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OGM: dos campesinos, dos visiones

Elvira Bader no quiere OGM en su explotación de Mümliswil. swissinfo.ch

Elvira Bader y Josef Leu son agricultores y diputados por el mismo partido. Sin embargo, tienen opiniones divergentes sobre los transgénicos, tema de votación el 27 del presente mes.

Ella es partidaria de una moratoria de al menos 5 años sobre los organismos genéticamente modificados. Su colega de Lucerna quisiera poder utilizarlos sin demora.

“Hoy estamos en condiciones de introducir organismos genéticamente modificados en la agricultura. El problema es que no sabemos cómo deshacernos de ellos, en caso de que descubriéramos que sus efectos son nefastos”.

Elvira Bader, agricultora en Mümliswil, localidad entre la cordillera del Jura y el cantón del Solothurn, se enfrenta a políticos y agricultores para defender la moratoria sobre los OGM.

La diputada demócrata cristiana está casada, es madre de seis hijos y abuela de tres nietos. Su familia vive y trabaja en la explotación agrícola desde hace tres generaciones.

Con una sonrisa en los labios, Elvira Bader hace el inventario de la explotación: “Cuarenta hectáreas de terreno, treinta vacas, veinte bueyes, seis caballos, tres gatos, un perro y muchos ratones”.

Destrucción de un largo trabajo

La explotación se encuentra en la cima de una colina – de allí al pueblo son pocos kilómetros de distancia -, aislada entre campos de pastoreo y bosques. Su ubicación nos lleva a pensar que está al abrigo de la contaminación transgénica.

“En el cantón del Jura sopla un fuerte viento. Con las tormentas, las semillas pueden dispersarse a muchos kilómetros de distancia y contaminar los cultivos. De esa manera podrían nacer especies cruzadas con las plantas salvajes, de las que se alimentan nuestras vacas”, afirma preocupada Elvira Bader.

“La tecnología genética no me da miedo. Pero si llegara hasta aquí, no podríamos vender ni siquiera nuestra leche que lleva la etiqueta de calidad “de producción biológica”. Así quedaría destruido todo el trabajo que hemos realizado durante años”.

Respeto de las leyes naturales

La campesina de Solothurn enumera decenas de trabajos adicionales que ella y su marido tienen que asumir cada día para garantizar una producción sostenible y respetuosa de los animales y el medio ambiente.

“Los productos de la agricultura integrada o biológica no pueden contener más del 0,5% de sustancias de OGM. Para no superar este límite tenemos que separar meticulosamente las diversas producciones, limpiar las máquinas y contenedores, así como sanear regularmente nuestras tierras. Y todo esto nos ocasiona gastos adicionales.”

Elvira Bader lucha no sólo por proteger a los agricultores contra los OGM, sino también a su familia.

“Hoy, los jóvenes agricultores son mucho más conscientes de la importancia de la tierra, del respeto de la naturaleza. Y yo quiero dejar a mis hijos y nietos el patrimonio natural que encontré en estos terrenos.”

Posibilidades fantásticas

A unos 50 kilómetros de distancia, en la región de la meseta del cantón Lucerna, Josef Leu espera con impaciencia el día en que podrá cultivar plantas transgénicas en su explotación agrícola.

Treinta hectáreas de terreno en Hohenrain, desde donde goza de una espléndida vista sobre la cordillera de los Alpes, tiene una cincuentena de bovinos, árboles frutales y campos de cultivo.

“Si pudiera, comenzaría mañana. La genética nos abre posibilidades fantásticas. Nos permite continuar la selección y el cultivo de las plantas, con métodos más precisos, más eficaces y más rápidos”, señala con entusiasmo Josef Leu, que es ingeniero agrícola de formación.

“Con la tecnología genética, la agricultura está solamente a un paso de la apertura de una brecha fundamental que nos ayudará a reducir la utilización de pesticidas y fertilizantes”.

Plantas inmunes

El agricultor de Lucerna que trabaja en la explotación con uno de sus cuatro hijos sigue con interés los experimentos científicos que se llevan a cabo en el ámbito de los OGM.

Habla de ellos con entusiasmo, mientras recorre con las manos surcos de tierra imaginarios de los que emergen plantas de maíz resistentes a su peor enemigo: el pintón (gusano).

O las nuevas patatas, capaces de resistir al peronospora, un hongo que en los siglos pasados provocó terribles hambrunas.

“¿Para un agricultor que quiere cultivar con métodos biológicos, qué hay mejor que la posibilidad de plantar patatas como éstas, que nos permitirán renunciar a sustancias químicas?”

Ningún temor

Para Josef Leu, no hay razón alguna que justifique el miedo: la selección de las plantas más resistentes es un fenómeno que forma parte de la naturaleza.

“Esta explotación existe desde hace cinco generaciones. Aprendí de mis abuelos y me he comprometido a dejársela a las siguientes generaciones. Justamente por esto quiero renunciar a productos químicos, utilizando todos los nuevos conocimientos, entre ellos los de la ingeniería genética.”

swissinfo, Armando Mombelli
(Traducción del italiano: Belén Couceiro)

Elvira Bader, de Mümliswil (cantón Solothurn), está casada y es madre de seis hijos, de los cuales tres son adoptados.
Desde 1999 es diputada por el Partido Demócrata Cristiano en el Parlamento Federal y activista en diversas organizaciones que defienden los intereses de los agricultores y las familias.

Josef Leu, de Hohenrain (cantón Lucerna), está casado y tiene cuatro hijos.
Diputado demócrata cristiano desde 1991, Leu representa los intereses de varias empresas de los sectores agrícola y alimentario.

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