«Con las materias primas, estamos sentados en un polvorín»
Suiza debe disponer de una entidad que regule el sector de las materias primas, sostiene la Declaración de Berna. La ONG acaba de crear una autoridad de vigilancia ficticia, la ROHMA. Dick Marty, entre otras personalidades, ha aceptado formar parte del consejo de dirección.
En calidad de miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de EuropaEnlace externo, Dick Marty investigó asuntos muy controvertidos, como los centros secretos de detención de la CIA. Actualmente, el antiguo fiscal del cantón del Tesino y senador suizo (1995-2011) investiga el pasado de la Unión Ciclista Internacional respeto al dopaje.
La ROHMAEnlace externo – del alemán Rohstoffe (materias primas) – es una autoridad ficticia de control de las materias primas que se inspira en la FINMAEnlace externo, la autoridad de supervisión de los mercados financieros en Suiza. Su misión sería crear un registro público de licencias, generar más transparencia sobre los contratos y pagos, prohibir las prácticas fiscales agresivas y asegurar que las empresas respeten los derechos humanos y las normas medioambientales. A diferencia de la FINMA, la ROHMA podría multar a las empresas que incumplan lo establecido.
¿Dick Marty, por qué ha decidido usted formar parte de este órgano ficticio que ha ideado la Declaración de BernaEnlace externo?
En primer lugar considero que crear un órgano regulador es absolutamente necesario y urgente, algo de lo que la clase política no es consciente. Y creo que esta provocación es legítima, porque tengo la impresión de que de unos años a esta parte en Suiza no se perciben los peligros. Solamente se corre detrás de los problemas cuando surgen.
Lo he podido comprobar durante mi actividad legislativa, especialmente cuando estalló el escándalo de las cuentas no reclamadas pertenecientes a víctimas del Holocausto. Fue mi primera sorpresa: Algunos parlamentarios habían planteado el problema, pero el tema fue rechazado en un hemiciclo prácticamente vacío. Más tarde fuimos testigos del ‘tsunami’ que vivió nuestro país.
Hay muchos ejemplos que ilustran cómo la clase política suiza vive en el pasado o corre detrás del presente, sin percatarse de los problemas que enfrenta el país. Con las materias primas, cuyo negocio constituye una actividad extremadamente importante en Suiza, estamos sentados en un polvorín.
Quiere decir que los problemas derivados del sector son una bomba de relojería.
Sí. Y el día de mañana Suiza puede ser acusada de no haber hecho nada. Vemos cómo la justicia americana es capaz de actuar contra empresas suizas, así que es recomendable ser cautos. Además, ¿qué sentido tiene destinar miles de millones a los países en desarrollo, como hace Suiza, si no se afrontan los problemas fundamentales, estructurales derivados de la extracción y el negocio de materias primas?
Suiza debe hacerlo porque es uno de los centros más importantes en el negocio de las materias primas. Y además, porque defiende valores éticos concretos: es sede de múltiples organizaciones internacionales, depositaria de los Convenios de Ginebra, un país neutral, etc.
Aun así, crear una RohmaEnlace externo, ¿no es una idea un tanto utópica?
Sí. Hoy, la creación de un órgano de vigilancia para las materias primas es una utopía. Pero permítame recordar una pequeña experiencia personal. Éramos un grupo de jóvenes fiscales de provincia que en la segunda mitad de los años 70 decíamos: “Cuidado, la ausencia de normas contra el blanqueo de dinero y el secreto bancario constituyen un peligro para nuestro país”. Pues bien, se nos tachó de enemigos de la plaza financiera suiza.
La casualidad quiso que, 25 años después, yo fuera el relator del proyecto de nuevas normas antiblanqueo en el Consejo de los Estados (cámara alta). Y los primeros que presumieron de los avances en la regulación del sector fueron los banqueros. Cuando un cuarto de siglo antes nos habían llamado traidores y enemigos de la plaza financiera.
A finales de junio, el Gobierno dio un primer paso al anunciar un proyecto de ley destinado a generar más transparencia y luchar contra la corrupción en el sector de las materias primas. El texto, que se someterá al procedimiento de consultas a finales de año, se basará en una legislación vigente en Estados Unidos y la Unión Europea.
¿Cómo valora usted la actitud del Gobierno?
Más que cautelosa, por no decir temerosa. En el último informe sobre el tema, el Gobierno adereza la situación de una forma inaceptable. No ve los aspectos más crudos de la realidad. El Consejo Federal insiste en la autorregulación para lo elaborar una regulación. Y si es verdad que las sociedades serias saben autorregularse, no tienen nada que temer de una regulación. Pero hay muchos listillos…
Cuando pienso que en Suiza hemos regulado incluso la tenencia de los peces en un acuario, me cuesta creer que no se puedan regular actividades como las materias primas que pueden hundir en la miseria a millones de personas. Según los estudios más recientes, una cuarta parte del petróleo africano está en manos de compañías suizas. Por tanto, la magnitud de este sector exige que se regule.
¿No se hace por temor a perder los ingresos fiscales que abandonarían el país?
Esta es, una vez más, una visión que se basa en el presente, y no en el futuro a medio o largo plazo. Es lo que me disgusta de la política suiza. Repito, todos los grandes escándalos que hicieron que este país se tambaleara (los haberes judíos no reclamados, UBS, Swissair, blanqueo de dinero) hubieran podido evitarse, de haberse establecido a tiempo las reglas pertinentes.
El sector de las materias primas en Suiza cuenta con cerca de 500 empresas, principalmente dedicadas al comercio. Según la Declaración de Berna, Glencore, Vitol, Transfigura, Mercuria y Gunvor controlan el 20% del mercado y convierten a Suiza en líder mundial en el negocio de las materias primas.
¿Suiza va por libre?
Sí, pero no olvidemos que, en Estados Unidos, las cosas avanzan y que el movimiento que reivindica una mayor regulación llega a la Unión Europea. Y me pregunto: ¿Por qué Suiza no puede adoptar, por una vez, el papel de líder?
Tiene buenas razones para hacerlo. Primero, porque es uno de los centros más importantes en el negocio de las materias primas; y segundo, porque reivindica un papel especial. ¿Por qué Suiza tiene que ir siempre con mucha pachorra detrás? Estoy convencido de que a medio plazo se regulará este sector. Y en mi opinión, Suiza puede desempeñar un papel central en esta regulación internacional.
Este movimiento hacia una mayor regulación ya ha conquistado el sector financiero y conquistará el de las materias primas. Pues las desigualdades entre el norte y el sur del planeta son fuente de tantos problemas, en todos los niveles, que pronto se verá la necesidad de actuar. Y no solamente con pequeños proyectos de cooperación al desarrollo que no son más que una coartada y no solucionan los problemas estructurales.
“El sector ya está indirectamente supervisado”
Stéphane Graber, secretario general del Geneva Trading and Shipping Association (GTSA), defiende la posición de un sector que representa 400 sociedades en la región de Ginebra.
¿Se necesita un órgano de supervisión?
Hoy, el sector ya está indirectamente bajo la supervisión de la FINMA. Cada contrato está sujeto a la financiación de un banco. La extracción y el comercio de las materias primas son actividades muy vigiladas en el mundo. Y debido a su carácter internacional, son objeto de una amplia reglamentación, incluidas las leyes europeas y estadounidenses. Las sociedades del sector están sometidas a más de 70 autoridades de regulación. Sustituirlas por una autoridad significa crear un gigante burocrático que no cambiará la situación en los países que tienen problemas de gobernabilidad y conflictos regionales.
¿De verdad?
Sí. Sabemos que esos países cobran la mayoría de los ingresos de las materias primas y que tienen un problema de distribución local. Centrar todos los esfuerzos en un solo organismo de supervisión, con competencias por encima de 70 otros, no tendría mucho efecto. Para el órgano de vigilancia ROHMA, se habla de 300 personas. En este campo, deberían aunarse más esfuerzos en la promoción de la buena gobernabilidad.
¿Suiza no puede ganar en términos de imagen?
Es una cuestión política y no corresponde a la Declaración de Berna ni al sector decir al Estado cómo debe cumplir su misión. Cuidar la reputación es una prioridad para las empresas porque su existencia depende de ella. El mundo empresarial ha evolucionado: se ha visto obligado a cumplir normas de responsabilidad social y se muestra sensible a las exigencias modernas de la ética comercial. Una empresa con un comportamiento que dañe su reputación dejará de hacer negocios de la noche a la mañana.
Traducción del francés: Belén Couceiro
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