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Freno a la inmigración: Dos pueblos suizos, dos opiniones opuestas

Solamente tres extranjeros viven en esta comuna del Emmental, donde 94% de los electores que acudió a las urnas hace un año votó a favor de la Iniciativa 'Contra el Freno a la Inmigración'. Thomas Kern / swissinfo.ch

Dos comunas destacaron el 9 de febrero de 2014: Una, porque el 94% de sus votantes ese día apoyó la iniciativa para frenar la inmigración. La otra comuna, porque el 81% de sus electores la rechazó. Perfiles de dos opuestos: Horrenbach-Buchen, en Berna, y Lussy-sur-Morges, en Vaud.

¿Cuál es la diferencia entre las dos comunas? Mirada a los dos poblados, un año después de una decisión en las urnas que hoy provoca dolores de cabeza al gobierno helvético.

No hay ni oficina de correos, ni sitios dónde hacer las compras cotidianas. Tampoco hay un consultorio médico allí, ni transporte público. El único restaurante, que se encuentra en lo alto valle, está cerrado por vacaciones.

La comuna Horrenbach-Buchen se encuentra en la parte sombría del valle de Zulg, al sur de la región del Emmental. Se compone de dos partes, divididas por otra comuna en medio de ellas. El territorio de Horrenbach y Buchen cubre más de 20 km2, en una superficie que asciende hasta los 2 000 msnm. Doscientas sesenta y cuatro personas viven allí, la mayoría son casas de campesinos, separadas por grandes superficies de tierra.

Por sus calles nevadas no pasa nadie, salvo algunos autos. El gran salón de clases de la escuela de Horrenbach está vacío. En 2009 solo había seis alumnos en toda la institución, por eso se decidió cerrarla. Desde entonces, los niños en edad escolar parten y vuelven en autobús al pueblo vecino, donde asisten a clases. 

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Horrenbach-Buchen, un mundo aparte

Este contenido fue publicado en A pérdida de vista, el “estrés de la sobrepoblación”. Sin embargo, 9 de cada 10 votantes de Horrenbach-Buchen, comuna de Emmental, dijeron sí a la iniciativa “contra la inmigración masiva”.

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Pero la otrora escuela se mantiene como punto de encuentro de la comuna. El salón de clases, en lugar de pupitres tiene ahora largas mesas. Allí se realizan las reuniones políticas locales y puede ocuparse para otro tipo de encuentros sociales. Desde el tercer piso del edificio, Urs Wandfluh es el único encargado de la administración de la comuna desde hace 16 años.

El compacto ‘Sí’ en las urnas

Wandfluh conoce a cada habitante. “Somos como una empresa de servicios para ellos, advierte. Sin compensaciones financieras, la comuna estaría en números rojos. Los ingresos fiscales de 250 000 francos suizos apenas cubren el 25% del presupuesto comunal.

Horrenbach-Buchen decidió el ‘sí’ colectivo con base al argumento de la Iniciativa ‘No a la inmigración en masa’: “Cada año 80 000 inmigrantes, 20 000 nuevas viviendas… la gente consideró que eso no es necesario”, explica el administrador.

De esa “masa” de inmigrantes casi nadie llega al valle de Zulg. En Horrenbach-Buchen viven actualmente solo 3 extranjeros con permiso de trabajo en regla: un psicoterapeuta de Holanda, un chofer de Portugal y un eléctricista de Alemania. Hay,  por encima del promedio suizo, una amplia oferta de viviendas baratas y vacías en la región, donde destaca la naturaleza y el paisaje rural, sin huella de tensiones a causa de la densidad poblacional, que tanto escrimieron los precursores de la iniciativa que ganó el apoyo de los suizos en las urnas hace justo un año.

“Observamos el desarrollo que se produce más allá de nuestras fronteras”, indica Wandfluh. Se refiere, en especial, a la comuna urbana Steffisburg, valle abajo, donde también los habitantes de Horrenbach-Buchen compran, trabajan y van a la escuela, y que crece con rapidez.

Rosmarie Müller, la única mujer en el gobierno comunal de Steffisburg, maneja los mismos argumentos de Wandfluh. La madre de 4 hijos, ya adultos, fue maestra de manualidades durante 20 años. Hoy se ocupa de la lechería que posee, junto con su actual marido. “Si no se tiene un negocio de cierto tamaño en el sector de la agricultura, no todo es color de rosa”.

El bajo precio de la leche y las condiciones cada vez más exigentes de las autoridades en cuestiones de protección al medio ambiente y a los animales, no facilitan la sobrevivencia del negocio familiar.

Sin trabajos adicionales, la pareja no saldría adelante. Por otra parte, menciona que su primer cónyuge y padre de dos de sus hijos no tiene trabajo desde hace ya buen tiempo. “Entre más mano de obra barata llegue del extranjero, habrá menos posibilidades de empleo para la gente local”, subraya.

Gente dispuesta y de buena voluntad

De 125 electores, solo 8 dijeron ‘no’ a la Iniciativa ‘Contra la Inmigración en Masa’ en Horrenbach-Buchen. Dos de esas personas viven con sus niños, en edad escolar, en un departamento que se encuentra sobre el otrora salón de clases.

Se trata del artista Heinrich Gartentor y su esposa Christine Clare, que trabaja con personas con discapacidad psíquica. Pese a no haber compartido la opinión mayoritaria del pueblo el 9 de febrero de 2014, la pareja no se siente excluida.

No obstante a que apenas hace seis años se mudaron de la planicie helvética a la zona de montaña, se sienten bien interconectados socialmente. Heinrich Gartentor es miembro del cuerpo de bomberos local y de la comisión encargada del autobús escolar. “En lo que se refiere a la vida diaria aquí, hacemos exactamente igual que los demás”, advierte Heinrich.

“La gente es conservadora. Quiere preservar el paisaje rural, las estructuras sociales actuales y desean que sus hijos encuentren empleo”, alude Gartentor al 94% de apoyo al freno a la inmigración. “La propaganda sobre la amenaza de que los extranjeros nos quitarían nuestros puestos de trabajo influyó en la decisión”.  Sin embargo, subraya el exitoso artista, reconocido internacionalmente, “esta gente es de buen corazón, dispuesta y tiene buena voluntad. Es gente modesta, que ha trabajado duro. Y cuando alguien de la comuna requiere de ayuda, la recibe, sin tener que insistir en solicitarla”. 

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Lussy-sur-Morges mira lejos

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El otro lado de la medalla

En Lussy-sur-Morges cuatro de cinco boletas de voto rechazaron la Iniciativa ‘Contra la Inmigración en Masa’, incluida la de Pierre Jaberg. “Estoy convencido de que Suiza no puede resolver el problema migratorio solo, sino que debe hacerlo junto con otros países, de donde provienen los inmigrantes”, indica el ingeniero aéreo retirado, que se encarga, desde el verano pasado, de administrar la comuna de 650 habitantes. “De todos modos se construirá más en el país. Los inmigrantes no son responsables de ese proceso”, opina.

La comuna, situada en la parte francófona helvética, en la soleada región del lago de Ginebra, estuvo muy marcada por la agricultura apenas hace unas décadas. Hoy solo existen 5 negocios agrícolas. Lussy se ha vuelto un lugar de viajeros diarios. “La mayoría de los puestos de trabajo se encuentran fuera de la comuna”, señala Jaberg.

Frente a nosotros se observan algunas residencias señoriales con grandes espacios de jardines y plazas de estacionamiento. En una de estas casonas especialmente protegida vivió, hasta su muerte en 1988, la hija del magnate Aristóteles Onássis. “El lugar es aún habitado por griegos”, indica Jaberg, sin precisar de quien se trata.

Lussy, gracias a los altos ingresos fiscales que pagan sus adinerados habitantes, es una de las comunas con los más altos presupuestos públicos. “Nuestra comuna contribuye con 850 000 francos suizos para asuntos sociales, dirigidos a las autoridades cantonales”, pese a que en la comuna solo dos habitantes dependen de las prestaciones financieras del servicio social, indica Jaberg.

Alrededor de una quinta parte de la población es extranjera. Muchos trabajan en empresas que en los últimos años se mudaron a la región a causa de las reducciones impositivas que en estas zona, conocida como “La Côte” ofrece a la industria. Es el caso de Iris Obermüller, que se gana la vida en un sector de la denominada ‘Life Science’. Ella y su esposo francés se sienten “muy bienvenidos”.  Pequeños, simpáticos gestos, también por parte de las autoridades, hacen que los nuevos habitantes de la comuna se sientan bien, señala Iris.

También Hugo Van Den Hombergh, de Holanda, vive con su familia desde hace 12 años en la prometedora comuna. Se dedica a la venta y compra de inmuebles, “no solo a extranjeros”. Los resultados del voto hace un año le parecen inexplicables. El país debe su competitividad, sobre todo, a las empresas activas a nivel internacional, en las que trabajan muchos extranjeros altamente cualificados, opina.

En Lussy, incluso gente dedicada a la agricultura dijo ‘no’ a la iniciativa. Es el caso de Winzer Michel Vulliamy, que depende en la época de la cosecha de la mano de obra barata venida de Portugal. “La iniciativa nos provoca solo problemas con la instauración de contingentes”, lamenta.

Comprensión por el ‘sí’

En la comuna, solo 48 votantes respaldaron la iniciativa. Rolf Aecherli fue uno de ellos. “Para frenar la inmigración”, subraya durante su almuerzo en el Café P’tit Pressoir, donde un polaco cocina y una joven portuguesa sirve a los clientes. “¿De qué sirven todos esos nuevos puestos de trabajo que se crearon en la región? Solamente contribuyen al creciente costo de la infraestructura”, considera el ingeniero, jubilado, luego de trabajar en el sector de la biotecnología. 

La iniciativa divide Suiza

El 9 de febrero de 2014 el 50,3% de los votos se inclinó a favor de la Iniciativa ‘Contra la Inmigración en masa’. La parte germanófona del país (este) y el cantón Tesino (sur) fueron las regiones que mayor entusiasmo mostraron en las urnas por este freno a la inmigración. En la parte francófona (oeste), hubo más votos en contra. El texto de la iniciativa exige que la inmigración se limite a través de contingentes. Con la aceptación de la iniciativa por la ciudadanía helvética, Suiza contraviene el Acuerdo de Libre Circulación de Personas, suscrito con la Unión Europea.

Willi Steckeisen, que antes de jubilarse fue Director de la Asociación Campesina de Ginebra, votó en contra, pero comprende las preocupaciones de los que decidieron apoyar la iniciativa. “No podemos seguir así eternamente”, advierte. “De lo contrario, en 246 años no habrá un solo metro cuadrado sin construir en Suiza, según mis cálculos. Uno puede imaginarse al país sin agricultura, pero no creo que sea una buena idea”. 

Por su parte, Anne-Hélène Fontannaz también comprende el apoyo a la iniciativa, pese a que ella la rechazó. Participa en una asociación que se ocupa de ofrecer cursos de idiomas a los inmigrantes que no tienen recursos para pagarlos en las zonas más pobladas de la región del lago de Ginebra. “Esos inmigrantes no podrían vivir en Lussi. Aquí hay residencias de más de mil metros cuadrados y ningún apartamento de 3 piezas (sala y 2 dormitorios) que pueda rentar una familia de 5 miembros. Aquí nadie se ve afectado por esa inmigración. Por eso fue sencillo rechazar la iniciativa”.

“Si tuviéramos que aceptar en la comuna inmigrantes que durante el día no tienen qué hacer, porque no tienen derecho a trabajar, habríamos probablemente tenido otro resultado en la votación”.

Traducción del alemán: Patricia Islas

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