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El rostro cambiante de la Ginebra internacional

La memoria de los rohinyás: un proyecto lanzado en Ginebra

Solima Khatun, una refugiada rohinyá de 120 años con una niña
Solima Khatun, de 120 años, huyó de su casa en Myanmar con un millón de otros miembros de la comunidad rohinyá. Los refugiados quieren preservar su cultura y transmitirla a las nuevas generaciones. IOM

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con sede en Ginebra, inaugura un centro cultural para preservar la memoria y el patrimonio de la minoría musulmana rohinyá.

La perseguida minoría musulmana rohinyá, originaria de Birmania (hoy Myanmar), teme que su cultura también esté amenazada. La OIM interviene con la creación de un centro dedicado a preservar la memoria y el patrimonio cultural de los rohinyás.

Con el apoyo de donantes, Suiza incluida, el proyecto y su archivo digital tienen como objetivo apoyar la salud mental de un millón de refugiados rohinyá que se encuentran en los campos de Bangladés, al tiempo que muestran su arte.

El Centro de Memoria Cultural Rohinyá  es “uno de los primeros intentos significativos de documentar y preservar el patrimonio del pueblo rohinyá”, declaró la OIM durante el lanzamiento del proyectoEnlace externo a principios de este año. Por ahora solo existe de forma virtualEnlace externo, pero ya hay planes para que también haya una estructura física que se complementará con otras exposiciones y talleres para los artistas y artesanos refugiados en el campo de Cox’s Bazaar, Bangladés.

Los refugiados rohinyá huyeron de Myanmar tras una brutal represión del ejército birmano en agosto de 2017. Muchas de sus casas en el estado de Rakhine han sido destruidas y es improbable que puedan regresar en breve a sus hogares, especialmente después del golpe militar de febrero de este año.

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En la actualidad Bangladés no ofrece a los refugiados la posibilidad de obtener permisos de trabajo y las condiciones de vida en los campamentos –que se ven afectados por los confinamientos de la pandemia y fuertes lluvias – son precarias. Sin embargo, pese a todos estos problemas, preservar su historia cultural es una prioridad para los refugiados.

“La cultura es la principal identidad de un país”, afirmó Nurujahan, de 44 años, carpintera refugiada y madre de ocho hijos, en una entrevista en línea facilitada por la OIM en Bangladés. “Estoy muy contenta de participar en actividades culturales todos los días. Hace que mi vida sea mejor. Sin ellas, nuestra nueva generación olvidaría su cultura y tradiciones. Y es fundamental preservar nuestra cultura”.

Mohammad Zaber, carpintero e ingeniero de 53 años y padre de ocho hijos, coincide. “Al participar en actividades culturales, reducimos nuestro estrés y tensión. Todo lo que se nos proporciona en los campos de refugiados de Bangladés es temporal. Pero la cultura que conservamos aquí es permanente. Puedo ver la vida de mis antepasados en nuestra cultura “.

Pérdida de identidad

“Todo comenzó como un apoyo psicológico y de salud mental”, dice Manuel Marques Pereira, jefe adjunto de misión de la OIM en Bangladés. Los estudios sobre salud mental han demostrado que la pérdida de su cultura es una de las principales preocupaciones de los refugiados. Pereira dice que ya había sesiones conjuntas de cocina, música y manualidades en los campamentos. Así que la OIM pensó que era una buena idea desarrollar las cosas y empezó por elaborar un perfil de los artesanos en un proyecto con el gobierno sueco.

La colección actual es amplia y contiene objetos que los refugiados han elegido como representaciones de su cultura, añade. Estos incluyen pinturas, bordados, cestas y artículos domésticos, así como modelos de arquitectura tradicional rohinyá, herramientas agrícolas y embarcaciones.

Además de las víctimas humanas, las guerras y los conflictos se cobran con demasiada frecuencia el patrimonio cultural. A veces son los monumentos históricos los que son atacados, como en el caso de Palmira,Enlace externo en Siria; de los budas de BamiyánEnlace externo, en Afganistán; o los mausoleosEnlace externo de Tombuctú, en Mali. Y esto a pesar de la Convención de La Haya (1954), que protege el patrimonio cultural en tiempos de guerra y establece que el vandalismo ejercido sobre los bienes culturales de un pueblo “genera daños al patrimonio cultural de toda la humanidad”.

Medios de subsistencia y formación

Algunos refugiados rohinyá han conseguido llevar objetos con ellos. Otros ejercen su arte y oficios en los campamentos. Pereira precisa que para la exposición no se les despoja de bienes valiosos, sino que se realizan copias o se toman fotografías. “Hemos comprado cada objeto de la colección y les pedimos que los construyeran o fabricaran. Les pagamos los materiales y las horas de trabajo”. Esto ayuda a los refugiados a generar ingresos y a mantener su dignidad, explica. Pereira espera que, mediante la formación en los nuevos talleres, “podamos ayudarles a convertir sus habilidades y prácticas en medios de subsistencia más sostenibles” en el futuro.

La colección en línea, no obstante, no es accesible para todos los refugiados, sino que lo es principalmente para los los más jóvenes que son nativos digitales. Además, las conexiones a Internet en los campamentos siempre son precarias. Pero este proyecto ayuda a los rohinyá a preservar su cultura para el futuro. Y es también un repositorio para la diáspora y para cualquier persona interesada en la cultura rohinyá.

Seis veces refugiada

Uno de los objetos de la colección es una “loda”, perteneciente a Solima Khatun, que tiene 120 años, según consta en los registros. Esta vasija de latón, utilizada para lavar el cuerpo, le fue entregada a Solima por su madre y es una de las únicas posesiones que le quedan de su vida en Myanmar.

loda
Loda de Solima Khatun, herencia de su madre. IOM

Según el sitio web de la OIM, Solima ha sido refugiada seis vecesEnlace externo, y es también uno de los miembros más longevos de la comunidad rohinyá. La idea del proyecto cultural es también garantizar que los ancianos y los artesanos puedan transmitir sus conocimientos a las generaciones más jóvenes, ya que cuanto más tiempo se pasa en un campamento, más riesgo hay de perder el contacto con el patrimonio cultural nativo.

Cuando se le preguntó por su artículo favorito de la colección, Pereira eligió un tapiz de refugiadas rohinyá que representa su campamento en Bangladés y que, según él, marca otra parte de su historia. “Es fascinante ver lo que las mujeres han agregado al tapiz y cómo este intenta mostrar parte de su vida cotidiana en Bangladés. Esta obra requirió muchas horas de trabajo y es muy bonita. Tendrá su propio espacio dedicado en el nuevo centro cultural del campamento”.

La elección de Nurujahan, el carpintero, fue distinta. “Los diferentes estilos de casas de madera son mis favoritos. Y es que cuando los veo, me acuerdo mi casa en Arakan”.

Traducción del francés: Andrea Ornelas

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