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¿Qué presidencia para el hombre fuerte de Ruanda?

La presidencia de Paul Kagame: un poder entre autoritario y totalitario. Keystone

Paul Kagame, ganará las elecciones presidenciales de este lunes 9 de agosto. Pero los próximos cinco años podrían ser cruciales para su régimen de mano de hierro y para el país, estima Andrew Guichaoua, profesor de París I y principal fuente de información sobre Ruanda para la cooperación suiza.

Entre 1990 y 1994, el régimen de Juvenal Habyarimana se mostró incapaz de manejar la cuestión de los refugiados ruandeses, que se remontaba a treinta años. Tanto así que los hijos de refugiados tutsis de la independencia regresaron a Ruanda por la vía de las armas.

Una guerra desigual, un fuerte apoyo extranjero a esta rebelión, el poder se derrumbó en 1994. Llegados de Uganda, Paul Kagame y sus hombres se atribuyen desde entonces la etiqueta de libertadores.

“Este régimen, en efecto, liberó a Ruanda de su pasado, se apoderó de todo el poder. Una parte de las antiguas élites vive ahora en el extranjero”, explica André Guichaoua.

“No era fatal, ni figuraba en los acuerdos de paz firmados en 1993. Sin embargo, la atrocidad, la naturaleza increíble del genocidio cometido por las milicias y parte de las fuerzas armadas para impedir la toma del poder por los rebeldes hizo que Ruanda decretara normas excepcionales aún vigentes”.

swissinfo.ch: De hecho, Paul Kagame, está en el poder desde el fin del genocidio de 1994. ¿Hablamos de un poder autoritario? ¿De una dictadura?

André Guichaoua: Poder autoritario, sin duda. Totalitario, tal vez. Dictadura, no sé si es el término adecuado. Pero lo cierto es que con el tiempo, paradójicamente, se endurece el poder.

Se endurece a pesar del control de todas las esferas de la actividad económica, política, social, ideológica, y la posesión de todos los medios del poder, como la prensa o los partidos políticos. Es sin duda el tema más preocupante al cabo de quince años de este nuevo régimen ruandés.

swissinfo.ch: ¿Cómo se explica esta situación?

AG: Las explicaciones son internas, con una dimensión exterior. Externas en la medida en que la comunidad internacional sigue expiando su culpa por no haber reaccionado en 1994. Avala casi cualquier cosa que pueda suceder en Ruanda en términos de libertad política, libertad de prensa, pero también de trabajos forzados o expulsión de campesinos de sus propias tierras.

En el interior, no hay verdadera oposición, tolerada en todo caso. Ahora es parte de la política del silencio o del incumplimiento de una serie de consignas, aunque la gente no se arriesgan mucho, habida cuenta de las sanciones existentes.

swissinfo.ch: Se observaron, antes de esta campaña presidencial, una ola de arrestos, secuestros, asesinatos. ¿De qué tiene miedo el poder?

AG: Las elecciones presidenciales precedentes (2003) se celebraron en un contexto similar. Sólo que entonces, personalidades hutus pagaron el precio de esa radicalización política. Esta vez, el asunto se ha trasladado a la élite tutsi que controla el poder.

Todos aquellos que no formaban parte del núcleo ugandés han sido gradualmente eliminados. Los desacuerdos tienen lugar dentro del núcleo central – los que lucharon en la llamada guerra de “liberación” de 1990.

Se observa un estrechamiento del poder en torno al presidente Kagame y a algunos de sus allegados. Sus principales rivales son ahora los oficiales que dirigieron la rebelión al mismo tiempo que él.

swissinfo.ch: Con mucha seguridad, Paul Kagame va a reelegirse. Es posible entonces un golpe de Estado durante su próximo mandato?

AG: No lo sé. Lo que es seguro es que el presidente Kagame fue entrenado en el servicio de información, del que dirigía la sección del ejército, en Uganda, bajo Museveni.

Desde que llegó al poder en Ruanda, sigue ocupándose fundamentalmente de esa actividad y de la supervisión de sus compañeros. Las eliminaciones y detenciones actuales tienen carácter preventivo.

Es difícil imaginar que el país pueda ser administrado de la manera actual en los próximos cinco años. Aunque sólo sea porque las nuevas generaciones, que no vivieron el período del genocidio, aspiren a un contexto diferente.

Muchas personas han salido del país. Sobre todo, irónicamente, jóvenes tutsis diplomados que no se ven a sí mismos viviendo para siempre en un país donde las libertades son tan limitadas.

Las cosas también podrían desplazarse al exterior. El presidente Kagame se presentó como un modelo para África, haciendo sentir su poder a las potencias occidentales y a la comunidad internacional. Pero cada vez más países soportan menos las prebendas, la represión, el chantaje a sus ciudadanos.

Recientemente, el presidente Kagame imaginó la posibilidad de ser designado vicepresidente de las ceremonias de los Objetivos del Milenio. Su copresidente se negó a asistir a las reuniones. Se trataba del jefe de gobierno de España, país que ha lanzado unas cuarenta órdenes de arresto, incluida una probable contra Paul Kagame, por asesinatos de personalidades españolas durante la guerra hasta 2003.

swissinfo.ch: ¿De dónde va a venir el cambio, en su opinión?

A. G.: Del interior. Con la exasperación de un número muy grande de personas, incluidas aquellas que siempre han apoyado al régimen, la voluntad de expresión no podrá ser confinada de manera permanente.

Un millón y medio de ruandeses fueron juzgados por la llamada justicia popular; es decir, casi la totalidad de los hombres hutu que tenían más de 14 años en 1994. Ahí también tendrá que haber una solución. No se puede tener a 600.000 ó 700.000 personas condenadas a trabajos forzados durante 10, 15, 20 años o más.

Además, se agrega el hecho de que la credibilidad de los cargos y la manera en que las personas fueron enjuiciadas plantean problemas. Algunas personas piden ahora un nuevo juicio por parte de personas que realmente pueden realmente impartir justicia.

En muchos temas, no podemos predecir nada, imaginando que las cosas no van a durar. Esto también se aplica al abismo entre el enriquecimiento y la corrupción imperantes en la dirigencia del país, y la increíble miseria de la población rural del interior. La cuestión quizá la más importante.

Pierre-François Besson swissinfo.ch
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

Con una superficie de unas dos terceras partes de Suiza, Ruanda cuenta con más de dos millones de habitantes. Figura en el 167 de los 182 sitios de la clasificación mundial sobre el índice de desarrollo humano.

En 1994 sufrió el genocidio de 800.000 personas, según la ONU. Aún mayor, de acuerdo con otras fuentes.

Hombre fuerte de Ruanda desde finales del genocidio, Paul Kagame, otrora exiliado en Uganda, ganó la elección presidencial de 2003 con 95% de los votos. Este 9 de agosto tienen lugar las nuevas elecciones.

Ruanda forma parte de la Organización Internacional de la Francofonía y del
Commonwealth.

Suiza está presente en Ruanda desde 1963, un año después de la Independencia del país. Hasta el genocidio de 1994, Ruanda formaba parte de los países prioritarios para la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).


Del 1994 a 1997, Suiza proporcionó a Ruanda ayuda humanitaria. A partir de 1998, reinició sus programas de cooperación con ese país, en el marco de un programa destinado a la región de los Grandes Lagos, cuyo presupuesto es de cerca de 30 millones de francos al año en ayuda humanitaria y al desarrollo.

Sus campos prioritarios de acción son la consolidación de la paz y el buen gobierno y el área de la salud. La COSUDE financia también un programa de medios de comunicación a escala regional.

Sociólogo, profesor en la Universidad de París 1, André Guichaoua es autor de diversas obras dedicadas a la temática del desarrollo y a Ruanda.

Es también presidente de la oficina ejecutiva y del comité científico de la Red documental internacional sobre la región de los Grandes Lagos Africanos. Con sede en Ginebra y Dar-es-Salaam, este programa es financiado particularmente por COSUDE y tiene por objetivo ofrecer una información fiable sobre los países de la región.

André Guichaoua se encontraba en Kigali durante el genocidio, en 1994. Es testigo experto ante la oficina del fiscal de la Corte Penal Internacional para Ruanda.

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