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Suiza saldría ganando con una ‘tasa Tobin’ francesa

La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, están a favor de la tasa Tobin. Reuters

El controvertido impuesto sobre las transacciones financieras diseñado por el Premio Nobel de Economía, James Tobin, cumple 40 años. En este 2012, Francia resucita un proyecto que podría representar para el país el “suicidio político”.

Expertos del Ministerio helvético de Finanzas, la Asociación Suiza de Banqueros, el ‘Graduate Institute’ ginebrino, y la ONG Declaración de Berna analizan para swissinfo.ch las ventajas y desventajas de este impuesto contra la especulación.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, detractor implacable de este impuesto hace una década, lo defiende hoy con el fervor de las ONG y tiene el apoyo matizado de la canciller alemana, Angela Merkel, quien preferiría verlo aplicado en toda la Unión Europea (UE).

En 1972, su creador, el economista James Tobin, denunciaba la “imperiosa necesidad de introducir arena en los engranajes de la especulación”.

En 2012, expertos suizos de distintos dominios coinciden en que es un impuesto que apela al “todo o nada” para ser exitoso. O su aplicación es mundial, o generará más estragos que beneficios.

Globalización con rostro humano

La Comisión Europea (CE) estima que de gravarse todas las transacciones de bonos y acciones con una tasa del 0,1%, y las de derivados, con una de solo el 0,01%, Bruselas obtendría ingresos anuales adicionales por 57.000 millones de euros (69.100 millones de francos), útiles para financiar el presupuesto comunitario.

Más altruista, Oxfam Internacional calcula que un impuesto Tobin aplicado a escala mundial generaría 300.000 millones de euros anuales (360.000 millones de francos) dirigidos al desarrollo.

Una visión que comparten 350 economistas de prestigio internacional, como el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, o Paul Krugman y Jeffrey Sachs.

En Suiza, la Declaración de Berna avala la tasa Tobin “como una herramienta para obtener fondos destinados al desarrollo”, confirma Olivier Longchamp a swissinfo.ch

Pero el responsable de Finanzas y Fiscalidad de la ONG helvética no mira el tema con ingenuidad. “Está claro que la plaza financiera suiza intentaría jugar el rol del caballero solitario; y buscaría que el impuesto se aplique en otros países, para beneficiarse con ello y recibir los capitales que abandonen otras plazas”.

Sobre la iniciativa unilateral francesa, Longchamp se dice escéptico. “Para que los especuladores no lo esquiven, un gravamen de este tipo debe ser de carácter internacional”.

¿Efecto real?

Jean-Louis Arcand, profesor en Economía Internacional del Instituto de Altos Estudios Internacionales y Desarrollo (Graduate Institute), de Ginebra, destaca que “las transacciones financieras son altamente significativas en el mercado internacional”.

Y se mueve entre hipótesis para explicar su visión: “Si dichas transacciones tienen efectos negativos para el bienestar –y existe una razonable experiencia empírica para suponer que es así-, entonces la tasa Tobin podría ser una solución. Pero solo si fuera instrumentada en todos lados”.

 

Considerando que los mercados siempre encuentran un buen camino para darle la vuelta a las legislaciones, Arcand duda, sin embargo, que los alcances del impuesto sean los que se pronostican.

“¿Podemos realmente imaginar que la tasa Tobin genere el efecto esperado? Mi respuesta es un claro no. Destruiría a los mercados que lo apliquen y beneficiaría a quienes no lo hagan. Hay que hallarse en estado de muerte cerebral para creer que un bien público (como la tasa Tobin) es capaz de generar bienestar si se aplica de forma selectiva”, añade, mordaz, a swissinfo.ch

Hay mejores opciones

Por su parte, el Gobierno suizo sigue el tema con interés, tanto en el ámbito nacional como en el internacional.

En 2011, el Parlamento liquidó dos iniciativas socialistas que sugerían la creación de una tasa Tobin (del diputado Andreas Gross y el senador Roberto Zanetti).

Mario Tuor, portavoz de la Secretaría de Estado de Asuntos Financieros Internacionales (SFI), expresa a swissinfo.ch que el Gobierno helvético conoce bien la propuesta de la Comisión Europa (CE) y también la de Francia.

“Nuestra posición es la misma: este impuesto solo funcionaría si se aplica a escala internacional. Ponerlo en marcha en unos cuantos países de Europa haría que los capitales se dirijan a los centros financieros exentos de esta tasa”, coincide con los otros entrevistados.

Además, incluso la CE ha admitido que otro tipo de medidas reglamentarias, que actuarían directamente sobre las fuentes de riesgo, serían más eficaces que la tasa Tobin, añade Tuor.

Ineficaz y contraproducente

La visión de la Asociación Suiza de Banqueros (ASB) tampoco es favorable, confirma a swissinfo.ch la responsable de Comunicación para Europa, Rebeca García:

“Los Impuestos a las Transacciones Financieras (ITF) son ineficaces y contraproducentes, ya que colocan a los mercados importantes en riesgo de falta de liquidez, una condición que terminaría por provocar fluctuaciones cambiarias mayores a las que busca evitar”.

La ASB también aborda la condición sine qua non de la aplicación internacional, para evitar la fuga de capitales de un destino a otro.

Pero García alerta sobre un punto adicional: un TTF gravaría a los generadores de volatilidad, pero también a las muchas empresas que realizan operaciones de comercio internacional sin fines especulativos.

Suiza, la gran beneficiaria

Si Francia sigue adelante, Suiza sería una de las principales plazas financieras ganadoras.

Francia provocaría una catástrofe para su índice CAC-40 y el resto de sus mercados. Y todo país de la UE que aplique esta tasa cometería  un “suicidio político”. Pero nuestros mercados suizos se verían beneficiados, subraya el profesor Arcand.

“Si consideramos la situación política que vive Francia, no me extrañaría que el tema prospere. Y si lo hace, entonces todo el poder irá a Zúrich”, puntualiza el catedrático.

El impuesto Tobin fue diseñado en Princeton (1972) por James Tobin, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1981.

Su tasa, inspirada en los principios de Keynes, tenía como meta la especulación al aplicar un impuesto a las transacciones financieras. Cada operación de cambio entre una divisa y otra pagaría esta tasa, pero el concepto se extendió a otro tipo de transacciones.

La tasa teórica sería de entre 0,01 y 0,05% y entre sus ventajas destaca la generación de fondos para el desarrollo.

Sus detractores afirman que frenaría la competitividad y el libre comercio de las economías que la apliquen.

Suecia comenzó a gravar la compraventa de acciones en 1984, y en 1989, las operaciones de renta fija.

Lejos de aumentar la recaudación fiscal, ésta se desplomó y muchos fondos invertidos en acciones y bonos suecos se fugaron a Oslo y a Londres.

El gobierno sueco eliminó dichos gravámenes en 1991.

Francia, en plena ebullición electoral, ha expresado su determinación de aplicar en solitario la tasa Tobin. La plaza financiera gala expresa su inconformidad.

En Alemania, la canciller Angela Merkel está a favor del impuesto Tobin, pero su gobierno no logra un consenso en torno al tema. Italia simpatiza con la idea si se aplica en toda la UE.

Otros países del G-20 que apoyan gravar las transacciones financieras son: España, Argentina, Brasil y Sudáfrica. Y también tiene el respaldo de la ONU.

Reino Unido está en contra de la tasa Tobin y ha advertido que vetará toda iniciativa de este tipo en el seno de la UE. Londres aplica ya un ITF local (stamp duty).

El Banco Central Europeo (BCE) tampoco es favorable a la tasa.

En Suiza, la Asociación de Banquerosrechaza todo impuesto sobre transacciones financieras, incluido el de timbre que opera en su territorio.

Actualmente trabaja en abolirlo, porque esto permitiría dinamizar el crecimiento y crear 22.000 empleos, estima.

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