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Una creatividad muy modesta

El encuentro con el ingenio decepcionó este año. Keystone

La versión 2002 del Salón de las Invenciones de Ginebra carece de la genialidad de años precedentes.

Quizás la propuesta más original de la tradicional cita con la creatividad (del 01.05 al 05.05 en el Palexpo) es la del ‘Autocóptero’ que, como su nombre lo indica, es un vehículo de motor, con ruedas, que se puede transformar en una especie de helicóptero.

José Luis Gómez López, su inventor, combinó las ventajas del automóvil con las “inconmensurables capacidades” de un aeromóvil.

“He hecho algo original, creo yo. Porque cuando ya no se puede circular por autopistas o caminos, el conductor puede volar con su vehículo. Esto lo logra mediante la reconversión de su automóvil convencional en un perfecto helicóptero que, cuando quiera, puede reconvertir en automóvil”, explica el madrileño a swissinfo.

Hasta el momento, el inventor no ha recibido propuesta alguna para comercializar su prototipo pero espera que alguna gran multinacional lo haga. Mientras tanto, utiliza Ginebra y otras ferias del mismo estilo, para promoverse.

Brillan por su ausencia

Los demás inventos presentados por los españoles no son geniales. Y, para colmo, no asistió ningún expositor proveniente de América Latina.

El ‘paraguas manos libres’, otra de los modelos ofrecidos en Palexpo, ya se ha visto en otras latitudes. Se trata de un sistema compuesto por un ligero cuerpo que mediante un arnés se coloca fácilmente en los hombros del usuario.

“Mediante un pulsador (botón) y un mecanismo elástico de propulsión, el usuario puede abrir su paraguas y cubrirse de la lluvia o el sol, dejando libres ambas manos. Gracias a ese mismo mecanismo, el paraguas se pliega rápidamente y permanece en la espalda del usuario permitiendo un fácil y cómodo transporte”, dice Mario Gómez Lorenzo, de Huelva, su presentador.

Poco convincente

José María del Estal, de Madrid, presenta el ‘avisador rápido’, oficialmente llamado ‘dispositivo de señalización automática para automóviles’. El invento activa los diversos indicadores de emergencia de un vehículo en casos de peligro para el conductor, como por ejemplo, un giro a la izquierda en calzadas con doble sentido.

“El dispositivo entra en funcionamiento a partir de una unidad de control alimentada por la tensión continua del propio vehículo y que posee tres entradas destinadas a recibir señales para su activación. Ese procedimiento desencadena una alarma que durante tres segundos alerta sobre los riesgos y evita accidentes”, explica el creador del mecanismo.

Como en otros casos, ese invento no ha despertado interés y los visitantes del ‘stand’ reciben las explicaciones con cierta incredulidad pensando, sin duda, que se pueden evitar los accidentes de otras maneras.

Enrique Pastor Serrano, también madrileño, ofrece en Palexpo lo que llama ‘la silla ideal’, que no es mas que un pequeño sillón para niños que se coloca en el asiento trasero del vehículo, sin mayores innovaciones. Lo que se presenta como originalidad es que la silla puede ser volteada hacia la derecha, de manera que el niño puede observar a través de la ventanilla. Nada genial.

Mediocridad

La escasa calidad de las invenciones presentadas este 2002 fue generalizada. Un prototipo de robot de la Universidad Tecnológica de Malasia representa a dos pequeños vehículos, en medio de un imaginario campo deportivo, jugando al fútbol.

En Europa existen emisiones de televisión en los que esa misma suerte de prototipos se pelean entre sí y cada uno de ellos tiene a un gran público que lo sostiene, como si se tratara de jugadores reales. Por lo tanto, esas invenciones ya son espectáculos mediáticos y no creaciones recién salidas del horno.

Tal vez para salvar el honor, algunos expositores del Salón de las Invenciones ofrecen remedios para diversas enfermedades.

Es el caso de Gabriel Martínez Marín, naturista de Palma de Mallorca, y su ‘natugamar’, un producto elaborado con plantas medicinales para paliar los padecimientos del hígado -como la hepatitis, la cirrosis o el cáncer-, así como la litiasis de vesícula y los cánceres de mama y pulmón.

“La medicina natural no tiene necesariamente que estar enfrentada a la medicina científica”, asegura Martínez, a quien el tiempo y la experiencia de un trabajo callado y sistemático han demostrado que ambos campos de la medicina son perfectamente compatibles.

Al respecto, su propia reflexión: “Si esto es así, ¿por qué algunos enfermos acuden a la medicina natural sólo cuando han sido desahuciados por la medicina convencional? En la lucha contra el cáncer, en cualquiera de sus variantes, no existen garantías, ni con la medicina científica, ni con la natural. Sin embargo, los efectos de ambos tratamientos pueden ayudar al paciente, y esa es, al fin y al cabo, la finalidad de ambos tipos de medicina”.

Quizá Gabriel Martínez tiene razón. Pero, nos preguntamos, ¿qué tiene que ver un producto naturista en un salón de inventos?

Enrique Dietiker, Ginebra

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