En el reino del derroche

El Golfo de Dubai, una isla verde gracias a la irrigación. uae.gov

Al distribuir el agua y la energía gratuitamente a sus súbditos, los Emires no los incitan a utilizar de manera moderada estas dos energías.

Sin embargo, las cosas están cambiando ya que ambos sectores están a punto de ser privatizados.

“Por favor, emplee el agua con moderación. En los Emiratos el agua es un artículo de mucho valor.”

Esta advertencia está impresa en un folleto de bienvenida que el recién llegado recibe en el vestíbulo del suntuoso aeropuerto de Dubai, ¿será válida solamente para los turistas?

Al sobrevolar el país, se constata que la voluntad oficial de reverdecer el desierto es más que una fórmula oratoria.

En todas partes, a lo largo de las costas, no hay más que bosques, céspedes, terrenos de golf e hipódromos. Todo mantenido a fuerza de irrigaciones continuas.

Después de los Estados Unidos, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) son los que más consumen agua dulce por habitante en el mundo. Sin embargo, las estadísticas carecen de precisiones.

Así, se puede leer en la edición 2002 de la Revista de los EAU que dicho consumo “varía entre 450 y 540 litros diarios.”

Una imprecisión que podría explicarse sobre todo por el uso personal de los Emires, grandes aficionados de palacios donde florecen suntuosos jardines.

Nada… o casi nada

Pero, ¿quién se preocupa de esos detalles en un país donde el agua – así como la electricidad, producidas a menudo en la misma planta – es gratis para la mayoría de la población?

En efecto, la política de redistribución del producto de las riquezas naturales aplicada por los Emires, exime a los súbditos de facturas de agua y electricidad.

En cambio, los otros habitantes pagan por ese servicio, según una tarifa progresiva. Es decir, casi nada para los residentes originarios de otros países árabes, un poquito más para las empresas y otro poco más para los extranjeros.

Pero, en todos los casos, el agua y la electricidad se venden por debajo de su precio de coste.

Readaptación en camino

No obstante, los Emires se dan cuenta que sus reservas de hidrocarburos no son inagotables y se preparan ya para el después del petróleo y el después del gas natural.

Por otra parte, Dubai-la-futurista vive actualmente más de su comercio (la ciudad se ha transformado en el segundo supermercado libre de impuestos del planeta) y de su turismo, que de los productos de su subsuelo.

Una vez pasados los límites de la ciudad, abundan los establecimientos industriales ultramodernos (aluminio, plástico, química, nuevas tecnologías). Pero todo sigue siendo ampliamente subvencionado.

Actualmente, el gobierno considera seriamente facturar el agua y la electricidad a todos sin excepción. La lucha por inculcar a los habitantes comportamientos de consumidores económicos se anuncia dura.

Además, los suministradores de contadores – como el grupo ABB -afinan sus argumentos técnicos y comerciales.

Nubes artificiales

Una vez que se pague, el agua de las plantas de desalinización ¿se empleará todavía tan generosamente como se hace hoy en día para reverdecer el desierto?

Probablemente no. A no ser que una nueva tecnología venga a revolucionar la situación.
En enero, un gran periódico anglófono de Dubai evocaba un descubrimiento prometedor. Un equipo de investigadores escoceses se propone hacer “lluvia y buen tiempo” en algunas de las costas más áridas del planeta.

Estos científicos planean instalar, a lo largo de las orillas, inmensas turbinas sobre pontones. Gracias a la energía solar, esas turbinas vaporizarían el agua del mar para formar nubes.

No quedaría más que esperar que los vientos empujaran esos cúmulos artificiales en la buena dirección.

swissinfo, Marc-André Miserez, de regreso de los EAU
(Traducción: Mariángeles Helfer)