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Lecciones de Argentina para Grecia

Redacción de Swissinfo

Hace trece años, Argentina estaba en una situación desesperada. Su peso estaba vinculado al dólar en un nivel que excedía con creces su valor. Su deuda exterior era insostenible y la presión política de Estados Unidos impedía a su débil Gobierno renegociar un programa de rescate que, como sabía incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI), no era realista.

Actualmente, cuando Grecia afronta muchos de los mismos problemas, vale la pena examinar más detenidamente las lecciones aprendidas de la crisis de Argentina. En aquella época, nosotros calificamos la política adoptadaEnlace externo de “demencia económica y política… Cada una de las rondas de recortes presupuestarios ha agravado la recesión, ha aumentado la tensión social y ha reducido aún más la confianza. Ni el FMI ni ningún otro aconsejarí41279370n a un país desarrollado que adoptara semejantes políticas masoquistas y autodestructivas… Ya es hora de que esto se acabe”.

Raquel Fernández, profesora de Economía en la Universidad de Nueva York. nyu.edu

En la mayor parte estábamos en lo cierto. Era, en efecto, hora de que se acabara. El Gobierno se desplomó rápidamente y fue sustituido por otro, que devaluó la divisa y suspendió el pago de la deuda del país y, sin embargo, las predicciones generalizadas de una catástrofe no se hicieron realidad. La crisis económica era bastante real, pero ya había tocado fondo. Unos meses después se reanudó el crecimiento… y alcanzó un asombroso ocho por cientoEnlace externo durante los cinco años siguientes.

Sin embargo, sobre una cosa estábamos equivocados: la suposición de que ningún país ‘desarrollado’ permitiría que se le infligieran semejantes políticas dañinas. Los economistas pueden haber aprendido de la Historia, pero los políticos parecen condenados a repetirla. De nuevo, en Grecia, el FMI ha recibido presiones de políticas con estrechez de miras para que respaldara un programa que, como sabe perfectamente, ni es sostenible ni redundará en provecho del país.

Jonathan Portes, director del Instituto Nacional de investigación Económica y Social. niesr.ac.uk

Sacrificar los intereses de Grecia en nombre de la estabilidad financiera sistémica europea pudiera haber sido en otros tiempos la vía idónea a seguir para el FMI, pero la crisis en Grecia ya ha superado el punto en el que esas políticas se justifiquen. Ahora que el Gobierno ineficaz e impopular ha sido barrido (otra predicción acertada), es hora de que el resto de Europa arregle el embrollo financiero. No se logrará imponiendo los pagos de una deuda imposible para recalcar un principio “moral”, es la actitud que, lamentablemente, las autoridades de la zona euro parecen decididas a adoptar.

La primera lección de Argentina es que, si la economía está de tu parte, puedes y debes hacer caso omiso de los políticos que profeticen un desastre. La inmensa mayoría de los economistas (fuera de Alemania) convienen en que se debe condonar la deuda de Grecia y relajar su política fiscal. Tampoco hay la menor duda de que esa sea la opinión de los experimentados economistas del FMI. Por ejemplo, el director del Departamento Europeo del FMI, Reza Moghadan, que recientemente abandonó su cargo, ha pedidoEnlace externo que se reduzca la deuda griega a la mitad.

La segunda lección de la crisis argentina es que un período corto de agitación política puede ser sorprendentemente poco costoso, en comparación con un largo período de políticas absurdas y mal concebidas. El hecho de que los valores griegos estén tambaleándose y los rendimientos de los bonos estén disparándose apenas significa nada. Después de siete años de contracción económica y un sufrimiento humano peor que durante la Gran Depresión de los años 1930, ni siquiera una gran inestabilidad es una razón para empeñarse en seguir aplicando políticas fracasadas.

La experiencia de Argentina indica que, después de un cambio de política, la recuperación puede llegar de forma asombrosamente rápida. El resultado de un acuerdo que reestructure la deuda griega, junto con un gobierno estable y pro reformas, llevaría a un rápido restablecimiento de la confianza y una rápida reanudación del crecimiento.

Raquel FernándezEnlace externo es profesora de Economía en la Universidad de Nueva York (NYU).

Jonathan PortesEnlace externo dirige el Instituto Nacional de investigación Económica y Social (NIESR), en Londres.

Pero la tercera lección entraña una gran salvedad. Grecia debe reconocer que sus problemas fundamentales han sido obra suya. Su colosal déficit y sus deudas insostenibles eran síntomas de graves patologías: un sector público disfuncional, un sector privado no competitivo y una minoría dominante que renunció a cumplir con sus obligaciones y, en lugar de afrontar los problemas del momento, utilizó el Estado como medio para proporcionar empleos a partidarios políticos.

El nuevo Gobierno de Grecia no debe utilizar a la Unión Europea –o a Alemania– como chivo expiatorio. Grecia no necesita una reforma estructural radical.

Desde luego, eso no significa que el nuevo Gobierno deba continuar con todas las políticas a las que sus predecesores accedieron. Los planes para aumentar el salario mínimo, por ejemplo, no deben plantear problemas, pues en relación con la productividad seguirá siendo inferior al de Francia o el Reino Unido.

De forma similar, una extensa experiencia en los países tanto en desarrollo como desarrollados indica que la privatización a menudo provoca desastres cuando se emprende en plena crisis fiscal. En lugar de una mayor eficiencia, el resultado es con demasiada frecuencia una liquidación de activos estatales a personas o empresas bien relacionadas. Paralizar la privatización es absolutamente sensato.

Y, sin embargo, Grecia tiene mucho que hacer. Su Gobierno debe cooperar con el FMI para formular un programa que combine equidad y eficiencia, es decir, fomentar la competencia, desmantelar los oligopolios y apoyar a los empresarios y la innovación. Al mismo tiempo, Grecia necesita un programa muy sólido para abordar el empleo juvenil: un ‘New Deal’ para una generación que ha sido traicionada.

La cuarta lección de Argentina puede interpretarse como un cuento con moraleja. En 2002, el nuevo Gobierno prometió no solo la recuperación, sino también una reforma del disfuncional sistema político, cosa que no cumplió. Aprovechó su éxito económico inicial y la conveniencia política de que los problemas del país eran culpa de extranjeros para volver a incumplir sus promesas.

Punto de vista

swissinfo.ch reúne en esta columna una selección de textos escritos por personas ajenas a la redacción. En ella publicamos los puntos de vista de expertos, líderes de opinión y observadores sobre temas de interés en Suiza con el fin de alimentar el debate.

El auge de las materias primas que duró una década dio un respiro a la economía argentina, pero en ningún momento se abordaron las causas subyacentes de las patologías económicas y políticas. Más de una década después, resulta deprimente observar que muy poco haya cambiado.

Es improbable que una bonanza de las materias primas dé un respiro a Grecia. Y si quiere llevar la economía por el camino de la recuperación sostenida, no hay tiempo que perder.

(Este artículo se publicó primero en el portal Project SyndicateEnlace externo)

Traducido del inglés por Carlos Manzano

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