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Descifran mecanismo de resistencia de los parásitos

De izq. a der.: P. Graven (Uni Ginebra), B. Nerima (Uganda), M. Mosimann y P. Mäser (Uni Bern). swissinfo

"Son maestros del oportunismo. Manipulan a su huésped y pasan por alto sus mecanismos de defensa", dice el biólogo celular Pascal Mäser sobre esos diminutos organismos que viven a costa de otro de distinta especie.

Con un estudio sobre parásitos resistentes, Mäser, su equipo de la Universidad de Berna y científicos de otros países, han sentado las bases para producir medicamentos más efectivos contra la enfermedad del sueño.

“En la medicina se teme la formación de resistencias. Porque donde se emplean medicamentos – sea contra el cáncer, la tuberculosis o el sida – se desarrollan gérmenes patógenos resistentes”, explica Mäser, ganador del Premio Theodor Kocher 2008.

Genéticamente, explica, estos gérmenes son distintos a los originales, es decir, son mutantes. “Debido a esta alteración, tienen estructuras celulares fuera de la norma, a las cuales ya no puede combatir el medicamento. Mientras éste sólo elimina a los parásitos originales, los mutantes se multiplican libremente”.

“Esto es evolución, simplemente no se puede evitar”, sostiene Mäser y agrega que no se puede crear sustancias activas con la misma rapidez con que los parásitos se hacen resistentes.

Aun cuando los parásitos de los humanos son bastante conocidos, continúa, los llamados oportunistas – durante mucho tiempo considerados inofensivos – de pronto resultan peligrosos para pacientes con problemas inmunológicos como es el caso de los HIV positivos.

El sueño aparece en la fase final

Mäser ha logrado descifrar las mutaciones fundamentales en los genes del tripanosoma brucei. La mosca tsé-tsé, portadora de este parásito unicelular, infecta anualmente a cerca de medio millón de personas y causa la muerte de 50’000 de ellas en el África subsahariana.

La enfermedad del sueño o Tripanosomiasis Humana Africana es mortal si no recibe tratamiento. En su fase final, cuando el paciente se muestra apático, duerme constantemente y presenta graves daños neurológicos, la única alternativa es el tratamiento con quimioterapia.

“Sin embargo, la quimioterapia produce innumerables daños colaterales. Cuando el parásito llegua al sistema nervioso central, al enfermo sólo puede salvarle la vida un medicamento altamente tóxico como el Melarsoprol, un derivado venenoso del arsénico”, advierte Mäser.

Pero aún esta medida es insegura, pues el tripasonoma brucei ha formado resistencia ante el Melarsoprol. De ello es responsable una estructura modificada en la superficie celular del parásito – el transportador P2 – una especie de válvula que se cierra ante el medicamento, aclara.

Comparan estudios de laboratorio y de campo

Nuestro objetivo es entender, al nivel molecular, la maquinaria de transporte por la cual el parásito toma nutrientes de su huésped y, al mismo tiempo, transporta medicamentos, expresa el biólogo celular.

La cooperación con investigadores dentro y fuera de Suiza es clave en el estudio de Mäser. Con Enock Matovu, de la Universidad de Makerere en Uganda, pudo demostrar que la formación de resistencia que ocurre en la naturaleza es parecida a la que se produce en el laboratorio.

Matovu, quien se doctoró en la Universidad de Berna, ganó recientemente el ‘Royal Society Pfizer Award’ por sus investigaciones sobre la enfermedad del sueño, que se presenta en las áreas rurales del África subsahariana y afecta a los más pobres, aquellos que trabajan o lavan a orillas de los ríos.

“La enfermedad del sueño todavía es un mal tropical desatendido cuyo tratamiento no genera ganancias”, dice Mäser, quien en breve trabajará en el Instituto Tropical Suizo de Basilea.

Biología es hoy inconcecible sin la informática

“Nos concentramos en el tripasonoma brucei porque puede cultivarse in vitro y es manipulable genéticamente”, explica Mäser, al tiempo que destaca que la colaboración internacional “es esencial para comprobar en qué medida los conocimientos del laboratorio son relevantes en el campo”.

Cuando el investigador habla de los ‘conocimientos del laboratorio’ se refiere más a la computadora que al microscopio. Porque “la bioinformática es imprescindible en esta era del post genoma, en que ya se ha establecido la secuencia genética de muchos seres vivientes. La cantidad de información es tal que no se puede manejar sino con la informática”.


Mäser y su grupo de parasitología molecular del Instituto de Biología Celular también investigan nuevas estrategias para una terapia medicamentosa de infecciones estomacales de animales causadas por gusanos.

En este estudio genético establece las diferencias y semejanzas en los genomas de los parásitos. “Esta comparación hecha en los parásitos y sus huéspedes puede ayudarnos a entender los mecanismos de resistencia al medicamento o a desarrollar tests para un diagnóstico temprano”.

Lo importante: no alterar la selección natural

Hay prácticas humanas que hacen a los parásitos más resistentes, como el mal empleo de los antibióticos: la interrupción del tratamiento o la ingestión de dosis menores a las prescritas.

Al respecto, Mäser señala: “Fleming, descubridor de la penicilina, alertó ya en 1945 del riesgo de exponer a los microbios a cantidades no letales. Las dosis insuficientes son extremadamente peligrosas porque basta una leve mutación para que el parásito sobreviva y, paso a paso, se haga más resistente”.

La aplicación de antibióticos en la agricultura también conlleva alto riesgo. “Porque cuanto más grande es la presión por la selección- por ejemplo en el uso masivo de antibióticos en monocultivos- mayor es la resistencia”, según Mäser.

En conclusión: en lo posible debería evitarse el uso de antibióticos, aun aplicados correctamente, para no alterar desfavorable y más rápidamente las condiciones de selección natural.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

Fue el primer médico suizo galardonado con el Premio Nobel de Medicina 1909 por sus investigaciones sobre la fisiología, patología y cirugía de la tiroides.

En 1864 empezó a trabajar en la Clínica de Cirugía Universitaria del Inselspital, en Berna, a la que le fue fiel hasta el final de su vida.
Este ‘cirujano del bocio’, como era conocido, dio fama mundial a la ‘Escuela de cirugía bernesa’.

Dirigió más de 3.000 operaciones de bocio y mejoró la técnica quirúrgica por medio de intervenciones casi sin pérdida de sangre.

En el siglo XIX, el bocio estaba difundido en varias zonas de los Alpes.
Berna lo recuerda con una calle, la Theodor-Kocher-Gasse. También con una casa, una mansión, un parque y un instituto.

Después de Kocher, cinco suizos ganaron el Premio Nobel de Medicina, el último de ellos, Werner Arber, en 1979.

La Universidad de Berna otorga anualmente el Premio Theodor Kocher al mejor científico de la nueva generación (menores de 40 años).

Con este premio, esta casa de estudios, que en 2009 cumple 175 años de existencia, premia “la contribución científica extraordinaria y prometedora”.

En 2006 ganó este premio el profesor Matthew Larkum, del Instituto de Fisiología, por su trabajo en el registro de señales en las células nerviosas cerebrales.

En 2007 el galardón fue para la doctora Christa Flück por una investigación sobre la hormona ‘stereoid’ y su relación con la sal, el azúcar y el deseo sexual.

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