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La novelesca vida del colonizador Alfred Von Rodt

Alfred von Rodt dejó Berna y echó raíces en Chile. N. Muñoz

El joven suizo perteneciente a una familia burguesa de Berna salió en busca de nuevos caminos y llegó a Chile en 1876.

Con estudios forestales hechos en Dresden y Zúrich, Von Rodt recaló en la Isla Juan Fernandez, la misma que sirvió de escenario para el rodaje del filme Robinson Crusoe, basado en la novela de Daniel Defoe.

El primer destino del osado bernés fue el puerto de Valparaíso, por entonces el más importante del país debido al tránsito de naves y personas desde y hacia Europa. Era punto de paso obligado en una de las rutas a la cuna de la fiebre del oro: California.

En medio del ajetreo mercantil, Alfred von Rodt latinizó su nombre por Alfredo de Rodt. Fue una concesión hecha a su patria adoptiva. A su tierra natal, en tanto, le debe su formación de oficial de artillería -llegando a prestar servicios al ejército imperial austrohúngaro- y la herida que recibió durante la batalla de Konigsgratz, el 3 de julio de 1865.

Un aviso publicado en la prensa del puerto chileno por esos años daba cuenta de un particular empleo: “se requería un idóneo arrendatario para la isla Juan Fernández”. Alfredo de Rodt presentó una serie de proyectos de explotación de la isla que fue aprobada.

Así, el 17 de abril de 1887 es nombrado Subdelegado para las islas Juan Fernández, superintendente del archipiélago, inspector de colonización, juez de subdelegación, guardabosques, subdelegado marítimo, ministro de aduanas y administrador de correos entre otros.

Progreso acelerado

Tres meses más tarde, luego de más de dos semanas de navegación, asume el cargo, que incluía la administración de la isla, sus escasos habitantes y el ganado, enmarcado en un paisaje que ofrecía una vegetación exuberante, con bosques siempre verdes y especies únicas en el mundo. Eso, además de sus apetecidos productos del mar, especialmente las inmensas langostas y los sabrosos pescados de aguas profundas.

Durante 28 años, Alfredo de Rodt permaneció en la Isla Juan Fernández, invirtiendo toda su fortuna depositada en Berna. Su paso dejó huellas imborrables, con éxitos y fracasos comerciales.

Como armador de barcos llegó a tener cinco de gran calado, iniciando una ruta comercial en el traslado de pasajeros y productos desde y hasta la isla. Pero su principal herencia no se traduce en bienes materiales, sino en la fuerza, fortaleza, empuje, iniciativa y visión futurista que aplicó en la isla.

Registro escrito

La confianza en su nueva aventura le permitió escribir un diario de sus actividades, desde que inicia los trámites para colonizar la isla. Sus primeros escritos datan del 6 de abril de 1877 y culminan sus anotaciones el 28 de marzo de 1904.

El diario escrito es similar a una bitácora usada por los marinos, en la que día a día registró novedades sobre el clima, naufragios, motines, mareas, movimiento de naves y otros detalles, todos escritos en español, con claridad y orden en sus amarillentas páginas.

El libro manuscrito se encuentra ahora bajo la tutela del Museo Naval de Valparaíso. El bibliotecólogo a cargo, Raimundo Silva, dice a swissinfo que “de Rodt tiene importancia para la isla, pues le otorgó una organización, planificación y modernización que hizo posible la colonización y la comercialización de la langosta; y fue un activo y visionario precursor de la isla”.

Vocación de marinero

Según los certificados de la Armada, Alfredo de Rodt llegó a ser dueño de cinco embarcaciones que menciona en su diario. En su primer buque, Charles Edwards, hizo viaje inicial a la isla.

“Salida desde Valparaíso 06 de julio 1887, llegada a la isla el 21 de julio” es parte de lo que escribió de aquel viaje con 94 toneladas de peso y 14 tripulantes, trasladando a 14 pasajeros entre mujeres y niños.

En su diario también queda registrado el hundimiento de uno de sus barcos, cargado con pieles de lobos de mar, en las cercanías del puerto de Valparaíso. Fue sólo el primero de una serie de accidentes que finalmente lo llevaron a la bancarrota.

“La isla es mi terruño, es mi Suiza, el mar reemplaza los Alpes”, se lee en parte de una carta que envía a su prima Cecilia Von Rodt.

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swissinfo, Nelson Muñoz, Valparaíso.

La isla Juan Fernández vive de la explotación del turismo y los productos del mar, especialmente la langosta.

En 1935, el gobierno local declaró parque nacional a la isla y, en 1977, la UNESCO la incluyó entre las reservas mundiales de la biósfera.

La flora de la isla es uno de los lugares de interés botánico de mayor importancia en el mundo. En un 70% la flora es exclusiva del lugar, al igual que algunas especies de lobos marinos y aves únicas.

Ubicada en el Océano Pacifico, de origen volcánico, la que sería Isla Juan Fernández estaba poblada en 1534 por habitantes indígenas y fue descubierta por el navegante español Juan Fernández en 1574.

La llegada a la isla por vía aérea demora entre 2 a 3 horas y, por vía marítima, entre uno y tres días.

Con una superficie de 96,4 kilómetros cuadrados, el censo del año 2002 contabilizó la población de la isla en 630 personas.

La isla también fue escenario de la II Guerra Mundial. En 1915, tres buques de guerra ingleses acorralaron allí al crucero alemán Dresden, el que terminó autodestruido por su tripulación. Los restos yacen a unos 60 metros de profundidad y son parte del atractivo turístico de la isla.

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