilidad de las actividades espaciales a largo plazo. También contribuyó a la directriz D2, fomentando soluciones tecnológicas para gestionar los desechos espaciales y reducir los riesgos de colisión.
Como constructor de puentes, Suiza puede «ayudar a facilitar el diálogo y crear un entendimiento común en torno a determinados temas», afirma Archinard. «[O] hacer propuestas que creemos que pueden obtener el consenso de todas las partes».
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Poirier coincide en esta apreciación de que Suiza puede «ampliar a otro ámbito su ya reconocida experiencia en mediación». Incluso considera que el país puede desempeñar un papel en el desarrollo de la gestión del tráfico espacial, o de un sistema global de operaciones por satélite similar al control del tráfico aéreo en la aviación, para ayudar a evitar colisiones.
«Suiza es un país neutral que no tiene satélites militares ni armas contraespaciales, por lo que no tiene interés en favorecer a un operador en detrimento de otro», explica. «Así que podría desempeñar un papel mediador poniendo en contacto a los operadores para desescalar los desacuerdos, especialmente cuando partes como EE. UU. y China, que quieren evitar una colisión, luchan por hablar entre sí».
Samson también cree que, si actúan de buena fe, los países, en última instancia, pueden llegar a un acuerdo sobre la gobernanza espacial. «Lo importante es seguir manteniendo estos debates».
Editado por Lindsey Johnstone. Adaptado del inglés por Lupe Calvo / CW.
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