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Entierra el G-20 en Toronto el “impuesto bancario global”

El presidente estadounidense, Barak Obama, en la reunión del G-20 en Toronto (27.06) swissinfo.ch

Gestado por la administración Obama y apoyado por EU para obligar a los principales bancos del mundo a pagar la factura de la crisis, el gravamen fue bloqueado por Canadá y el BRIC.

Una decisión que beneficia los intereses de Suiza, cuyo gobierno y banqueros consideran que es un impuesto innecesario para su plaza financiera. Suiza redobla la presión para tener voz en la próxima cumbre del G-20 en Seúl.

Suiza no es miembro del G-20, pero todas las decisiones que toma este grupo de potencias industrializadas y emergentes –concentradoras del 85% del PIB mundial-le atañe directamente a su plaza financiera.

Y durante la reciente cumbre de Toronto (celebrada el 26.06 y 27.06), uno de los dos grandes temas de la agenda era la creación de un impuesto bancario internacional.

Promovido por EEUU y adoptado de inmediato por París y Berlín, dicho gravamen consiguió los consensos necesarios para ser avalado por la Unión Europea (UE), que ha anunciado que someterá a su sistema financiero a un examen exhaustivo para evaluar su solvencia y determinar qué tasa debe pagar cada banco para financiar potenciales crisis futuras sin necesidad del apoyo de los contribuyentes.

A la cita canadiense asistieron el presidente de EEUU, Barack Obama, el presidente francés, Nicolas Sarkozy; el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi; el primer ministro canadiense, Stephen Harper; el presidente ruso, Dimitri Medvédev, la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro británico, David Cameron, entre otros.

El segundo gran tema de la cumbre canadiense del G-20 fue el saneamiento de las finanzas públicas de los países del miembros, un tema en donde Suiza pasaría con “sobresaliente” en caso de ser uno de los miembros formales de este equipo de trabajo.

Estado… ¿sí o no?

Canadá, Australia y los cuatro miembros del BRIC (Brasil, Rusia, India y Canadá), entre otras potencias emergentes, bloquearon la creación de un impuesto bancario internacional por considerarle una carga financiera innecesaria.

Su mejor argumento: son países que consiguieron superar la crisis sin que el Estado rescatara a sus bancos.

Un escenario distinto al que vivieron EEUU, Francia, Gran Bretaña o la propia Suiza, cuyo gobierno y banco central debieron destinar 68.000 millones de francos a rescatar al UBS a causa de los subprime.

“No hubo acuerdo sobre la tasa bancaria global, pero cada país es libre de proceder como lo prefiera”, dijo ayer (27.06) Len Edwards, principal negociador canadiense dentro G-8, grupo de potencias económicas industrializadas.

Con su mensaje respondía al interés de Francia, Alemania y Gran Bretaña de aplicar un gravamen para financiar futuras crisis sin que los contribuyentes se vean afectados.
El G-20 se ha comprometido a poner en marcha a más tardar en 2012 nuevas normas bancarias prudenciales, que consistirán esencialmente en mayores requerimientos de capital.

El Foro de Estabilidad Financiera (FSF), entidad presidida por el italiano Mario Draghi que funge como arquitecto de las reformas, destacó ayer la importancia de materializar los compromisos. Pero los bancos ponen objeciones.

Todo tiene consecuencias

El tema del impuesto bancario universal y, en general, la reforma al sistema financiero internacional concebida por el G-20 son temas que inquietan a los grandes bancos del mundo.

Los suizos no son la excepción. La plaza financiera helvética es una de las tres más importantes del mundo junto con Londres y Nueva York. Y toda decisión que tome el G-20 afecta directamente la gestión de bancos como UBS o el Credit Suisse en los mercados estadounidense y europeo.

Hace unos días, durante una serie de mesas redondas entre banqueros suizos y británicos celebradas en Londres, Patrick Odier, presidente de la Asociación Suiza de Banqueros (swissbanking), fijó la posición de su gremio frente a este tema prioritario para el G-20.

No debe perderse de vista, dijo, que toda reforma bancaria puede tener implicaciones sobre la recuperación económica internacional.

Entendemos bien la importancia de reducir al mínimo los riesgos de que un banco incurra en una quiebra, y sobre todo, que los contribuyentes tengan que participar en su rescate; estamos de acuerdo en que debe evitarse la perturbación de los mercados y el efecto de contagio, pero aumentar la capitalización de los bancos no debe convertirse en la respuesta automática para compensar lagunas en la supervisión y la regulación existente, afirmó.

El mundo requiere una combinación adecuada de herramientas, pero es claro que una banca que enfrentará más costos de capital, para desalentar la toma excesiva de riesgos, tendrá que otorgar crédito más caro y también se reducirán los rendimientos para los ahorradores.

Apretar el cinturón

El segundo gran tema de la cumbre de Toronto eran las desequilibradas finanzas públicas de la mayoría de los países industrializados.

El comunicado final, producto de más de 40 horas de redacción y corrección, da cuenta de un compromiso claro en la materia: los países del G-20 se comprometen a reducir a la mitad su déficit público a más tardar en 2013.

Cabe recordar que la media de déficit público en los países de la UE es del 6% del PIB, y el nivel máximo permitido para aquellos que forman parte de la zona euro es de sólo 3% del PIB.

En casos como el británico, el desequilibrio entre los ingresos y el gasto ha alcanzado ya un peligroso 11% del PIB.

Nuevamente, aunque Suiza no es parte del G-20, de integrarse en el mediano plazo, cumpliría sobradamente con este objetivo.
La Confederación Helvética dio cuenta de un superávit de 2.700 millones de francos suizos en 2009, pese a la recesión. Dicho en breve, mientras el grueso de los países libra una batalla contra niveles de déficit monumentales por haber gastado más de lo que tenían, Suiza logró ahorrar.

Y aunque en 2010, el Ministerio de Finanzas (DFF) anticipa que podría registrarse un déficit, éste será inferior a 1% del PIB.

Toronto cerró sus puertas, pero la cumbre del G-20 en Seúl, a celebrarse durante el otoño próximo, apunta a dar continuidad al debate de temas en donde el consenso pocas veces asiste a la cita.

Andrea Ornelas, swissinfo.ch

Suiza no es miembro del G-20 pese a haber realizado múltiples esfuerzos para adherirse. Concretamente, en marzo del 2009, el entonces presidente helvético, Hans-Rudolf Merz, llamó personalmente al entonces Primer Ministro británico, Gordon Brown, para pedirle que Suiza fuera considerada como candidata. El ministro accedió a interceder, pero la iniciativa no prosperó.

Suiza quiere tener voz en el G-20 porque los intereses de su plaza financiera son muchos. Por ello, en 2009 se integró a un grupo paralelo de presión aún poco conocido que lleva por nombre Grupo de Gobernanza Global (3G), que incluye a 28 economías pequeñas, como Suiza, Luxemburgo, Liechtenstein o Suecia. El 3G trabaja para que sus intereses sean representados en el sendo del G-20.

La Cumbre del G-20 de Toronto fue altamente cuestionada por los altermundialistas.

Un total de 620 personas fueron detenidas producto de actos vandálicos perpetrados contra comercios y patrullas durante el fin de semana. Algunos de ellos encabezados por jóvenes vestidos de negro.

Los arrestados fueron inmovilizados con esposas de plástico y trasladados a un cuartel de detención temporal creado para la cumbre.

El cordón de 19.000 elementos policiales antidisturbios no impidió la manifestación de centenares de personas que cuestionan los beneficios de la globalización.
La Policía de Toronto confirmó que sólo hubo heridos leves.

El llamado G-20 fue creado en 1999, producto de reunión informal de ministros y banqueros centrales de diversos países, interesados en crear una plataforma de diálogo que permitiera evitar que se repitieran crisis como la que acababan de vivir Asia y Rusia.

Pero fue hasta 2008 cuando el encuentro convocó también a mandatarios y jefes de Estado y adquirió el estatus de cumbre. Desde entonces, se han celebrado cuatro encuentros.

El G-20 está integrado por 19 países y un miembro institucional. Las naciones involucradas son Sudáfrica, Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia y Turquía.

El vigésimo miembro son una suma de instituciones vitales para el desarrollo de la actividad financiera internacional con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo de Estabilidad Financiera (FSF), entre otros.
El G-20 ha celebrado cuatro cumbres: Washington (2008);
Londres (2009), encuentro que sumó a Suiza a la “lista gris de paraísos fiscales de la OCDE; Pittsburg (2009), cita que permitió a Suiza regresar a la “lista blanca”;
Toronto (2010). La próxima cita será en otoño en Seúl.

El impuesto bancario que cobrará EEUU a sus bancos será equivalente a 0,15% de sus activos, lo que representará ingresos del orden de los 100.000 millones de francos suizos para el gobierno americana en 10 años.

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