Zúrich pone fin a la prostitución ‘de escaparate’

El Consejo Municipal acaba de aprobar una ley que prohíbe a las prostitutas exhibirse en sus ventanas.
En la Langstrasse, barrio rojo de la ciudad, se multiplican las voces que cuestionan la eficacia y utilidad de esa medida.
La céntrica calle de la Langstrasse es conocida como una de las zonas rojas de la metrópoli financiera suiza.
Unos 40.000 de los 364.000 habitantes que tiene la ciudad viven en ese barrio popular y muy concurrido, donde proliferan los bares y restaurantes y donde hay una alta concentración de población extranjera. Pero el llamado ‘distrito 4’ de Zúrich es también famoso por un elevado índice de delincuencia.
La fotógrafa Ursula Markus, de 62 años, no puede imaginarse vivir en otro lado, pese a que la situación en el barrio se ha ido deteriorando progresivamente.
«Cada vez es más difícil. El problema, en mi opinión, no son las prostitutas, sino los traficantes, que son absolutamente arrogantes.»
Ursula Markus defiende a esas «pobres mujeres», calificativo que utiliza para referirse a las prostitutas que hay en el edificio enfrente de su casa.
«Es una gran hipocresía. Esas mujeres tienen sus papeles en regla y tienen derecho a trabajar, pero no pueden ejercer la prostitución ni en la calle ni asomarse a la ventana», señala.
Sexo e hipocresía parecen ir unidos: «En realidad, está prohibido ejercer la prostitución en el distrito 4, por tratarse de un barrio residencial», explica Lea Bösiger, del centro de acogida de prostitutas Isla Victoria. Pero se tolera desde hace muchos años.
Multas pesadas
Por esa razón muchos no entienden la prohibición decretada este miércoles (14.05.) por el Ejecutivo municipal. «De un día a otro, se notificó a las prostitutas que no tienen derecho a estar en la calle. Muchas ni lo sabían».
Otro interlocutor que comparte ese punto de vista es el inspector de policía Hans-Peter Meier. En su opinión, la medida adoptada «está totalmente fuera de contexto».
El viernes, a eso de las nueve de la noche, comienza la patrulla por las calles del ‘distrito 4’. «Mire usted, si esta mujer que está en la ventana del tercer piso me hace seña, tengo que ponerle una multa», explica.
No lo hará, pues la cara del policía no le es desconocida. Y más vale no arriesgarse a tener que pagar 800 francos, de los cuales 300 francos en gastos administrativos.
En un prostíbulo, a unos 50 metros de allí, tres ‘recepcionistas’ reciben a los policías acompañados de dos periodistas.
«Pagamos los platos rotos
Tras identificarnos como periodistas, las mujeres cuentan que «la situación se ha vuelto imposible para nostras. No tenemos clientes. Las ilegales rompen los precios. Pagamos impuestos y es a nosotras a quien controla la policía», explica indignada ‘Carole’, la francesa.
Nos trasladamos a un prostíbulo contiguo, un edificio de cuatro pisos, con una sauna en el sótano y un propietario por piso. En la planta baja hay por lo menos diez prostitutas, casi como sardinas en lata en un apartamento de tres cuartos.
Tienen los papeles en regla. Los dos inspectores les comunican que no deben ‘asomarse’ a la ventana y que próximamente habrá una ley que lo prohíba explícitamente.
Competencia y agresividad
Percibimos que los propietarios se esfuerzan por no elevar la voz: «Se da permisos de trabajo a las chicas y se les prohíbe trabajar. Pero bueno, a mí, de todos modos, me tiene sin cuidado. Si expulsan a una, sé dónde buscar otras diez», dice uno de ellos.
Y es que las denominadas ‘turistas del sexo’ (ilegales) llegan a Suiza con visados de turista, válidos durante un periodo de tres meses.
Para detenerlas, la policía necesita sorprenderlas ‘in flagranti’. Cosa difícil. «De todos modos, cuántas van a llegar por cada mujer expulsada», señala resignado el otro inspector, Kurt Beck.
La mayoría de las ilegales son africanas y sudamericanas; pero también aumenta el número de europeas del este. La presión que ejercen sobre el mercado de la prostitución es enorme: cobran mucho menos que el precio habitual.
Situación mejor en Ginebra
La fotógrafa Ursula Markus conoce casos de vidas rotas por la crueldad humana. Cita el ejemplo de Loulou, una prostituta ya no muy joven, de la que se ha hecho amiga.
Un día, Loulou recibió una paliza de un ‘transeúnte’, mientras tomaba fotos para demostrar con pruebas a la policía que las ‘turistas del sexo’ subían a un cuarto con clientes.
Perdió dos juicios contra su agresor y tuvo que pagarle una indemnización. Hoy, Loulou vive en Ginebra, donde está mejor, concluye Ursula Markus.
swissinfo, Ariane Gigon Bormann, Zúrich
(Traducción: Belén Couceiro)
En Zúrich hay 3.000 prostitutas registradas. El número de ilegales se estima en varios cientos.
En el 2002, se expulsaron 314 extranjeras por ejercer la prostitución ilegalmente.
Una de cada 55 mujeres se prostituye en Zúrich. En Amsterdam la proporción es de 1 de cada 35 y en Londres 1 de cada 300 mujeres.
Zúrich tenía 320 prostíbulos declarados en el 2002, frente a 210 en 1990.
El barrio de la Langstrasse siempre fue un barrio concurrido y con una alta concentración de población extranjera.
La prostitución se implantó en la década de los años 1960.
Con el cierre de la estación de Letten en 1995, muchos toxicómanos y traficantes se trasladaron al distrito 4 de la ciudad.
Las autoridades municipales han sumado esfuerzos para terminar con la prostitución.
Después de prohibir la prostitución callejera, deciden prohibir también la ‘de escaparate’.

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