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El celo de Arth por el secreto democrático

El idílico Arth-Goldau, reconstruido en 1806, tras su destrucción a causa de un deslave. RDB

En el pueblo de Arth-Goldau, en el cantón Schwyz, a las faldas de la montaña de Rigi, en un paisaje idílico, los ciudadanos hacen algo fuera de lo común: debaten durante una asamblea ciudadana la historia de la comuna y deciden al respecto, con voto secreto. 

Justo detrás de Arth inician los Alpes. A orillas del pueblo se reflejan las luces otoñales sobre la azulada superficie del lago de Zug. Al lado se encuentra el Rigi, uno de los más famosos picos de Suiza. Visitantes como el poeta Johann Wolfgang von Goethe (1775) y Mark Twain (1879) hicieron del Rigi “el rey de las montañas”.

Al frente se levanta el monte Rossberg, que marcó trágicamente la historia de Arth: Hace unos 200 años cayeron de uno de sus flancos toneladas de rocas. Un desprendimiento que provocó la sepultura de casas, establos e iglesias. Cientos de personas murieron. Los poblados de Goldau, Oberarth y Arth, que conforman ahora una sola comuna, fueron reconstruidos y hoy se encuentran en medio de la belleza alpina, en pleno corazón de Suiza.

El debate, la reflexión y el voto

Pero la comuna no es tan típica suiza como se presenta ante los ojos del espectador. Este lugar conserva una singularidad política, casi exclusiva en el país: Aquí los habitantes no levantan la mano en asamblea pública para votar asuntos de su vida política, a la usanza de la más antigua tradición democrática helvética. En Arth se deciden asuntos de interés general en las urnas, como ocurre en otras 30 comunas del cantón.

En las grandes comunas de Suiza, en cambio, existe un Parlamento que se encarga de evaluar y decidir los asuntos locales. Pero en los municipios más pequeños (y sin Legislativo), el ayuntamiento convoca unas dos veces al año a sus ciudadanos a una asamblea comunal para abordar temas públicos y votar a mano alzada al respecto.

En la asamblea de Arth se aborda con el Gobierno cuestiones de todo tipo, pero la decisión se toma en las urnas, con una excepción: el voto a mano alzada para aceptar o rechazar el presupuesto y las finanzas comunales.

Herencia de finales del siglo XIX

Los fundamentos de este sistema híbrido de la asamblea democrática y el voto en las urnas se establecieron en el cantón de Schwyz a finales del penúltimo siglo.

En el marco del movimiento democrático en suelo helvético, la constitución cantonal inscribió en 1898, por primera vez, que las circunscripciones y comunas también podían introducir la elección y el voto secreto. 

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Con ello se buscaba que los ciudadanos –entonces, solo hombres – pudieran expresar libremente su opinión, sin que temiesen ser reprobados por los demás a la hora de emitir abiertamente su voto.

Eran tiempos de gran disputa del poder entre conservadores y liberales. A finales de siglo, dos regiones de Schwyz estaban a punto de establecer el sistema se sufragio en las urnas. Pero no por razones democráticas, sino por razones de poder. “En ambos sitios los conservadores buscaban hacer de lado a los liberales, que dominaban entonces“, señala Erwin Horat, director del Archivo Estatal de Schwyz.

Los conservadores prefieren, aún hoy, el sistema de urnas. El político Oliver Dlabac del Centro de Democracia de Aarau (ZDA) indica que en los últimos años las comunas del cantón de Lucerna adaptaron totalmente este modelo. Una modificación impulsada por los representantes locales del partido de la derecha conservadora Unión Democrática de Centro (UDC).

En una cita electoral en las comunas de Schwyz participan numerosas personas, como ocurrió en las votaciones de septiembre en Arth, una de las cuatro citas en las urnas a escala federal.

Dos mujeres y un hombre están sentados a la entrada de la sala deportiva escolar, junto a las urnas. Los habitantes que no emitieron su voto por correo, depositan aquí su boleta electoral. En otro espacio de la escuela, cinco personas cuentan las boletas de 15 electores. Se encargan de verificar y distribuir los votos de competencia comunal, regional, cantonal y federal. Esta vez son siete temas. Pueden ser hasta nueve o diez. “A veces es mucho”, indica un habitante al deslizar su sobre en la urna y volver a su bicicleta. “Es muy laborioso informarse sobre cada asunto”.

En realidad, justo es esa la tarea de la asamblea comunal: informar y disipar las dudas de los ciudadanos para brindarles una información completa antes del sufragio. Sin embargo, desde hace años el número de electores que hacen uso de este servicio ha disminuido. Y no solo en Arth, sino también en casi todas las comunas con asamblea democrática. El presidente comunal Ruedi Beeler dice al respecto que en los últimos encuentros han asistido entre 100 y 200 personas. Una cifra reducida, en comparación con sus 10 000 habitantes.

¿Ventajas y desventajas?

Una crítica puntual a este sistema mixto es que debilita la tarea de la asamblea, destinada a resolver dudas y fomentar la discusión. Olivier Dlabac, del Centro de Democracia de Aarau, indica al respecto: “Este sistema combinado se asemeja al de las urnas, tal y como se utiliza en las comunas que tienen Parlamento, pero con una desventaja determinante: la tarea consultiva de la asamblea comunal no puede garantizar la representatividad del voto ciudadano como en el caso de un Parlamento elegido”. Esto porque existe una participación baja en la asamblea y una baja representación de grupos de la población como mujeres y jóvenes.

En Arth, la ciudadanía vela por que haya un debate respetuoso, y el domingo de votaciones todos se encuentran en las urnas, se hablan de tú, hacen bromas y se preguntan por la familia.

Pero la campana de la iglesia llama a misa. Algunos acuden al llamado, otros se dirigen al centro del pueblo para tomar un aperitivo. Como señala sonriente un parroquiano: “Ir a las urnas es también una buena oportunidad para dar una vuelta por el pueblo”. ¿Y discutir con la gente de política? “Al menos, un poquito”. 

(Traducción: Patricia Islas)

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