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El precio de la verdad en un país que se apresta a votar

AFP

Nacieron en Colombia pero renacieron en Suiza. La denuncia del reclutamiento paramilitar de chiquillos en escuelas urbanas les ganó el exilio. Llegaron con la esperanza en el alma y el plomo de los sicarios en el cuerpo. Hoy, al abrigo, observan el proceso electoral de su país, envuelto en muchas violencias, lo mismo que su propia historia.

-“¡Vote por Juan Manuel Santos!”, instan los de la Unidad Nacional.

– “¡Vote Por Iván Zuluaga!”, exhorta el Centro Democrático.

Bote, bote, le decía la mujer, apurándolo a escupir la sangre que se le agolpaba en la garganta. José no atinaba a obedecer. No sabía si estaba vivo o muerto, solamente daba por seguro que esa señora era su madre. Pero la madre, a pocos metros, se debatía contra un infarto…

El atentado se produjo en tiempos de la “política de seguridad democrática” instaurada por Álvaro Uribe (jefe del Ejecutivo de 2002 a 2010), cuyos ex ministros, Iván Zuluaga (Hacienda) y Manuel Santos (Defensa), se disputan este domingo, en segunda vuelta, la Primera Magistratura del país.

“Siempre los mismos. Las mismas familias. Los colombianos tuvimos la oportunidad de optar por el cambio, pero no la aprovechamos”, lamenta José. “Yo tenía mucha fe en Clara López (del Polo Democrático Alternativo PDA/izquierda). Pensé: si ha funcionado en otros países de América Latina, hagamos la prueba en Colombia, que sea una mujer, que haya una nueva propuesta”.

El presidente Manuel Santos anunció el martes 10 de junio, la incorporación de la segunda fuerza insurgente Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) a la mesa de negociaciones para la paz. Un evento que la ONU calificó de “histórico”.

Desde 2012, tienen lugar en La Habana negociaciones de paz entre el Gobierno del presidente Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Según la plataforma “Techo Común” , que reúne a un millar de ONG:

“Nunca los diálogos de paz habían evolucionado tanto, ni habían generado tantas esperanzas entre millones de víctimas y amplios sectores de la sociedad, que demandan un país en paz para poder luchar por sus derechos y superar las condiciones de atraso, marginalidad y exclusión”.

Bogotá y las FARC han logrado ponerse de acuerdo en temas fundamentales como el reconocimiento de víctimas de graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, así como del derecho de las mismas, a la verdad, reparación, la justicia y a su participación en el proceso de paz.

Asimismo, lograron alcanzar acuerdos en políticas de tierra y desarrollo agrario, participación política y narcotráfico.

Y si les tocara votar ahora, ¿por quién lo harían?

La respuesta es inmediata: “Por Santos, porque con Zuluaga volvería el uribismo y con él, el poder absoluto de los paras”.

Desde algún lugar de Suiza, donde restañan sus heridas, María y José*, pareja de periodistas, comparten con swissinfo.ch su visión sobre Colombia, en vísperas de los comicios, así como la amarga experiencia que los obligó a abandonarla.

Apenas unos niños

María le había pedido que no saliera. Algo presentía, pero él quería ir donde su madre. Iba en su bicicleta. Escuchó su nombre y volteó. Los conocía. Eran muchachos del barrio. El primer balazo le destrozó la rodilla. Sintió los otros siete como un golpeteo por todo el cuerpo. Uno de los agresores se acercó, lo tiró del cabello, lo encañonó en la boca y le disparó el tiro de gracia.

“La influencia de los programas televisivos que ensalzan a los capos, los niveles de pobreza, el deterioro educativo y el asedio de los grupos armados… a los jóvenes se les ha metido que prefieren vivir como reyes pocos años a ser pobres el resto de la vida. Los que me dispararon no tenían más de 14 años”.

 

‘Usted que tiene influencia, vaya y vea que está pasando en la escuela de mi hijo’, urgió la mujer. ‘Se llevan a los muchachos al farallón para enseñarles a disparar’. Siguió la pista y se internó en un camino sin retorno…

Descubrió que los paramilitares ampliaban su acción a zonas urbanas y que en su avance se nutrían de niños que arrancaban a las aulas con la promesa de dinero fácil y el poder de un arma. “Desde ahí nos cambió la vida: Llamadas anónimas: ‘los sapos mueren con la boca abierta’; ‘sabemos donde vive tu hermano’. Nos rompían los vidrios… luego le dispararon a mi marido”.

Siembra de promesas en tierra herida

Los últimos ecos de una campaña que antecede la más reñida justa presidencial de los últimos tiempos en Colombia, atizan el escepticismo de nuestros anfitriones. Los contendientes vertieron en el campo sus últimas promesas: Más subsidios, ofreció Santos. No más TLC, aseguró Zuluaga, mismo que negoció el acuerdo con EEUU y que suprimió las pagas extras por labores nocturnas, dominicales y en días festivos.

“Los campesinos (que decretaron un paro nacional 2013 y lo reanudaron el mes pasado) se dejaron convencer por la retórica politiquera de siempre. Tengo mis raíces en el campo. Soy la primera generación de mi familia que se fue a la ciudad, pero en vacaciones regresaba a recoger café”, dice José. “Nos dio mucha rabia que se dejaran convencer el año pasado, cuando estaban tan fuertes y tenían tanto apoyo”, añade María.

El domingo (15.06), en balotaje, el pueblo colombiano elige presidente  entre el actual mandatario, Juan Manuel Santos, de la Unidad Nacional, y el candidato del Centro Democrático, Iván Zuluaga, quien superó a su rival por 3 puntos en la primera ronda y a quien se adhirió la candidata conservadora, Marta Lucía Ramírez.

Santos ha hecho de la paz su bandera electoral y está en negociación con las FARC, mientras que Zuluaga, ‘delfín’ del ex presidente Álvaro Uribe, comparte con éste la vía de las armas y advirtió que solo mantendría el proceso si las FARC aceptaran sus condiciones: cese unilateral e indefinido de hostilidades y cárcel para los líderes insurgentes.

Eliminada en la primera vuelta de los comicios, la candidata del Polo Democrático y la Unión Patriótica (coalición de izquierda), Clara López, anunció que votará “por la paz de Colombia en cabeza del presidente Juan Manuel Santos” e instó a sus seguidores a hacer lo propio.

Coinciden en que los labriegos, los indígenas, son los que han pagado las cuotas más elevadas de la violencia en Colombia. “Santos promete suprimir el servicio militar obligatorio… veremos, porque los campesinos se enrolan en el ejército por hambre, son carne de cañón”. 

Su diagnóstico es sombrío: la gente del campo trabaja en condiciones miserables, los desplazan para entregar sus tierras a multinacionales, y cuando logran que se las restituyan, vienen los sicarios y los matan. También sobre ellos pesa el agobio del narco, negocio que reúne, paramilitares, soldados y guerrilleros de las FARC.

¿Paras y guerrilleros juntos?

“Sí. Denunciamos que se habían unido para manejar el control de los narcos y sacar la droga del país y nos trataron de mentirosos, pero se confirmó más tarde. Y no es la única colusión…”

 

El hogar familiar quedó abandonado. María se aventuraba por las noches para recoger lo más urgente. Ella se hizo cargo del esposo herido, incapaz de  hablar y de caminar y que había perdido parte del estómago. También puso a buen resguardo a los hijos más grandecitos y asumió las riendas de una huida que se prolongó por mucho tiempo a lo largo de toda la geografía colombiana.     

“No sabía en quién confiar. Acudía a las autoridades e incluso a organizaciones civiles y venían nuevas agresiones: intentaron secuestrar a los niños, nos persiguieron echando bala y a una persona que nos dio cobijo le pegaron seis tiros”.

“Mi esposa es una guerrera”, me sonríe José entre lágrimas. Lo es. Fue también ella la que recorrió organizaciones no gubernamentales, entidades internacionales, embajadas y cuanto hubo hasta lograr la visa salvadora.

Merced al tesón de la madre y a una serie de personas que consideran “nuestros ángeles”, la familia pudo abordar el avión que los condujo a Suiza.

 

María reprimió la angustia de la claustrofobia y el miedo a volar. José  controló el terror del recuerdo del asesinato en pleno vuelo del candidato Pizarro, y la familia toda se tomó de las manos y estalló en llanto cuando el piloto anunció: ‘estamos sobrevolando aguas internacionales’.

*Nombres ficticios cuyo empleo, así como la omisión de detalles en el artículo, obedecen a razones de seguridad.

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