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Es una ambulancia: ¡no disparen!

Reuters/Ali Hashisho

En Siria, Afganistán o la República Democrática del Congo el personal de salud y los heridos se convierten cada vez más en el objetivo principal de las partes en conflicto. Desde Ginebra, la Cruz Roja Internacional da la voz de alarma.

Asesinatos, violencia, saqueos, depredación directa, secuestros para pedir rescate: el respeto al personal humanitario se erosiona al tiempo que las crisis se multiplican y prolongan. En primera línea, el personal médico es particularmente focalizado.
 
“Les disparan a las ambulancias desde hace 150 años, desde la creación de la Cruz Roja, pero constatamos que el fenómeno crece y que aún es ampliamente subestimado”, subraya Paul-Henri Arni, jefe de la iniciativa La atención a la salud está en peligro, lanzada a finales de 2011 por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
 
Más preocupante aún, los ataques sistemáticos contra el personal médico y los pacientes parecen ahora la norma en muchas partes del mundo. La lista de ejemplos recientes es larga. El director de la sección suiza de Médicos Sin Fronteras (MSF), Bruno Jochum, pone de relieve algunos de ellos: francotiradores que apuntan directamente al personal médico y los pacientes en los accesos al hospital de Misrata, en Libia; nosocomios utilizados como pieza integrante del aparato represivo en Bahréin y ataques múltiples contra los centros de salud en la República Democrática del Congo (RDC).

Tortura en los hospitales

Los ataques a los pacientes y al cuerpo médico, sin embargo, son solamente la punta del iceberg. La inseguridad y la obstrucción permanente de las labores sanitarias priva a zonas enteras de atención médica. Ya ningún galeno, expatriado o local, osa aventurarse en la amplia región fronteriza entre el sur de Sudán, la República Centroafricana y la RDC, revela Paul-Henri Arni. Lo mismo en el tentacular campamento de refugiados de Dadaab, en Kenia, donde MSF debió reducir drásticamente sus operaciones tras el secuestro de dos de sus colaboradores.
 
El jefe de redacción de la Revista Médica Suiza, Bertrand Kiefer, no oculta su preocupación: “Lo peor no es la falta de recursos en que queda el personal, ni siquiera las amenazas de muerte, sino la tortura generalizada de los heridos graves que apenas logran sobrevivir (…) En lugar de curar a aquellos que requieren cuidados urgentes, se les humilla y tortura”. Estas prácticas tienen lugar sobre todo en Siria, como lo documentó en febrero el escritor Jonathan Littell. O en Misrata, donde MSF suspendió sus actividades tras advertir que su función consistía en reanimar a los pacientes entre dos interrogatorios.
 
La instrumentalización de los servicios médicos con fines militares y políticos no es, sin embargo, una prerrogativa de los regímenes autoritarios y de los grupos armados no estatales. “En Afganistán, los soldados estadounidenses y británicos entran regularmente en las instalaciones médicas para detener a opositores”, subraya Bruno Jochum. En paralelo, el ejército estadounidense aplica desde el año 2001 una estrategia contra-insurgente con apoyo a las tareas humanitarias para ganarse a las poblaciones civiles. “La oposición  talibán considera esos centros de atención como estructuras políticas”, dice el representante de MSF.

Confusión de roles

Esta situación es el resultado de un contexto internacional cambiante. Tras la caída del Muro de Berlín y los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la naturaleza de los conflictos ha cambiado profundamente. El colapso de la Unión Soviética reactivó antagonismos religiosos, étnicos o culturales en algunas áreas. Los civiles ya no son víctimas colaterales sino, muy a menudo, los principales objetivos de conflictos sin reglas.
 
Se detonan guerras para socorrer a esas poblaciones (Kosovo, Libia, Afganistán, …) y se engendra confusión en la distribución de los roles, lo que perjudica la imagen de neutralidad del personal humanitario. A ello se añade una multiplicación de actores, grupos armados, insurgentes, bandidos atraídos por los recursos de las organizaciones internacionales, lo que hace el diálogo mucho más complejo.
 
Y a menudo, los centros de salud tienen un interés estratégico para todas las partes en el conflicto, subraya Paul-Henri Arni. Por una parte, pueden recoger  información importante y, por otra, silenciar a pacientes molestos que podrían  testificar en los tribunales.

Críticas a la protección armada

La amplia campaña de información del CICR tiende a sensibilizar no solamente a la opinión pública, sino también y sobre todo, a los Estados, las fuerzas armadas y los grupos no estatales, para luchar contra ese “flagelo”. De aquí a 2015, el CICR prevé publicar una lista de 30 a 50 recomendaciones concretas para mejorar la situación. Un primer paso se produjo en Afganistán, donde las fuerzas armadas afganas y los militares de EE.UU. aceptaron una inversión de  procedimiento que debe permitir conducir a una persona herida al hospital y estabilizarla antes de someterla a interrogatorio.
 
El tema de la protección armada de los trabajadores humanitarios, evocado con regularidad, los representantes del CICR lo toman con pinzas: “Al introducir ametralladoras a un hospital, mostramos a todos que somos un blanco. En Somalia y Chechenia, establecimos convoyes armados, pero únicamente para protegernos del bandidismo. La negociación con las partes interesadas sigue siendo fundamental”.
 
El estribillo es el mismo en el caso del representante de MSF: “Somalia es una excepción, porque ahí el crimen está fuera de control. Pero queremos una política de acceso negociado, es la mejor manera de lograr la aceptación”. Presión internacional, persuasión y conocimiento profundo del terreno y de los actores se mantendrán en el futuro como las armas más efectivas para intentar la desmilitarización los espacios de atención médica.

En el marco de un estudio iniciado en 16 países, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) trata de identificar los actos de violencia contra las instalaciones y el personal médico y los pacientes.
 
El estudio contabiliza 655 actos de violencia contra el sistema de atención de la salud. Se trata de bombardeos a hospitales, disparos a las ambulancias, muerte o expulsión del personal sanitario, además de torturas y asesinatos de pacientes.
 
En 2010, el fenómeno concernía a 34 países. Las consecuencias indirectas, y particularmente la reducción de los servicios, no están incluidas en el informe.
 
El CICR emprendió una campaña, que se extiende hasta 2015 con el fin de sensibilizar al público sobre este urgente problema humanitario de “importancia vital”.
 
El objetivo es cambiar radicalmente el curso de las cosas en todos los lugares donde la atención médica esté peligro, afirma el CICR.
 
Médicos Sin Fronteras (MSF), la Facultad de Medicina, la Escuela Superior de Salud y los Hospitales Universitarios de Ginebra se asocian al CICR en esta lucha por el respeto al derecho humanitario.

(Traducción: Marcela Águila Rubín)

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