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El barómetro se disloca en un Afganistán devastado

A imagen de otros candidatos, el presidente Hamid Karzaï no suscita entusiasmo en un país devastado. Keystone

En momentos en que la población afgana se prepara para las elecciones generales, Anne Nivat*, "periodista de guerra" bien conocida en la Suiza francófona, manifiesta su pesimismo sobre el futuro de esa tierra devastada. (Primera de tres partes).

¿Qué pasará este jueves en Afganistán, país maldito en el que todas las fuerzas extranjeras han fracasado y que desde el otoño de 2001 se convirtió en uno de los territorios más mediatizados del planeta a pesar de que muy poco o nada sabemos sobre él o, en todo caso, nada entendemos?

Si los extranjeros se van, “eso se volverá Mad Max en 24 horas…”, me afirmaba recientemente un policía de Kabul, “pero si permanecen será la misma cosa, porque no controlan nada”, había añadido, traduciendo un cinismo que, en ocho años, poco a poco ganó todas las capas de la sociedad afgana.

Bandidos de caminos

Desde hace algunos meses, cuando casi se había olvidado este conflicto, la letanía de los soldados extranjeros muertos o heridos en atentados resurge en vísperas del escrutinio; embalados, los medios de comunicación occidentales se obstinan, a riesgo de repetirse… En cuanto a la población afgana, se mantiene indiferente.

Aprovechando “la oportunidad”, dispares agrupaciones de talibanes, algunos de los cuales no son sino bandidos de caminos, se rehacen una imagen cruel y salvaje en los medios de comunicación, amenazando, en la más pura tradición djihadiste, de cortar cualquier dedo ennegrecido por la tinta del voto.

Bajo presión continua y creciente, acosados, cada vez menos convencidos de su misión, pero sobre todo sin ninguna coordinación, miles de miembros de las fuerzas extranjeras in situ aprovechan también los potentes portavoces de los medios de comunicación occidentales a sabiendas de que es hoy o nunca la ocasión de probar (o no) lo bien fundamentado de su presencia.

30.000 marines para garantizar la seguridad

Se ha anunciado ampliamente: los 30.000 soldados estadounidenses suplementarios, enviados por el nuevo presidente Barack Obama, deberían contribuir a una mayor seguridad en el país. Sobre todo en vista del escrutinio presidencial y provincial.

Empero las sangrientas imágenes difundidas el domingo de la calle más resguardada de la capital, prueban, como si fuera necesario, que elementos peligrosos perturban el orden y actúan con toda impunidad.

No cabe sorprenderse entonces por las observaciones de afganos desengañados, o incluso encolerizados, que dan una imagen de este país bien diferente a la que querrían transmitir las reiteradas ruedas de prensa organizadas por militares bajo órdenes políticas, y que, sin embargo, tienen difícil ocultar la triste realidad.

Ningún optimismo

Voy a Afganistán al menos una vez al año desde 2001. En cada viaje me quedo al menos un mes. Aunque en el corazón de la población, mi estancia, en casa de mis anfitriones, es discreta. Bajo mi riesgo, nunca llego a los hoteles asegurados, y prioritariamente, fuera de Kabul, porque es precisamente ahí a donde los periodistas ya no van solos y es ahí donde mi estatuto de mujer reportera independiente puede permitirme ver sin ser vista… Y nunca he vuelto con optimismo.

Peor, al regreso de este último viaje, el “barómetro” constituido por mis interlocutores, convertidos a menudo en mis amigos y de cuyas carreras profesionales y mudanzas -según el mapa de inseguridad del país-, estoy al pendiente, este año se dislocó.

Anne Nivat, Rue89/swissinfo.ch, Kabul
(Traducción: Marcela Águila Rubín)

(Segunda parte el miércoles 19.08)

Muertes. Un atentado-suicida contra un convoy de la OTAN este martes en los alrededores de Kabul causó al menos siete muertes entre civiles, incluidos dos afganos trabajadores de la ONU, y 50 heridos.

Palacio. Un poco antes, dos obuses de mortero habían caído cerca del palacio presidencial de Kabul y un kamikaze se hizo estallar a la puerta de una base militar afgana en la provincia del sur de Uruzgan, matando a tres soldados afganos y dos civiles.

Un observador. Suiza apoya el proceso electoral en Afganistán. La semana pasada desbloqué dos millones de francos y enviará a un observador in situ.

Cooperación. Desde 2002, Suiza ha consagrado un promedio de 20 millones por año al desarrollo de este país, que cuenta con un programa especial de la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo. Las prioridades de esta ayuda suiza son la mejora de las condiciones de vida de los afganos, la buena gobernanza y la protección de la población.

Expatriados. En 2007,183 Suizos vivían en Afganistán.

Dos votos. Los afganos eligen el jueves (20.08) presidente, por segunda vez en su historia, así como a representantes en los 34 consejos provinciales (un par por provincia) del país.

Alrededor de 17 millones de personas se registraron en los padrones electorales.

Preferido. El Presidente Hamid Karzaï es favorito ante sus adversarios: Abdullah Abdullah, ex Ministro de Asuntos Exteriores; Ashraf Ghani, economista internacionalmente respetado; el antiguo Ministro Ramazan Bashardost.

Las casillas de voto estarán abiertas entre las de 07:00 (02H30 GMT) y las 16:00 (11H30 GMT).

Los resultados preliminares debería conocerse entre el 3 y el 16 de septiembre. Salvo algún contratiempo, el resultado final debería anunciarse el 17 de septiembre de 2009.

Una segunda vuelta podría organizarse el 1 de octubre para desempatar a los dos candidatos presidenciales que obtuvieran más sufragios.

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