¿Con o sin mayoría cantonal? El nuevo debate sobre la UE en Suiza empieza sin pena ni gloria

El Gobierno suizo sigue sin mostrar demasiado entusiasmo por los tratados con la Unión Europea (UE), pero ha realizado una primera jugada táctica. Las reacciones al respecto demuestran que sus maniobras para ganar tiempo no funcionan en este asunto. Lo analizamos.
No hay nada claro. Eso es casi lo único que puede decirse con seguridad de la relación entre Suiza y la UE, y en casos tan poco claros, el Ejecutivo suizo suele ser reacio a tomar decisiones y a veces ni siquiera las toma. «Si una decisión no está madura, no decidir quizás sea la mejor decisión». Esto dijo en su momento André Simonazzi, otrora portavoz del Gobierno y recientemente fallecido en el cargo. Esta es la actitud con la que el Gobierno también ha dado largas a Europa.
Los miembros del Ejecutivo saben lo dividida que está Suiza en esta cuestión. Cuando concluyeron formalmente las negociaciones con la UE, Ignazio Cassis, uno de sus miembros, manifestó: «Siento que no perciban entusiasmo, pero es lo que pasa siempre: no hay amor, pero tampoco es todo negro».
El Consejo Federal (como se denomina al Gobierno de Suiza) ha actuado como si el celoso grupo negociador suizo se hubieran traído algo de Bruselas por iniciativa propia que ahora había que guardar en algún sitio para mirarlo más tarde con tranquilidad.
Esto ha causado irritación entre quienes desean mantener unas buenas relaciones con la UE.
¿Y entre los sectores partidarios? No hay vítores ni tampoco líderes.
Primera «disyuntiva importante»
Muchas personas se preguntaban cuándo saldría de su escondite el Consejo Federal e incluso cuándo diría que quería estos tratados. Lo hizo a finales de abril. ¿O en realidad no? La declaración de intenciones llegó de forma alambicada y expresada como una «disyuntiva importante».
Se trata de una decisión pionera y afecta al modo en que el electorado suizo podrá votar sobre los tratados. Para ello, debería bastar una simple mayoría popular y no sería necesaria la mayoría adicional de los 26 cantones, la mayoría cantonal.
La decisión final sobre el procedimiento de votación la tomará el Parlamento, pero el Consejo Federal le recomienda que no se aplique la mayoría de los cantones, alegando que así es como ha sido con los anteriores tratados bilaterales con la UE.
¿Para qué sirve la mayoría cantonal?
En Suiza es necesaria la mayoría cantonal cuando se vota sobre modificaciones constitucionales, resoluciones federales urgentes o la incorporación a organizaciones internacionales. Se consagró en la Constitución para integrar los cantones rurales católicos en la joven federación de la época. Estos habían perdido la última guerra civil suiza de 1847, vencidos por los grandes cantones liberales.
Así pues, la mayoría cantonal es un instrumento de equilibrio que proporciona más peso a una minoría política. De esta forma, alguien de Appenzell tiene cuarenta veces más voz que alguien de Zúrich.
Esto tiene poco que ver con la democracia en el sentido literal de la palabra, explica Adrian Vatter, profesor de Ciencias Políticas a la radio y televisión pública suiza en alemán SRF: «La mayoría cantonal no es una cuestión de democracia, es decir, de mayoría popular, sino de federalismo y de protección de los cantones pequeños y más bien conservadores».
Democracia frente a federalismo
Vatter abunda en que el debate actual a favor o en contra de la mayoría cantonal en una votación sobre la UE no es jurídico, sino una «cuestión política fundamental». Todo el mundo sabe que, si los cantones conservadores obtuviesen más peso, habría menos probabilidades para los nuevos tratados. Los propios acuerdos bilaterales II, es decir, los acuerdos de Schengen y Dublín, no habrían superado en 2005 la barrera de la mayoría cantonal.
A la inversa, los tratados tendrían más probabilidades con una votación si así se elude el derecho de veto de los cantones rurales. «No podemos negar que también hay un elemento táctico en estas consideraciones», declaró el consejero federal Ignazio Cassis.

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¿Cómo están los acuerdos bilaterales entre Suiza y la UE?
Así pues, esta cuestión política fundamental es casi una disputa religiosaEnlace externo. Los grupos detractores del paquete de acuerdos se sienten traicionados. Para la votación de los nuevos tratados con la UE, exigen la aplicación plena de la democracia y del federalismo, es decir, la mayoría popular y cantonal.
Argumentan que los nuevos tratados tienen carácter constitucional, al menos en esencia («sui generis»), debido a la adopción dinámica de la legislación. Por el contrario, las voces partidarias siguen la argumentación jurídica formal de la Confederación, es decir, que, para este tratado, al igual que para los precedentes, basta la mayoría popular.
Indiscreciones en el Consejo Federal
Se ha sabido enseguida que Ignazio Cassis fue quien inclinó la balanza a favor de la controvertida decisión en el Consejo Federal. Estas indiscreciones en el seno del Gobierno colegiado helvético son un signo fiable de que hay tensiones en el Ejecutivo, compuesto por siete personas, todas ellas sin mayor peso político que sus colegas.

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Además, también se ha sabido que el Consejo Federal ha pospuesto una y otra vez la decisión política sobre el tipo de referéndum. En realidad, no está madura, pero ya está sobre la mesa porque la entonces presidenta federal Viola Amherd quería terminar su mandato a finales de 2024 con un avance en el tema de Europa.
Asimismo, se ha sabido que el ministro de Asuntos Exteriores, Ignazio Cassis, no sólo forzó la decisión en detrimento de la mayoría cantonal, sino que para ello pasó del bloque burgués del Consejo Federal a la minoría progresista y europeísta.
Ignazio Cassis se revela como estratega
El ministro de Asuntos Exteriores, representante del Partido Liberal Radical (PLR), ahora está considerado como un disidente en amplios sectores del campo burgués. En algunos círculos conservadores incluso lo califican de «traidor» o «títere». Los medios de comunicación reconocen su valentía.

En realidad, ha aprovechado una oportunidad. Antes de convertirse en consejero federal, Ignazio Cassis representaba en el Parlamento los intereses de las compañías de seguros de enfermedad. Durante mucho tiempo, fue miembro de un grupo de presión integrado en el sistema político. No sólo sabe leer las relaciones de poder, sino también jugar con ellas, y detecta las oportunidades.
El momento parecía perfecto a finales de abril: el martillo arancelario de Donald Trump contra Suiza había puesto nervioso al sector político. Aunque se instó a la calma, quedó claro que Suiza no podía permitirse una guerra arancelaria con EE. UU. y otra guerra de nervios con la UE.
Nerviosismo por el conocimiento de los tratados con la UE
Los tratados ni siquiera son públicos todavía; esto no ocurrirá hasta junio, cuando hayan sido rubricados, es decir, verificados mutuamente. Esto ha dado lugar a otra cuestión dejada a medias: el Consejo Federal ha dado a los miembros del Legislativo la oportunidad de ver los tratados por adelantado, lo cual ha despertado la avidez de otros grupos interesados en saber los detalles de estos documentos.
Para la inspección de los tratados se dispone de una sala de lectura, de la que no se permite filtrar nada. Sólo se permiten notas manuscritas. A las personas elegidas que pueden entrar a leer no se les permite revelar después ningún detalle de los tratados. «Secretismo» es la queja tanto de las voces partidarias como de las detractoras.
Primera votación a la vista
Aparte de todo esto, está pendiente una iniciativa que exige que los tratados internacionales se sometan en el futuro a la mayoría cantonal. Parece que ya se han recogido las firmas necesarias para la denominada «iniciativa Brújula», que podrían ser autentificadas antes del verano. Si la iniciativa llega a las urnas, podría producirse el primer enfrentamiento en Suiza sobre los tratados con la UE, con un debate subordinado sobre el sí o el no de la mayoría cantonal.
La cuestión primordial sigue siendo el viejo equilibrio entre los costes políticos frente a los beneficios económicos. No hay nada claro, y si había alguna esperanza entre los miembros del Consejo Federal de que el tiempo daría esa claridad, se equivocaron.
Editado por Samuel Jaberg. Adaptado del alemán por Cristina Esteban / CW. Revisado por Patricia Islas.
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