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El ‘Señor Precios’ desenvaina la espada

Rudolf Strahm agudiza la vigilancia a los precios en Suiza. RTS

El costo de la vida dentro de sus grandes ciudades hace de Suiza el país más caro del mundo, situación que explica la pobre competencia empresarial.

El ombudsman helvético de los precios se rehúsa a ser espectador y presenta propuestas liberales que causan polémica incluso entre sus colegas socialistas.

Suiza es el sitio más caro del mundo.

El único país que posee cuatro de las doce ciudades más caras del universo: Zúrich, Basilea, Ginebra y Lugano (en ese orden).

Sus precios conviven de “tú a tú” con los de Oslo, Hong Kong, Tokio, Londres o Nueva York.

De ahí que el gasto medio de una familia –incluidos el pago de vivienda, alimentación, transporte y adquisición de seguros- sea al menos 30% superior que el canalizado por cualquiera de los 10 países más ricos de la Unión Europea (UE), entre los que se incluyen Alemania, Francia, Gran Bretaña o Luxemburgo.

Todo ello según datos del banco UBS y del Eurostat, la autoridad estadística de la UE.

A esto se debe que Suiza sea el único país que tenga un “Señor Precios”, es decir, un ombudsman encargado de vigilar el costo de la vida.

La “isla” de los precios altos

Los suizos han elegido libremente quedar fuera de la UE.

Las ventajas: independencia en la mayor parte de las decisiones nacionales.

Las desventajas: el asilamiento en temas de índole político y económico.

Uno de ellos, la falta de competencia eficaz entre las empresas, lo que se traduce en falta de productividad y precios elevados para el consumidor.

Esta debilidad suiza ha sido señalada en retiradas ocasiones por los expertos de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) o el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés).

Y más allá del discurso, en el terreno de los hechos, lo confirma también el “Informe sobre precios y salarios” elaborado por el UBS a partir de encuestas realizadas entre habitantes de las 70 ciudades más importantes del mundo.

Algunos datos: los alimentos son entre 16 y 27% más caros en Suiza que en Francia, Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Holanda o Luxemburgo.

En cuanto al transporte, el precio de un boleto de autobús es 25% más alto que en cualquier capital europea y hasta 10 veces más alto que en países latinoamericanos como México o Argentina.

Y un consumo en restaurante es dos veces más caro que en Bélgica u Holanda, mientras el costo de servicios, como electricidad o telefonía está por encima de la mayoría de las capitales del Viejo Continente.

El Señor Precios

Monsieur Prix, como lo llaman en la Suiza francófona, o el Señor Precios, fue creado para responder a las inquietudes de la población.

Como figura, cobró vigencia en 1993 basado jurídicamente en la Ley de Supervisión de Precios de 1985. Y aunque existen esquemas semejantes en países como Finlandia, Dinamarca, Chile, Argentina o México, en todos estos casos se trata de un ombudsman del consumidor en un sentido amplio (servicios no cumplidos o mala calidad de las empresas) y no de vigilantes estrictos de los precios.

Y aunque en Suiza la función del Señor Precios es muy importante, su estructura actual tiene un defecto: carece de poder coercitivo.

Su misión se limita a concentrar las quejas de los consumidores -más de 11.500 casos desde su creación- pero no tiene poder para castigarlos.

Los tres Señores Precios que ha tenido el país son: Joseph Deiss (1993-1996); Werner Marti (1997-2003); y desde el 1 de agosto del 2004, el socialista Rudolf Strahm, quien ha desatado polémica extralimitando sus funciones.

Él propone una serie de reformas liberales que abrirían los mercados helvéticos y facilitarían la entrada de las importaciones.

Fórmula para adquirir “dientes”

En concreto, el pasado viernes (25.02) Rudolf Strahm –ex consejero nacional- dio a conocer su primer balance como Señor Precios y desenvainó la espada. Su desafío: politizar su función.

Reiteró su crítica a las empresas incapaces de competir en un entorno de economías globalizadas, ineficacia que traducen en elevados precios para el consumidor.

Afirmó que Suiza debe ser más flexible en materia de importaciones, especialmente en rubros como el farmacéutico, donde los hospitales podrían importar legalmente medicamentos de otros países europeos, lo que abarataría 30% o más el costo de éstos.

En breve, según su versión, los suizos podrían ahorrarse hasta 10.000 millones de francos si sus principios se aplicaran.

Su discurso sólo gusta a los consumidores.

Desde 2003, la derecha dura del país (UDC) cuestiona la existencia de un Señor Precios –antes de que él asumiera el cargo-; y aunque la figura nació con el apoyo incondicional de los socialistas y los demócratas cristianos, ahora los correligionarios de Strahm –fracturados interiormente por su divergencia de percepción- tampoco están de acuerdo con el “Plan de Reformas” que tiene en mente, con conceptos que documentó en el libro “Por una Suiza moderna”.

Su propuesta lo enfrenta a sectores “monopólicos” como el ferroviario o eléctrico, y a las grandes aseguradoras, entre otros protagonistas económicos.

Sin embargo, más allá del cariz político que hoy intenta dar a su gestión el Señor Precios, es una realidad que la carestía reinante exige revisar a conciencia el tema.

swissinfo/Andrea Ornelas

· En Suiza, los alimentos son entre 16 y 27% más caro que en los vecinos europeos.
· El transporte –un billete de autobús- es 25% más alto que en la Unión Europea (UE) y hasta 10 veces más caro que en México o Argentina.
· El salario del Señor Precios es de 90.000 francos suizos al año.

· Suiza cuenta con cuatro de las doce ciudades más caras del mundo –Zúrich, Basilea, Ginebra y Lugano-, lo que le convierte en el país más caro del planeta, según datos del UBS.

· La figura del Señor Precios, encargada de vigilar le evolución de éstos desde 1993, cobra pues relevancia, aunque dicho ombudsman no tiene capacidad coercitiva.

· Rudolf Strahm, Señor Precios desde agosto del 2004, desafía a la derecha dura del UDC y a sus propios correligionarios socialistas al extralimitarse a sus funciones y proponer reformas neoliberales en Suiza que faciliten las importaciones y con ello, la reducción de precios.

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