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Cómo un orfanato ucraniano encontró refugio en Suiza

la directora del orfanato con los niños a orillas de un lago suizo
Huérfanos ucranianos en Suiza, lejos de las bombas. XXX

Natalia Lashchevskaya trajo a Suiza a 99 menores de edad desde Mariupol. Aquí están a salvo y disfrutan de muchas comodidades, pero todos desean volver a su país. Una mirada a las y los pequeños refugiados ucranianos en el Valais.

Natalia Lashchevskaya suele rechazar las entrevistas. “La vida aquí no cabe en un artículo”, dice. En todo caso, habría que escribir un libro “sobre el dolor de los niños”, asegura.

La directora del hogar tiene 57 años y durante 25 trabajó en un orfanato de Mariupol. En los últimos años fue responsable de un centenar de niñas y niños a la espera de su adopción. Aun así, en su institución también dan resguardo a personas que continúan bajo la patria potestad de sus padres.

Un año antes de la invasión rusa, Lashchevskaya se había hecho cargo de la dirección del Instituto, que comprende un hogar para bebés, un orfanato, un internado y un centro de ayuda social. El centro, que ofrece apoyo comunitario y psicológico a menores y a sus familias, fue su idea y surgió al constatar que las familias de los menores también vivían situaciones difíciles. Lo llamó Alas de esperanza y era el único organismo en Ucrania donde podían vivir personas en el desamparo desde su nacimiento hasta los 18 años.

Niños del orfanato ucraniano
Durante la evacuación de Lviv, los niños mayores y menores fueron separados, pero se reencontraron en el orfanato en Suiza. Facebook/

Ella ya vivió una evacuación de menores de edad en 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea, y pudo regresar después de un mes. Esta vez las cosas fueron muy diferentes: Mariupol fue casi borrada del mapa y hoy es un territorio ocupado. “Ni siquiera podíamos imaginar que la guerra tomaría este rumbo”, se lamenta.

El 24 de febrero de 2022, la artillería rusa comenzó a bombardear las calles de Mariupol. Era la señal para partir: el alcalde de la ciudad insistió en que los ocho adultos y 99 menores del hogar subieran inmediatamente a cuatro autobuses. El pasajero más joven tenía cuatro meses. Los niños mayores llevaban a los bebés en sus brazos.

En tiempos de paz el viaje de Mariupol a Zaporiyia dura tres horas; esta vez, los autobuses tardaron ocho. A lo largo de las calles se veían los cadáveres y los coches estaban ametrallados. Fue un verdadero trauma. “No sé cómo logramos salir de Zaporiyia”, dice hoy Lashchevskaya. El viaje continuó a Lviv y luego a Polonia. “Hoy prefiero sonreír y hacer como si nada de esto hubiera pasado”.

Fue la decisión correcta tomada en el último minuto. Tres días después, Mariupol estaba rodeada por las tropas rusas. Si no se hubieran partido, probablemente habrían vivido una deportación a Rusia.

El Derecho Internacional considera que la deportación de menores de edad es un traslado forzoso y, por tanto, un crimen de lesa humanidad. La Corte Penal Internacional emitió una orden de detención en marzo de 2023 contra la comisionada presidencial para los Derechos del Niño en Rusia, Maria Lvova-Belova, bajo la sospecha de que las autoridades rusas deportaron ilegalmente a menores ucranianos a la Federación.

Niños durmiendo en un pabellón durante la evacuación
Facebook/Krila.nadii

Olena* tiene 8 años. Su joven vida estuvo siempre marcada por el drama. Después de la muerte de su madre, la colocaron en un orfanato. Más tarde su tía pidió la custodia y Olena fue encomendada a su familia. Tristemente, la solución no duró mucho: la tía cambió de opinión y llevó a la niña nuevamente al hospicio.

Posteriormente, la custodia pasó a la abuela, que según Lashchevskaya se comportó como la tía: vació la cuenta de la niña y luego la devolvió a la institución estatal. “Al estrés de la pérdida y los rechazos se sumaron el de la guerra y de la evacuación”, explica la directora.

Evacuation des enfants ukrainiens
Natalia Lashchevska

En junio de 2022, los menores acogidos en el centro Alas de Esperanza partieron hacia Suiza, donde fueron recibidos en el instituto escolar misionero de Saint-Gingolph, en el cantón del Valais. La escuela está ubicada en un lugar hermoso a orillas del lago Lemán. Junto a la ventana hay una pajarera con un loro, que se ha convertido en mascota. El pájaro azul saluda a la gente que pasa por allí gritando “Priviet”, “hola” en ruso.

El poder de las mujeres

Cuando los niños llegaron al Valais, la primera dama ucraniana, Olena Selenska también los visitó. Su aparición atrajo mucho más la atención que el trabajo de las dos mujeres que contribuyeron decisivamente a dar refugio a los niños de Mariupol: la suiza Sophie de Meyer y la ucraniana Olga Velgus.

Fueron ellas quienes se encargaron de la organización y pagaron el transporte, con dinero recaudado en Suiza entre donantes privados. También coordinaron la operación con el Ministerio de Asuntos Sociales de Ucrania, el ejército, la oficina de la primera dama, los directores de los orfanatos, las autoridades regionales ucranianas y las oficinas de migración en Suiza y en los cantones. Así fue como finalmente pudieron traer a 176 menores de edad de tres orfanatos a Suiza.

“Aquí está el poder de las mujeres”, dice Philip Jaffe, subdirector del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, cuando visita el Instituto de Saint-Gingolph, en el Valais. Este comité se reunió varias veces durante 2022 con las autoridades ucranianas. “Estamos muy preocupados por la situación en los hogares infantiles en Ucrania”, asegura. La ONU observará también cómo viven los menores que tuvieron que abandonar el territorio ucraniano. Rusia deberá presentar pronto un informe a dicho organismo.

Natalia Lashchevskaya considera que defender a la juventud de la guerra es crucial y tan importante como que pueda mantener el contacto con sus familias. Durante su visita, le expresó a Philipp Jaffe que ésta es una de sus preocupaciones constantes, porque “les suma energías extra, es su centro y su motivación”.

El contacto con los familiares en el Valais se mantiene incluso cuando un menor no puede tener relaciones con uno de los padres o con un pariente debido a procedimientos judiciales en Ucrania. “¿Y si mañana hay un nuevo atentado? ¿Y si caen más bombas?”, se pregunta Lashchevskaya. Nunca se perdonaría romper el contacto con sus parientes. “Porque lo más preciado que tiene la gente ahora son los niños”, asegura.

niños con juguetes en la mano y sonriendo
Facebook – Los niños de Alas de Esperanza, un orfanato ucraniano ahora en Suiza. Facebook/

Luego cuenta una historia. Una de las pequeñas perdió recientemente a su madre en Mariupol, mientras estaba en el Valais. “Esta información está desgraciadamente confirmada”, precisa. Una granada impactó en su casa, la abuela murió inmediatamente, la madre consiguió salir de la vivienda, pero de camino al hospital fue alcanzada por otra granada que le quitó la vida. Murió en la calle. Lashchevskaya añade: “Aún no se lo he dicho”. Una niña de ocho años. Será muy difícil para ella.

El personal del orfanato
Natalia Lashchevska (en el centro) trajo a Suiza a 99 niños. Tres de ellos ya han podido regresar con sus familias, una niña decidió volver sola a Ucrania cuando cumplió la mayoría de edad y un chico ha sido confiado a su madrina, también en Ucrania. Facebook/

“Tenemos un objetivo: Ucrania”

Natalia Lashchevskaya acompañó a 99 menores fuera de la zona de combate. Tres de ellos han regresado a casa de sus padres, un niño fue confiado a su madrina en Ucrania y una joven decidió regresar sola a Ucrania tan pronto cumplió la mayoría de edad.

La directora del instituto considera su estancia aquí como una misión. Ucrania ganará y ella llevará a todas estas niñas y niños de vuelta a su país, dice. “Y serán niños que recuerden su idioma y sus tradiciones, que conozcan las viejas canciones y que volverán a asistir a la escuela con normalidad. Esa es mi meta.”

Cuando estaban en Lviv, los niños mayores fueron separados de los más pequeños. Los 36 más chicos viven ahora en el cantón de Vaud, los demás en el Valais. “Vamos a visitarlos a menudo, incluso dos veces por semana”, explica.

En las primeras ocho horas de la traumática fuga de Mariupol, los niños se unieron más y se convirtieron en una familia. Christian Nanchen, director de la oficina de jóvenes del Valais, dice que están considerando las posibilidades de reunir a todos en un solo cantón.

Mientras tanto, habla de Tara. El niño tiene nueve años y su hermana cinco. Cómo la abraza, cómo ella lo abraza y cómo él le habla cuando va a visitarla en el Valais. “¿No es mi Veronika la más bella de todas? ¿Y nos vamos a casa?, son las dos preguntas que siempre repite”. Sí, es la más bella, le responde entonces la directora, y agrega “Sí, sólo tenemos un objetivo: volver a Ucrania”.

Natalia Lashchevskaya señala al loro azul que hay junto a la entrada. “Mis hijos y yo queremos que el loro aprenda a decir ‘Slava Ukraini'”. Le enseñan esta frase: Gloria a Ucrania. Tan pronto aprenda a decirlo, promete a los niños, volverán. Y añade: “Aprende muy rápido”.

Texto adaptado del francés por Norma Domínguez

*Nombre ficticio

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